El Correo de Burgos

Con la Semana Santa de Burgos a hombros

Adrián Barroso vive «por y para» estas fechas, en las que participa en varias procesiones como costalero: «Duele, pero merece la pena». Asegura que «es difícil explicar» lo que se siente «si no estás ahí abajo» y percibes la emoción de la gente: «Entonces el paso no pesa»

Adrián Barroso Erquicia posa junto al paso del Cristo de la Coronación de Espinas que portó la noche del pasado miércoles.

Adrián Barroso Erquicia posa junto al paso del Cristo de la Coronación de Espinas que portó la noche del pasado miércoles.SANTI OTERO

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A Adrián Barroso Erquicia le brillan los ojos cuando habla de la Semana Santa. Su devoción por estas fechas es tal que desearía extenderlas en el calendario. «Vivo por y para ella. Ojalá durará más días o se repitiera dos o tres veces al año», asegura. Y su mirada confirma la sinceridad de sus palabras. Ni pizca de postureo. Poco margen para ello deja, de hecho, su labor como costalero, un compromiso firme que le mueve por dentro de una forma difícil de explicar, incluso de entender «si no estás ahí abajo».

Buena parte de 'culpa' de este fervor la tiene su padre, Domingo, de sempiterna presencia, cámara en ristre, en eventos tradicionales y festivos de la ciudad. Adrián crecía viendo como retrataba cada paso de la Semana Santa burgalesa y en 2018 se lanzó al ruedo con él . Apenas un año después quirúrgica la oportunidad de llevar a hombros al Cristo de la Coronación de Espinas , vinculado a la parroquia de San Lorenzo. 

Adrián reconoce que dudó un instante. Su vínculo con San Cosme y San Damián le hizo temer que aquello no fuera correcto. La incertidumbre, sin embargo, «apenas duró un día». Dijo sí y hoy, que además de aquel paso, porta al Cristo con la Cruz a Cuestas de los chamarileros y es capataz del Rosario Penitencial Obrero del Círculo Católico, se alegra profundamente de aquella decisión.

La emoción asoma en un relato plagado de referencias a sus compañeros. Es evidente el sentimiento de hermandad que emana del sacrificio colectivo, denominador común de su entrega, sea cual sea la talla que ‘baila’ sobre sus cabezas. Adrián forma parte de un grupo de jóvenes que brindan sus espaldas a las distintas cofradías locales que se animan a cambiar el traqueteo de las ruedas por el caminar rítmico de los costaleros en sus procesiones.

«Nos tenemos que echar una mano entre todos. Cada año hay más y es normal, porque no es lo mismo . Ni desde el punto de vista del sentimiento, ni del espectáculo, que en este caso han de ir de la mano. El paso no se mueve igual, para empezar, y ver al que lo lleva secarse las lágrimas o tocarse el hombro dolorido mientras se mantiene firme provocando una sensación especial », explica.

La cantidad de personas que se necesitan para esta tarea varía en función del paso. «En San Cosme y San Damián llegan ya a 66 tras ampliar las andas hace unos años . Al Cristo de San Lorenzo lo sacamos entre 38 y el Jesús atado a la Columna y el Santo Sudario del Círculo se estrenó el año pasado con 19 y este ya ha salido con 24», detalla Barroso, cuya agenda estos días rebosa de citas, pues compagina su papel de costalero itinerante con el fotógrafo.

Compromiso y motivación

No es preciso tener una forma física excepcional para portar una talla. Aunque toca ensayar para hacerlo bien: cuatro días a la semana en su caso, desde que arranca la Cuaresma. Cada espalda soporta unos 25 kilos de peso. «Con no tener una lesión que lo impida es suficiente», comenta este joven burgalés, convencido de que lo indispensable, por encima de todo, es el compromiso. «Tienes que tener claro que, aunque te fallen las fuerzas has de acabar el recorrido e interiorizar que si tú dejas de cargar perjudicas a tus compañeros», añade, para señalar el «sentimiento de hermandad» que se genera: «Compartimos algo que no se puede describir con palabras. Yo sé que si estoy agotado y necesito colocarme bien, solo con un toque al hombro de mi compañero ya me comprende y asume más peso para que yo pueda hacerlo».

Si bien hay tantas motivaciones como costaleros, Adrián Barroso afirma que es imprescindible tener alguna, sea sentimiento religioso, una promesa o un reto personal. «O te mueve algo o no lo haces, porque es duro», señala, para confirmar lo evidente, al menos en su caso: «Duele, cuesta, pero sin duda merece la pena».

Comprende bien el burgalés las estampas de desolación que llegan desde tierras andaluzas cuando el mal tiempo trunca una procesión o los llantos vivos en momentos puntuales de exaltación que tanto extrañan a los de recio carácter castellano. «A mí me ha tocado vivir la frustración que genera que, tras muchos ensayos y rebotes cuando un día no salen bien, llegue la hora y empiece a llover. Mi primera vez con el paso de San Lorenzo ocurrió. Salimos y en la calle Laín Calvo tuvimos que darnos la vuelta a un ritmo de locos. Yo llegué llorando a mares. Las emociones se disparan. Ocurre también en momentos puntuales por otras razones, me estremece escuchar la saeta cuando llevo al Cristo de la Coronación de Espinas y siempre intercambio un gesto con un compañero. Y me temblaron las piernas en San Cosme y San Damián cuando el prior de la cofradía me dijo que iba a llevar al Cristo de los chamarileros», rememora a borbotones.

Añade al listado improvisado de instantes el momento en el que, cada Jueves Santo, al compás de cornetas y tambores, Jesús con la Cruz a Cuestas cruza el Arco de Santa María al encuentro con la Virgen de los Dolores. «Notas como la gente que está allí te arropa. En ese momento el paso no pesa. Los que te miran te llevan a ti, percibes su emoción, incluso ves sus lágrimas, y sientes que estás haciendo algo bien», concluye.

Consciente de lo especial, por emblemática, de la procesión recién citada, lamenta, sin embargo, que ese tirón no lo tengan otras citas igual de cautivadoras, pero poco conocidas. Llama a los burgaleses a contemplar, por ejemplo, el Rosario Penitencial Obrero de cada Martes Santo, o la procesión del Silencio, con solo un bombo acompañando al Cristo de la Salud. «Son varias las que no tienen la acogida que merecen», opina, aunque reconoce que el frío es un obstáculo importante. Con todo, propone, a quien quiera escuchar, «abrirse y dejarse llevar». De ‘puertas para adentro’ también aboga por extender la presencia y la participación de las cofradías a otros momentos del año, reforzando así su proyección social y el vínculo entre sus miembros.

Incondicional de la Semana Santa, Barroso, partidario de llevar al hombro todos los pasos de la procesión del Santo Entierro, «aunque se alargue y dure diez o doce horas», secunda la apuesta general de luchar por obtener la declaración de Interés Turístico Internacional. «Precisamente algo así implicaría ganar público, no solo de fuera, también de aquí, porque a veces solo valoramos lo que tenemos cuando lo hacen otros. Además, permitiría crecer a las cofradías y, en consecuencia, garantizar su futuro», apostilla. Porque ese es su sueño, compartir esta devoción y los sentimientos que produce con sus hijos el día de mañana. Su mirada resplandece de nuevo al imaginarlo.

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