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CIENCIA

La revolución de ‘Homo antecessor’ que impulsó Atapuerca

El 30 de mayo de 1997 un equipo de científicos español se atrevía a nombrar una nueva especie del árbol genealógico de la humanidad en la revista 'Science'. «Se planteó, por los rasgos modernos de su cara, que era el ancestro de neandertales y sapiens, 25 años después las proteínas nos dieron la razón»

El Chico de la Gran Dolina (que pudo ser chica) representa a  'Homo antecessor' en el Museo de la Evolución.santi otero

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Burgos

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La portada del número 5.317 de la revista científica ‘Science’ miraba más allá del cielo. La investigación de portada se refería al nacimiento y muerte de las estrellas y constelaciones. En el interior de sus páginas nacía una estrella, Homo antecessor, que había pisado la tierra de Atapuerca, en el sur de Europa, hacía más de 800.000 años. Del telescopio Hubbel al microscopio que localizaba minúsculas marcas de corte en los fósiles recuperados en el nivel TD-6 de Gran Dolina.

Fue una revolución a nivel científico por varios motivos. El primero, «un equipo de paleontólogos españoles ponía el nombre a una especie algo que, desde Homo habilis, hacía 30 años que no pasaba», recuerda Eudald Carbonell. Segundo la datación. Eran demasiado antiguos para lo que se presuponía había sido la ocupación más antigua en Europa. Eso suponía, también, romper un axioma impuesto por equipos ingleses con los yacimientos de Boxgrove: tradición científica de cientos de años frente a una ciencia española que estaba empezando.

Y el análisis de su morfología, que adivinaban desde el principio, se consolidaron en la campaña del año anterior con un maxilar completo que demostraba que eran fósiles humanos «muy modernos, nos preguntábamos como un homínido tan antiguo podía tener buena parte de su cara rasgos similares a los nuestros», cuenta José María Bermúdez de Castro. Y no era ni uno ni dos huesos. Eran muchos. En el primer afloramiento de 1994 en el Estrato Aurora, nombrado así por Aurora Martín (hoy directora gerente del Museo de la Evolución Humana de Burgos) habían aparecido una mandíbula y unos pocos dientes. 

Portada de Science del 30 de mayo de 1997 donde se bautizo a Homo antecessor como una nueva especie y el ancestro de especies modernas.

La colección se fue completando en años posteriores. Artículos sobre el hallazgo, dataciones y geología se habían registrado en 1995. No fue hasta el 30 de mayo de 1997 en que el equipo de investigadores de Atapuerca se atrevió a publicar que esos restos que habían paseado por Europa entre grupos de investigación en paleontología eran una nueva especie. 

«En aquellos años España aun salía de un retraso secular en a ciencia, los colegas británicos, franceses o alemanes dudaban, se habían hecho publicaciones antes pero Clark Howell, por ejemplo, quiso revisar los restos, se vino a España y era lo que llevábamos tiempo reivindicando que vinieran a verlo los que lo hicieron se fueron convencidos», recuerda Bermúdez de Castro.

Tras la publicación aparecieron nuevas evidencias. Las marcas de corte en los huesos inmaduros hablaban de un canibalismo entre seres de la misma especie. Lesiones en el pie contaban, tiempo después, de las largas caminatas de este explorador cuyo nombre se escribió en una servilleta durante un café antes de un encuentro con compañeros científicos en ese viaje de presentación.

Ha costado varias décadas que la comunidad científica asintiera sobre lo que el estudio morfológico de los 160 restos de 11 individuos que se han extraído en dos tandas (en los 90 y en la primera década del siglo XXI) indicaba a los investigadores de Atapuerca. «Hemos seguido trabajando, haciendo las cosas de una manera ordenada, con un proyecto pensado y planificado y llegaron las proteínas que vinieron a sostener lo que habíamos dicho en los 90 es el ancestro común de las especies modernas», sostiene Bermúdez de Castro.

Un hito en la ciencia española que bien merece un libro como el que han publicado Eudald Carbonell y Bermúdez de Castro. ‘Homo antecessor. El nacimiento de una especie’ cuenta los entresijos de aquel descubrimiento de un grupo de apasionados de la paleontología y la arqueología que llevaban 20 años ordenando un sistema de cavidades único y que vieron como a partir de esa publicación todo cambió. Con Antecessor llegó el apoyo del Ministerio, el impulso del Premio Príncipe de Asturias y, tras unos altibajos, el de la Junta de Castilla y León.

El equipo aborda ahora con expectación, 30 años después de que Aurora Martín extrajera los primeros dientes, una ampliación de la superficie de excavación de TD-6, el nivel de Homo antecessor que cambió Atapuerca para siempre.