Cuidados intensivos en niños
La UCI Pediátrica del HUBU registra 338 ingresos y 838 pruebas en niños enfermos
La estancia media de un paciente y su familia es de seis días. Un equipo de 40 personas realiza un trabajo transversal y multidisciplinar que busca «generar confianza, humanizar la atención y acompañar en el proceso»
La enfermedad asusta. Cuando requiere un ingreso inquieta. Cuando se deriva a cuidados intensivos alarma. Pero cuando es un niño, tu hijo, te estremece. Dice el refrán que las heridas de los hijos duelen más que las propias. Cuando su situación obliga a tener a un pequeño que no llega al metro en una cama de hospital e intubado se desata una tormenta personal y una inquietud que no se frena.
Sensaciones que pueden identificar los familiares de los 338 pacientes ingresados en las Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) Pediátricos del Hospital Universitario de Burgos (HUBU) durante el año 2023. El año en el que el servicio ha recuperado la normalidad. Durante la pandemia de Covid su actividad fue mínima pero se disparó por la intensidad de los virus respiratorios en 2022.
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El equipo de unos 40 profesionales de la UCI Pediátrica del HUBU trata de minimizar esa sensación de caída al precipicio con cercanía, apertura 24 horas e información fiel y en todo momento de lo que pasa y las pruebas a las que se va a someter al paciente infantil. «Nuestro trabajo no solo se enfoca en el paciente, que es lo más importante sacarlo adelante, en nuestro caso hay un tándem que es el paciente y la familia y tenemos que generar un clima de confianza porque los padres juegan un papel muy importante en cada caso», explica el intensivista pediátrico del HUBU Pablo Oyagüez.
De esta manera, desde la distribución de la unidad, una «estructura física abierta donde todo el personal está expuesto a los ojos de los usuarios», hasta la disponibilidad de ser un espacio abierto 24 horas, donde «pueden estar presentes en cualquier intervención que vayamos a realizar» y la gestión de una relación de confianza desde que entran por la puerta es una parte importante de la unidad que está compuesta por nueve camas. «Tratamos de proporcionar herramientas a los padres para que participen activamente en el cuidado de sus hijos: desde el aseo y la alimentación a darles conocimientos y habilidades para colaborar en cuidados no invasivos en la estancia en el domicilio», señala la supervisora de Críticos Pediátricos, Verónica Navarrete.
La actividad de este servicio clave en la atención a las patologías más graves en los menores de 14 años arrancó hace 17 años. En 2007 se puso en marcha la actividad siendo la segunda UCI Pediátrica de Castilla y León. La comunidad se dividió en dos siendo Salamanca, la referencia para el área occidental de la región, y la oriental en Burgos, incluida Valladolid. Hoy hay cuatro centros con espacio de UCI para niños (Salamanca, Burgos, Valladolid y León) y el del HUBU es centro de referencia para los pacientes críticos de la provincia burgalesa, la de Soria, puede ser una de las opciones para los palentinos y es también el centro de referencia de La Rioja.
Su puesta en marcha fue «un cambio drástico con respecto a lo anterior para el servicio de Pediatría, la vertiente asistencia de la UCI ha supuesto la posibilidad de contar con un equipo de profesionales especializados en los casos más complejos y graves generando una mejora clara en la atención prestada», explica el jefe del servicio de Pediatría del HUBU, Gregorio de la Mata.
El equipo de la UCI pediátrica está formado por 40 personas: 20 enfermeras, con una media de dos pacientes por cada profesional de enfermería, 11 técnicos en cuidados auxiliares de enfermería (TCAE), seis médicos acompañados por un médico residente, un intensivista más para reforzar las guardias y otros dos residentes en formación que rotan entre los servicios de urgencias y UCI Pediátrica. «Una de las razones por las que los residentes escogen nuestro hospital para formación es porque cuenta con una UCI pediátrica donde se van a formar mucho mejor y les permiten abordar patologías más complejas», apunta Oyagüez.
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Entre los 338 ingresos registrados durante el año pasado 195 habían sido derivados por patologías de tipo medico y 127 por un control postoperatorio. Ademas, hay 16 pacientes que han acabado en una cama de la UCI Pediátrica porque necesitaban una cirugía que precisaba una estabilización previa antes de ir a quirófano. A estos servicios se añaden otros procesos de atención relativa a otros servicios. Hay procedimientos terapéuticos como sedación para realizar procesos como una endoscopia, realización de una resonancia, curas, punciones lumbares, biopsias, infiltraciones o procesos diagnósticos dolorosos que realizan estos profesionales de la UCI Pediátrica.
«Normalmente en el hospital los servicios están descentralizados y cada uno realiza la sedoanalgesia al paciente, en pediatría todo está centralizado en la UCI Pediátrica», explica la enfermera Esther Esteban. De este tipo de servicios han realizado 838 procedimientos durante el año pasado. Además se realiza seguimiento a los pacientes que necesitan soporte respiratorio en domicilio en colaboración con la Unidad del Sueño. Durante el año pasado han atendido a 73 pequeños y sus familias en la casa.
La estancia media en la UCI es de una media de seis a siete días que pueden ir desde un postoperatorio que conlleva dos días de ingreso a otros problemas que pueden llevar siete. En los casos más complejos o patologías que se cronifican la estancia puede prolongarse durante un mes.
De ahí que se cuide la salud de los padres desde el minuto uno. «Buscamos cuajar un clima de confianza desde el principio dando espacio, abriendo las 24 horas, facilitando su presencia en todo proceso de atención, que vean que no les escondemos nada y ya después les vamos avisando que para cuidar necesitan descansar, que cualquier cosa avisamos en el teléfono de referencia porque a veces los padres acaban tan agotados que acaban ellos mismos ingresados y es lo que tenemos que evitar», señalan.
El día a día del hospital se puede hacer largo. De ahí que la atención incluya juegos, tablets, libros y la presencia de los profesores del colegio del Hospital. Elementos que se convierten en una forma de recuperar elementos de normalidad y juego para hacer más llevadera la estancia en el hospital.
«Trabajamos con el inicio de la vida y yo creo que trabajo en el mejor sitio del mundo, que la gente no lo entiende porque ves cosas muy duras, pero tenemos la gratificación de que casi todos los niños salen adelante y lo hacen razonablemente bien», explica Pablo Oyagüez. En los casos en los que el desenlace es el peor posible se establece el mismo protocolo que desde que la familia entró por la puerta: acompañar, escuchar y empatizar. «Hay una cercanía en el acompañamiento a la familia, todo el equipo acompaña de alguna manera e intentamos que la despedida sea lo más fácil para ellos», señala Navarrete.