El Correo de Burgos

Los nombres de Atapuerca

Atapuerca, la historia de fósiles icónicos con nombre propio

«Hay quien piensa que es marketing, pero es mucho más sencillo». El apodo se come a la nomenclatura en el yacimiento o el laboratorio, pero otros «son menos espontáneos»

Cráneo de Agamenón, fue el primero en aparecer y lo hizo de una pieza. SANTI OTERO

Cráneo de Agamenón, fue el primero en aparecer y lo hizo de una pieza. SANTI OTERO

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El proyecto científico de Atapuerca ha marcado la historia de la paleontropología española y está entre los proyectos científicos más conocidos. Sus codirectores son escritores de éxito, entre los más vendidos en las publicaciones de no ficción. Pueblan presentaciones y conferencias por todo el país. Y el proyecto científico, que unió sus destinos y el de cientos de investigadores, es una página de oro en la ciencia española que sigue escribiéndose año a año desde la sierra burgalesa.

Una historia que se puede contar a través de los nombres, aquellos que hicieron realidad el proyecto científico, que ya afronta su tercer relevo, y los nombres de los fósiles descubiertos a lo largo de cuatro décadas de investigación constante y diaria. «Está la leyenda urbana de que nosotros hacemos todo con visión de marketing, como algo más comercial, pero es mucho más sencillo y natural que todo eso, nosotros ponemos nombre a los fósiles como las personas ponen apodos a sus conocidos», señala el codirector de las excavaciones, Juan Luis Arsuaga. Y no es el proyecto de Atapuerca el único que opta por acercar con apodos y nombres la ciencia del pasado más remoto del hombre a la sociedad.

En un principio los nombres estaban asociados al territorio. Así surgió con el neandertal que apareció en Neander (Alemania) o el hombre de Pekín y el Hombre de Java. Llegó Lucy y todo cambio. «La costumbre no es nueva, la primera fue Lucy a la que pusieron nombre Tim White y Donald Johanson que son muy divertidos», relata el que fuera codirector de las excavaciones de Atapuerca hasta este año, José María Bermúdez de Castro. Sonaba la canción de los Beatles ‘Lucy in the Sky with Dimamons’ cuando trabajaban el día en el que la descubrieron los restos del icónico ejemplar por sus rasgos de bipedestación.

Así surgió su apodo por el que ya se conoce a la abuela de la humanidad. Era el año 1974. Quedan dos años para que Trinidad de Torres localice los primeros huesos de la Sima de los Huesos. Entre ellos ATA-1, la mandíbula que dio la pista sobre la importancia de este lugar a Emiliano Aguirre, su director de tesis y el que puso los cimientos del proyecto científico.

Ese primer resto nunca tuvo nombre. Al menos un apodo conocido. Tardarían 15 años en verse frente a frente con un hueso icónico en el mismo lugar. «Todo esto de los apodos tiene más que ver con que los primeros paleontólogos hacían un trabajo muy solitario, ahora trabajamos en grupo y hay cosas que surgen en el momento por divertimento, porque la investigación es seria, pero también necesitamos momentos de relax», explica Bermúdez de Castro.

Esos nombres acaban por ganar al término científico que ya solo se utiliza para el siglado de piezas, la nomenclatura en la documentación científica y en la publicación en revistas de alto impacto. «Hay ocasiones que ya lo llamas por el apodo y tienes que pensar dos veces en el nombre científico, me pasa con el húmero que llamamos Rafa, por Rafa Nadal», bromea José María Bermúdez de Castro. Este recibió el nombre durante el viaje de vuelta de China del propio investigador y María Martinón.

Esos nombres acaban por ganar al término científico que ya solo se utiliza para el siglado de piezas, la nomenclatura en la documentación científica y en la publicación en revistas de alto impacto. «Hay ocasiones que ya lo llamas por el apodo y tienes que pensar dos veces en el nombre científico, me pasa con el húmero que llamamos Rafa, por Rafa Nadal», bromea José María Bermúdez de Castro. Este recibió el nombre durante el viaje de vuelta de China del propio investigador y María Martinón.

Recuerda como hay restos que reciben su apelativo en el mismo momento que aparece, «el equipo mientras lo excavas le llama por su apodo y con él se queda». Entre estos están Miguelón, Agamenón o la pelvis Elvis. Otros surgen en el proceso de investigación «una característica que te recuerda a algo o a alguien, y mientras estas con ello le vas llamando así». Es el caso de el húmero Rafa o Benjamina. Otros «no son tan espontáneos» y tienen un plus de marketing. El pie de la Sima de los Huesos que recibió el nombre de Vicente del Bosque en honor a la selección que había logrado los máximos éxitos deportivos; o el chico de la gran Dolina, que al publicarse un libro divulgativo se buscó un apelativo similar al del Chico de Turkana que estaba muy en boga entonces.

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