«La muerte de Sergio ha sido una horrible desgracia puntual y no hay que bajar la guardia»
¿Existe la maldad? «Sin duda, pero entre las malas hierbas hay que desterrar la idea de que si una persona es mala tiene que estar loca. El psicólogo Fernando Pérez del Río niega que la violencia juvenil esté repuntando, aunque advierte de los riesgos que conlleva «desindividuación»
Una noche de fiesta que acaba en tragedia. Un puñetazo con resultado de muerte. Vidas rotas e indignación colectiva tanto en Burgos como Valladolid. Nadie esperaba que Sergio Delgado se despidiese tan pronto de este mundo. O que le despidiesen, mejor dicho. Poco o nada consuela que su agresor (confeso) esté entre rejas a la espera de juicio. Sergio no va a volver. Ni él ni otros jóvenes que han corrido su misma mala suerte en Las Llanas y en cualquier otra zona de ocio nocturno del país. La conmoción, sobre todo en su caso, se ha extendido y «posiblemente sea un momento oportuno para poner el grito en el cielo».
Así lo cree Fernando Pérez del Río, psicólogo y docente de la Universidad de Burgos (UBU). Se trata de «una enorme desgracia que todos lamentamos muchísimo». Y es normal que «llame especialmente la atención». Pero no hasta el punto de generar alarma social sino más bien todo lo contrario. Cuando elaboró el último Plan de Juventud del Ayuntamiento de Burgos junto al profesor Rafael Calvo, no detectó repunte alguno de violencia. Al margen de las estadísticas, considera que «en líneas generales hay menos peleas» que antaño. Entre otras cosas, porque «hay menos hijos y mucha atención sobre ellos, se consumen menos drogas y se realiza prevención en los colegios».
«La Psicología se acerca cada día un poco más a la comprensión de estos tristes acontecimientos»
Aunque «todo es susceptible de mejora», Pérez del Río cree que «las cosas se están haciendo bien» a la hora de prevenir conductas agresivas entre los jóvenes. Partiendo de esa premisa, no ve necesario que se inviertan más recursos porque «lo que se hace es suficiente». Pese a ello, es consciente de que la muerte de Sergio Delgado «ha sido una horrible desgracia puntual y no debemos bajar la guardia».
«Tenemos que tolerar esa incertidumbre, aceptar que hay cosas que no sabemos todavía y no podemos catalogar. Sintiéndolo mucho, no podemos tranquilizar a todo el mundo», remarca el docente de la UBU antes de puntualizar que, afortunadamente, «la Psicología se acerca cada día un poco más a la comprensión de estos tristes acontecimientos». Por otro lado, descarta que exista una estrecha relación entre conductas violentas y redes sociales. La sobreexposición a las pantallas y ciertos modelos de comportamiento, sostiene, tienden más al «aislamiento, consumo masivo de tiempo y pérdida de lazos sociales».
Convergen, a juicio de Pérez del Río, determinadas dinámicas colectivas -muy presentes en el mundo del fútbol- que promueven la «desindividuación». Cuando esto ocurre, «el anonimato dentro de un grupo nos hace sentir menos responsabilidad. En parte, uno deja de ser uno mismo y es cuando baja la conciencia individual y puede favorecer una agresión». Además, el «conformismo normativo» juega un papel muy relevante porque «el sujeto puede cambiar su conducta para adaptarse al grupo» y «hacer cosas que no haría de forma aislada».
Fuera del plano colectivo, conviene analizar las variables que, de manera previa a título individual, suelen confluir en este tipo de conductas. Por ejemplo, «tener padres agresivos, una autoestima muy baja o muy alta, sentirte desesperado...». Y también la «frustración», un factor de riesgo que «podemos relacionar mucho con la agresión».
¿Existe la maldad? «Sin duda, pero entre las malas hierbas hay que desterrar la idea de que si una persona es mala tiene que estar loca», responde Pérez del Río con afán de subrayar la imperiosa necesidad de «diferenciar con contundencia la enfermedad mental de la maldad». En este sentido, expone que «el enfermo mental sabe lo que hace y lo que no puede hacer, a excepción de casos muy aislados donde el hecho reprobable encaja con su delirio». Dicho esto, lanza una pregunta -cuanto menos curiosa- al aire: «¿Por qué nunca se dice en una noticia que un parado de larga duración era el asesino o que un diabético es una amenaza y robó?».