Cáritas
Seon Min, inmigrante coreano: «Llegué temblando a Cáritas, tras 36 años en España no tenía nada, ni papeles»
Cáritas inicia la campaña ‘Nadie sin Hogar’ en un año donde han atendido a Seon Min que sigue esperando la traducción jurada de su certificado de penales para ocupar el puesto de cocinero que ya tiene
El Camino de Santiago es el símil que Cáritas España ha aprovechado para mostrar el camino que las personas sin hogar realizan para volver a tener una vida digna. El Camino de Santiago fue la ruta que, «tras una época de estrés», trajo a Seon Min a Burgos. «Cuando pasé por Burgos me enamoré de la ciudad y me quedé, dejé Barcelona donde llevaba 25 años y tenía trabajo como cocinero y me instalé aquí», explica.
Los avatares que le llevaron a cruzar la puerta del edificio de Cáritas en la Calle San Francisco demuestran que la pobreza que lleva a la exclusión no es ajena a cualquier persona con una vida normal. «Llegué temblando a Cáritas, buscando ayuda cuando todo se acabó», explica emocionado. Y es que su estancia en Burgos fue buena. «Encontré trabajo en cocinas muy rápido, estaba bien, incluso daba talleres de cocina a cocineros de la ciudad y monté una empresa, un catering, pero al mes de lanzarlo llegó la pandemia», recuerda.
Aquello fue un mazazo porque la actividad hostelera cayó en picado de un día para otro, pero en la recuperación de la actividad se encontró con otro hándicap. «Al ser asiático, que no soy chino sino coreano, la gente no me contrataba, desconfiaban y fui tirando de ahorros». Hasta que se acabaron. Y sin trabajo, con la confianza por los suelos, llegó el momento en el que perdió sus permiso de trabajo al sumar el máximo de tiempo en encontrar uno.
Una pérdida llevó a la otra. Sin un techo se dificulta la forma de reengancharse en el ámbito laboral. «La falta de reconocimiento de nuestros derechos básicos nos aísla de la sociedad y nos invisibiliza. Hace que nos sintamos en soledad, con miedo y vergüenza, perdidos y perdidas, que sintamos rechazo, tristeza y sin orientación en este camino lleno de piedras y dificultades». Es un extracto del Manifiesto de Cáritas por la campaña Nadie sin Hogar que Min hace suya.
«Ellos me han ayudado en todo, primero a tener una cama y tres comidas calientes pero también a todo lo que yo no había podido hacer con el tema de los papeles», explica en la rueda de prensa donde fue encargado de dar voz a las 1.1036 personas atendidas durante el último año en los servicios de Cáritas en Burgos, Aranda y Miranda.
La burocracia eterna que pone en stand bye una vida
En estos nueve meses, este coreano que domina el castellano con soltura tras más de 30 años en España, ha recuperado la confianza y tiene en perspectiva un trabajo que le está esperando con alojamiento incluido. Pero no terminan de cerrarse los pasos burocráticos que le permiten volver a engancharse al empleo con todas las de la ley.
«Tengo trabajo como cocinero, en un Hotel de Rubena, esperándome a tener todos los papeles»,. Cuenta que una de las documentaciones que le han solicitado es un certificado de ausencia de penales entre los cero y los ocho años. «Es un certificado donde pone que no consta, pero claro te piden una traducción jurada y estamos esperando», lamenta.
El problema de la lentitud burocrática es lo habitual. «En este caso es una embajada como la de Corea del Sur, funciona muy bien, pero en otras con países en vías de desarrollo aún cuesta más tiempo o los trámites se encarecen demasiado», explica el coordinador del Servicio de Atención a Personas sin Hogar de Cáritas en Burgos, David Polo. En este caso la traducción jurada tiene un coste de 80 euros. En otros casos la emisión de un pasaporte puede llegar a costar 300 euros. Cantidades difíciles de conseguir para una persona sin recursos. Son servicios que van incluidos dentro de las piedras que se encuentran en el proceso de inserción.
Apuntan que «la lentitud a la hora de resolver burocráticamente son impedimentos que prolongan estancias de personas que tendrían una rápida salida al mercado laboral o a otros recursos», lamenta. Para Seon Min esa espera ya termina. «En un mes o así yo creo que ya estará y en Navidades espero estar ya trabajando allí donde, al ser un hotel, me dan alojamiento mientras ahorro para volver a alquilar algo». En definitiva, recuperar su vida donde se quedó hace cuatro años.