125 aniversario Colegio de Médico
El arte que se esconde detrás de la bata blanca sale a la luz
El Colegio de Médicos de Burgos expone este mes de noviembre la veintena de cuadros y esculturas en las que se enfrascan al abandonar la consulta
Aunque la Medicina es una profesión científica, que basa sus diagnósticos en pruebas y evidencias, que tira de Vademecum y publicaciones científicas en constante actualización y tiene la vida de sus pacientes en sus manos, muchos son sus profesionales quienes apuestan por la creatividad artística. Una veintena de ejemplos se pueden ver durante este mes de noviembre en la sala de exposiciones del Hospital Universitario de Burgos.
La nómina de médicos artistas que se han lanzado a mostrar su obra es inferior a lo que saben que hay. «Hay más médicos de los que están aquí, algunas manifestaciones artísticas son más difíciles de exponer que otras, pero también es cierto que tenemos muchos ejemplos de profesionales de los que ha trascendido su trabajo en la medicina y que son muy conocidos por su actividad artística», explica el vicepresidente del Colegio Oficial de Médicos de Burgos, Combu, José Herrero.
Pone como ejemplo Juan Mons, cuyas dos obras ha cedido su familia, pero hay muchos mas. «Tratamos de explicar en esta muestra esa otra faceta del medico que, además de la medicina, puede desarrollar otra capacidad», señala. Y eso es lo que han querido incluirlo dentro de los actos del 125 aniversario de la entidad colegial para mostrar «esa otra faceta más artística en la literatura y en las artes plásticas de los médicos»
En la exposición están, además de Mons y el propio Herrero, Emilio Sastre, Fernando Richard, Javier Arias, Álvaro da Silva, Carmen Dueñas, Martín de Frutos, Julio Antonio Gómez López, Bonifacio Álvarez, Mateo Díez, Bruno Alonso, Jesús de la Gándara, Jaime Villanueva, Begoña Miguel y Salvador Pérez Serrano, muestran parte de sus obras. Tanto esculturas como pinturas que van desde el dibujo hiperrealista al impresionismo y el arte abstracto.
«A mí el arte me ha servido como un tiempo de desahogo, de relax, he sido durante 40 años médico intesivista en el que he vivido situaciones muy tensas que, en ocasiones, no podías evitar llevar a casa, y esto me separaba de mi rutina habitual», señalaba Martín de Frutos en la inauguración de la muestra. Desde niño sintió pasión por el dibujo, los retratos hiperrealistas y la representación fiel de la Catedral a plumilla. «Ajustarme a ese realismo me relaja». Tiene marcado que cada retrato de niños le lleva cuatro sesiones de hora y media.
Un momento de desconexión como lo ve Begoña Miguel. Sus piezas impresionistas, de vivos colores y diferentes texturas también cuelgan de las paredes de la sala del HUBU. La pasión por el arte y el dibujo lo vive desde niña. «Siempre me gusto, y me relaja aunque cuando estoy haciendo una obra sí que tengo como un momento de adrenalina, pero es muy gratificante y me ayuda a rebajar la tensión porque vemos muchas vivencias familiares y cuadros muy duros en consulta», explica la médico nuclear.
Señala Miguel que esta perspectiva artística de la vida otorga una pátina de empatía que ayuda en el tratamiento con los pacientes. «El arte tiene mucho de empatía y, especialmente en casos duros como los que vemos en consulta con mucho paciente oncológico, esta visión ayuda». Begoña había experimentado mucho con diferentes disciplinas artísticas, retos en cada obra que ha ido regalando a familiares y amigos pero que nunca había pasado de la puerta de su casa. «No he expuesto, esta es mi primera exposición, pero es que quizás no me había atrevido por vergüenza, pero esta vez, al ser por el 125 aniversario, quería aportar mi grano de arena», señala.
En la niñez Jesús de la Gándara empezó a trabajar con alambres que encontraba en la calle. «Siempre he tenido mucha imagen tridimensional», cuenta. Ese juego se perdió en el tiempo hasta que, fallecido su padre de quien estaba distanciado, encontró esa alambre con la que jugó de niño a la que había colocado una peana. «No la recordaba ni mucho menos esperaba que mi padre lo hubiera puesto sobre una peana, ahí volví a experimentar, a hacer cosas, aprendí a soldar...».
Parte de eses juego de alambres lo presenta en forma de esculturas expuestas en la muestra. Ya protagonizó otra con su obra cuya venta de piezas se destinó a Cáritas. Entre las piezas una referencia a la maternidad y el indalo, figuras de alegorías sobre la fertilidad. En otra un buda adquirido en inda años atrás que, recrean la leyenda. «Dicen que Buda pensaba bajo un manzano rosa, la idea es que si te colocas debajo te inspira y aquí pues se refleja esas vueltas y vueltas sobre las que surgen las ideas», explica.
Ahora el paseo se convierte en una búsqueda o encuentro fortuito de alambres de hierro que, tiempo después, se transforman en algo simbólico. «Yo cojo hierros que me encuentro, los dejo en el sótano y pasan meses o años y, de repente un día veo la escultura, la idea y a la mañana siguiente me pongo», cuenta.
No le parece extraño al psiquiatra De la Gándara esta íntima relación de medicina y arte entre los galenos que viene desde antiguo. Expone tres razones. «Los médicos siempre hemos sido unos privilegiados, con acceso a los niveles altos de cultura y, además, respetados por los propios artistas con lo que esa tangencialidad se ha dado desde el renacimiento». Añade además que «nosotros, al estar en contacto con el sufrimiento y la muerte, requiere una compensación y la literatura o las artes plásticas te alivian». Pero también «porque cuando te sientas delante de un paciente enfermo, no solo se puede hablar de salud, les alivias con la frase de un libro, con esa sensibilidad que te da el arte». Y es que, cita a Dostoyevski, «la belleza salvará el mundo».