Homenaje en forma de glorieta a Faustino Mijangos, el policía burgalés asesinado en 1935
«Toda la ciudad se sobrecogió», recuerda su biznieta antes de descubrir una placa, en la confluencia de la calle Pozanos con Hermano Fortunato García, que ensalza su vocación de servicio público
Tenía 27 años, estaba «muy enamorado de su esposa» y adoraba a sus cinco hijos. Fortunato Mijangos Martínez quería ser policía y se preparó para ello. Cuando obtuvo una plaza de guardia municipal en Burgos, dejó su empleo en el sector ferroviario. Pese a su juventud, era un tipo «valiente, entregado al servicio público y dedicado a proteger a sus vecinos». Y lo demostró hasta la fatídica noche del 21 al 22 de mayo de 1935, cuando fue asesinado a tiros por dos ladrones a los que acababa de dar el alto en la calle de San Lesmes mientras patrullaba junto a su compañero Cipriano Saiz Aparicio.
«Toda la ciudad se sobrecogió», recordaba este martes su biznieta, Rebeca Huertos, durante la inauguración de la glorieta que desde ahora lleva su nombre, situada en la confluencia de la calle Pozanos con Hermano Fortunato García. Llegaron a cerrarse los comercios con motivo de su funeral y la comitiva era «larguísima». En primera línea, su hijo José, con tan solo 6 años, lloraba la muerte de su padre mientras caminaba de la mano del entonces alcalde, Manuel Santamaría Heras.
Teodora, la viuda de Faustino, recibió un donativo de la propia Guardia Municipal que superaba las 4.000 pesetas. Todo un gesto por parte de sus compañeros, aunque ni todo el dinero del mundo podía evitar el profundo dolor que dejó su pérdida. Tal y como remarca Rebeca, ser policía en aquellos tiempos entrañaba «riesgo» y «no estaba bien remunerado». Aún con todo, su bisabuelo siempre fue «una persona sencilla que tenía un gran sentido de la justicia».
Todo sucedió muy rápido aquella trágica noche. Dos individuos portando un objeto cubierto por trapos levantaron las sospechas de los agentes. Inmediatamente, éstos abrieron fuego y Faustino quedó herido de muerte. Resulta que los hombres a los que acababan de dar el alto llevaban un estuche díptico del siglo X perteneciente al ajuar de Abderramán III, califa de Córdoba, valorado en más de un millón de las antiguas pesetas.
Uno de los ladrones, también herido, acabó siendo detenido. El otro logró huir con la pieza, que había sido sustraída un año antes en el Museo Arqueológico Provincial ubicado por aquel entonces en el Arco de Santa María. Desde el robo hasta el día de autos, este valioso objeto había permanecido oculto en unas huertas cercanas al Cuartel de Artillería.
Aunque la familia de Faustino ya fue «honrada por la sociedad burgalesa» tras su muerte, la alcaldesa, Cristina Ayala, considera necesario «rememorar un hecho heroico» con esta glorieta, que tal y como ha recordado fue promovida por el anterior equipo de Gobierno. Asimismo, ha querido aprovechar el acto de inauguración para señalar que este homenaje «ejemplifica muy bien lo que es la Policía Local» y el resto de fuerzas y cuerpos de Seguridad.
Por último, la regidora ha remarcado que «el recuerdo de Faustino perdura para siempre» gracias a la placa instalada en la glorieta, que reza lo siguiente: El servicio a los demás en un momento de necesidad es un privilegio y un honor.