La lucha de Jimena, mayor de edad por segunda vez en la vida: «Tengo heridas de guerra, pero conseguí salir adelante»
La periodista y escritora burgalesa venció a la leucemia hace 18 años gracias a un donante anónimo alemán al que bautizó como Hans. Con muchos sueños cumplidos y los que quedan, su mayor deseo es que «la sociedad tenga más empatía y sea más inclusiva de lo que se dice»
Lo celebró con «alegría», faltaría más. Compró una tarta y sopló las velas. 18 años... por segunda vez. Porque Jimena Bañuelos tiene dos vidas. La primera, viento en popa hasta que la leucemia lo cambió todo cuando estudiaba 4º de Periodismo. La segunda, mucho más intensa, gracias a un joven donante de médula alemán, su querido y anónimo Hans, al que está «eternamente agradecida».
Le supo a gloria esa tarta que tenía reservada para el 14 de septiembre. Jimena festejó su «nueva mayoría de edad» evocando la «ilusión» de aquel «principio del fin» tras aquella frase, la que más ansiaba escuchar: «Tienes un donante compatible». Pero también se agolparon mucho otros recuerdos en la cabeza. Algunos malos, dolorosamente terribles, aunque gracias a ellos se ha vuelto mucho más fuerte.
«Tengo heridas de guerra, pero luché por mi vida y he conseguido salir adelante», enfatiza esta resiliente escritora burgalesa que fue capaz de novelar su propio viacrucis en Aún tengo la vida (2018). Nunca es fácil enfrentarse a los fantasmas del pasado, pero tenía que hacerlo. Por ella misma, a modo de terapia, y como muestra de apoyo y respeto a quienes luchan contra el cáncer. También quería demostrar, y lo ha logrado con creces, que «nadie puede cuestionar mi capacidad como persona y como periodista por haber tenido una leucemia o determinadas secuelas».
Una de las primeras cosas que hizo Jimena cuando pudo hacer vida normal fue visitar el Vicente Calderón. Colchonera hasta la médula, soñaba con volver al estadio de su querido Atleti «de la mano de mi padre». Tal fue la emoción que «nada más poner un pie dentro lloré».
El fútbol es una de las grandes pasiones de esta joven inquieta que, a pesar de residir en Madrid desde hace años, nunca olvida sus raíces. «Soy hija del frío», reconoce, gracias a su abuelo. Eusebio, también conocido como Suso, era un «burgalés de pro» que le inculcó el amor por la patria chica y esos dos colores, blanco y negro, que siempre se han defendido a capa y espada en el El Plantío pese a las décadas de ostracismo que el Burgos CF ha tenido que soportar.
Con su madre, que «siempre estuvo ahí, me dio fuerzas y no me dejó tirar la toalla», tuvo la oportunidad de disfrutar de conciertos inolvidables como los de Chayanne o Alejandro Sanz, que lanzó El tren de los momentos el mismo año en el que Jimena volvió a nacer. Cada instante, en cualquier lugar, es mágico desde aquel 2006 en el que casi todo adquirió un nuevo significado. De repente, acciones cotidianas como coger el metro, conducir o dar un paseo se convirtieron en un valioso regalo.
«Tu perspectiva cambia», enfatiza esta «burgalesa con sangre alemana» que, después de acabar la carrera en el hospital, ejerció como periodista por primera vez en México. Se trasladó en 2014 y residió allí un año. Forjó grandes amistades y la distancia, en este caso, no es sinónimo de olvido. De hecho, mantiene su vínculo intacto gracias a El Valle, medio digital azteca en el que publica una columna semanal bajo el título A 9 mil kilómetros de distancia.
Podría decirse que Jimena ha cumplido unos cuantos sueños, pero aún le quedan muchos más por conquistar. Le encantaría, por ejemplo, «poder viajar sin control». Y conocer a Hans, obvio, aunque resulte harto complicado por no decir imposible. Lo que sí ha soñado y «más pronto que tarde» se hará realidad es su próximo proyecto, más literario que periodístico, en el que lleva inmersa desde hace tiempo. «La gente me anima y me apoya para que siga escribiendo», confiesa sin desvelar nada más lo que se trae entre manos.
Mientras tanto, Jimena seguirá soplando velas con la «misma ilusión» que hasta ahora. «Tener un cáncer es horrible, nunca me alegraré, pero he aprendido muchas cosas». No le quedó más remedio que «madurar de repente» y por eso desea, de todo corazón, que «la sociedad tenga más empatía y sea más inclusiva de lo que se dice». Más hechos y menos prejuicios. Y que «la gente se anime a ser donante de médula», por supuesto, dejando a un lado esos «estigmas» latentes de los que apenas se habla.