El Correo de Burgos

El reciclaje de aceite repunta tras caer más de un 30% por el alza de precios

En 2023 se depositaron 32.000 kilos en los contenedores naranjas, frente a los 51.000 de 2022. 2024 arrancaba con datos mensuales más elevados. CISA gestiona 400 toneladas al año en su planta de Villariezo

El aceite recogido se traslada a la planta de tratamiento de Villariezo, donde se eliminan impurezas y se filtra para convertirlo en biodiésel.

El aceite recogido se traslada a la planta de tratamiento de Villariezo, donde se eliminan impurezas y se filtra para convertirlo en biodiésel.ÓSCAR CORCUERA

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Primero fue el aceite de girasol, que allá por 2022, influido por el conflicto bélico entre Ucrania y Rusia -países que acaparan más de la mitad de la producción mundial- comenzó a encarecerse a velocidad de vértigo. Superado el bache, daba paso a una escalada del precio del aceite de oliva que aún persiste pese a los esfuerzos vanos de la administración por mitigar el alza con la reducción del IVA. Tal panorama provocaba una caída de la demanda y, por extensión, descendía la cantidad de aceite vegetal de uso doméstico depositada para su reciclaje en los contenedores naranjas de la ciudad.

La estadística pormenorizada que ofrece en su página web el Ayuntamiento de Burgos constata el impacto, pero evidencia también un reciente repunte que, de sostenerse, podría acercar la cifra del año en curso a la previa al bache motivado por el encarecimiento de estos productos.

En concreto, en 2023 se desplomaba un 30% la cantidad de aceite vegetal recogido en la ciudad por CISA (Central Integral de Servicios de Aspanias), apuesta de la entidad local por generar mayores oportunidades de empleo para las personas con discapacidad, responsable de la gestión de los contenedores y el posterior tratamiento de este residuo orgánico. Se depositaron en todo el año 32.000 kilos, frente a los 51.000 de 2022.

El desglose mensual permite intuir ese nuevo incremento en 2024. Y es que si el año pasado cerró con cantidades mensuales por debajo de los 2.000 kilos -salvo diciembre, que sí los superaba, el presente ejercicio arrancaba con totales de 4.886, 5.802, 1.803 y hasta 6.733, en enero, febrero, marzo y abril, respectivamente.

En suma, este primer cuatrimestre alcanza las 19 toneladas y se aleja de las 11 del año pasado en idéntico periodo para acercarse más a las 20 de 2022. Aquel fue el último, de momento, en el que se superaban los 50.000 recogidos en la red urbana. Siempre había sido así en los diez años previos, llegando a alcanzarse en 2020 el inusual récord de 72 toneladas.

Los recipientes de plástico depositados en los contenedores se trituran para extraer el aceite y después decantarlo.

Los recipientes de plástico depositados en los contenedores se trituran para extraer el aceite y después decantarlo.ÓSCAR CORCUERA

Este aceite vegetal de uso doméstico se suma al aportado por la hostelería para alcanzar los 240.000 kilos recogidos en la provincia de Burgos por CISA, que suponen el 60% de los 400.000 que en la actualidad filtra, trata y prepara para su reutilización como biodiésel en su planta del polígono industrial El Clavillo, en Villariezo.

Las instalaciones funcionan desde que en 2012 naciera en Castilla y León la posibilidad de hacerse cargo de esta labor para generar puestos de trabajo para personas con discapacidad. Aspanias recogía el guante en Burgos. Cuatro puestos de inserción integran la plantilla fija de este servicio, que se completa con el encargado responsable de las rutas de recogida. A ellos se suman, como refuerzo, los alumnos de los programas mixtos de formación y empleo de la Junta de Castilla y León, mediante los que ocho personas cada semestre adquieren conocimientos teóricos y prácticos sobre el terreno, tuteladas por dos docentes.

Hasta estas dependencias llega el aceite vegetal recogido en los 240 contenedores instalados en la provincia, más de 70 en la capital burgalesa. También el aportado por hoteles, restaurantes y catering. Estos negocios tienen la obligación de entregar el residuo graso en cuestión a una empresa gestora autorizada para su recogida y posterior tratamiento, como la Fundación CISA, «que cuenta además con el certificado International Sustainability Carbon Certification (ISCC), garantía de una producción sostenible de biomasa», presume Rodrigo del Val, responsable de la entidad.

El proceso al que se somete el aceite vegetal que llega a la planta de Villariezo comienza con el vertido a la piscina y el consiguiente filtrado para eliminar las impurezas, como, por ejemplo, cualquier resto de la comida que se haya cocinado en el líquido desechado. En el caso del que llega del ámbito doméstico, y no de los negocios que lo entregan en bidones específicos, el aceite se extrae tras triturar los recipientes diversos depositados en los contenedores: botellas, tarros reusados para tal fin, táperes… Eso sí, siempre de plástico. «Se trituran, se cortan en muchos trocitos pequeños y se separa el plástico, que se envía a un gestor autorizado para su reciclaje, y el aceite, que cae a la piscina. Una vez reunido allí se lleva a los depósitos de decantación, para eliminar el agua», explica Del Val.

Un empleado de CISA filtra el aceite para eliminar las posibles impurezas.

Un empleado de CISA filtra el aceite para eliminar las posibles impurezas.ÓSCAR CORCUERA

El aceite puro decantado que resulta de estos pasos se carga en una cisterna y se vende a empresas que elaboran biodiésel, que pueden sancionar al suministrador en el caso de que su producto tenga más acidez de la requerida o impurezas. No es el caso de CISA, sostiene su responsable: «Tenemos muy buena calidad y en los dos años que llevo al frente no hemos tenido ninguna penalización».

Del Val reconoce el impacto del alza de los precios en la recogida que denotan las estadísticas. No tanto por un menor consumo, pues la costumbre está muy arraigada, sino por una mayor reutilización, alargando así la vida útil del producto.

«Un litro puede contaminar hasta 10.000 de agua»

Reciclar el aceite vegetal es sencillo. Solo hay que verterlo, una vez que se ha enfriado, en una botella de plástico vacía y depositarla «bien cerrada» en el contenedor más cercano -exclusivo para residuo graso vegetal y no mineral, como es el aceite de motor-, ubicado por norma junto a otros destinados a papel, plásticos o vidrio. «Con este pequeño gesto estamos cuidando el medio ambiente, colaborando en la producción de combustibles ecológicos, evitando el atasco de las tuberías y facilitando la depuración de las aguas residuales», añade la web municipal que detalla la ubicación de los 72 contenedores naranjas de la ciudad.
En ello ahonda el responsable de CISA, el Centro Integral de Servicios de Aspanias, Rodrigo del Val. Apenas un dato basta para llamar a la reflexión: «Un litro de aceite puede contaminar hasta 10.000 de agua».
Así, cada recipiente que entra en el depósito naranja evita tan fatal desenlace y, de paso, fomenta la inserción laboral de las personas con discapacidad, aspecto que marca la diferencia en particular en el servicio que prestan a la hostelería, donde compiten con otros negocios. Un gesto ‘redondo’ que aún debe extenderse. Si bien Del Val reconoce que la concienciación ha aumentado, entiende que no es suficiente. «No se cumplen las expectativas y hay mucho margen de mejora», explica, convencido de que los más pequeños tienen en su mano cambiar las tornas.
De ahí que su empeño sea mantener la labor divulgativa en los centros educativos: «Les explicamos el impacto positivo de reciclar y como un residuo se convierte en algo con valor», en este caso como combustible sostenible. Y lo entienden perfectamente. «El fin es que luego al ir a casa pregunten que se hace allí con el aceite y si no se recicla les explique lo fácil que es hacerlo y las ventajas que tiene. Queremos que sean el motor de cambio en los domicilios», apostilla.
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