Casa Cuevas. Excelencia por tradición
En el corazón de la capital burgalesa resiste un negocio familiar que apuesta desde 1942 por la calidad del producto y la cercanía. Sus bandejas de embutidos son obras de artesanía
Poco imaginaba Natalio Cuevas cuando, allá por 1942, su decisión de cambiar los puestos en los mercados de abastos por una tienda en la que bregar día a día junto con Pura, su mujer, se iba a convertir en todo un símbolo. Un símbolo de resistencia, de tradición, de calidad, de amor al producto, la historia en sí misma de una familia volcada en revestir de valor añadido cada transacción en un negocio que, sin buscarlo, comanda hoy orgullosa Cristina Cuevas, nieta de Natalio y Pura.
Poco imaginaba Cristina, de hecho, que iba a encontrarse donde está cuando hace 24 años, recién licenciada en Psicología y con ansias de independencia económica decidió trabajar «en verano» en la tienda que ya entonces regentaban sus padres. Allí siguen hoy ellos, y ella. Santiago Cuevas tomó en los años ochenta las riendas del negocio que llevaba en vena desde niño. Maripaz -a la que conoció siendo modista de Serrano, el otro comercio de solera que aún perdura en la calle Santander, justo enfrente- había cruzado de acera tiempo antes y, juntos, se lanzaron a la aventura de mantener el negocio. Ha sido y es su vida. Todavía hoy cuando ni quieren hablar de retirarse, cediendo eso sí el protagonismo a Cristina, a la que escuchan con orgullo hablar de Casa Cuevas.
«Atendemos hoy en día a los nietos de aquellos que atendieron mis abuelos y a los hijos de los que atendían mis padres. La fidelidad es fundamental», relata ella, subrayando deliberadamente la palabra atender. Y es que además de por la calidad y la exclusividad del producto, una bandera en sí mismo, este comercio, a sus 81 añitos, apuesta por ‘diferenciarse’ con un trato cercano. «Aquí no se despacha, no me gusta nada esa palabra. Aquí se atiende», insiste Cuevas con una sonrisa que se reproduce, tímida, en el rostro de su madre, y se intuye en el de Santiago, entregado mientras a una de sus obras de artesanía. Porque solo así pueden denominarse las bandejas de embutido que prepara por encargo.
Porque Casa Cuevas no solo se distingue por su historia y su singular apuesta en tiempos de grandes superficies -cuya irrupción lo cambió todo y obligó a adaptarse para sobrevivir-, lo hace también y sobre todo por su producto. Corta se queda la apostilla de Alta Charcutería con la que se presentan. «Nos hemos especializado en el producto exclusivo, artesano y, si es posible, de proximidad. En lo que no se encuentra en los lineales de los supermercados, en las producciones pequeñas de empresas pequeñas, familiares la mayoría, que trabajan su producto como nadie. La calidad manda», explica Cristina. Lo confirma un vistazo a un mostrador repleto y meticulosamente ordenado desde el que llaman a voces cada queso, chorizo, lomo, salchichón, paté, morcilla... Sin escapatoria, en el extremo opuesto relucen conservas con denominación de origen y productos gourmet internacionales. «Aunque la apuesta principal es por lo cercano también ofrecemos marcas de prestigio mundial que no son fáciles de encontrar. Buscamos la exclusividad», indica la responsable de Casa Cuevas.
¿Producto estrella? Lo hay. «El jamón de Casalba», afirma rauda Cristina, rodeada de los ejemplares que presiden la tienda. «Es nuestro emblema, lo llamamos el jamón de la casa aunque no lo hacemos nosotros. Casalba es empresa familiar de Villamayor del Río con unos productos espectaculares», añade. La morcilla -de receta vinculada a la familia Cuevas aunque no son fabricantes- comparte tirón. «Ha viajado por el mundo entero», comenta divertida la ‘pequeña’ de los Cuevas, consciente de que el negocio es también embajador de su tierra. «Es un orgullo para mi familia», destaca.
Y es que además de esa clientela de tradición, el negocio es punto de encuentro de turistas nacionales e internacionales que, conocedores de lo que allí se ofrece, quieren llevarse con ellos un pedazo de la tierra. «Vienen muy informados, saben lo que quieren», relata Cristina, para puntualizar, no obstante, que no son mayoría. El cliente tipo es local, buena parte esporádico -aunque hay a quien su poder adquisitivo le permite hacer en Cuevas su compra habitual- que encuentra en este negocio de toda la vida ese capricho para un día especial o se avitualla para regresar fuera de su Burgos de origen. «Mucha gente vive fuera y compra para llevárselo, ya sea para consumo propio o para regalar», apostilla orgullosa la gerente que, paradojas de la vida, es la que menos años lleva en la empresa.
Lidia, que no es de la familia, pero casi, lleva tras el mostrador de Cuevas 35 años. “Somos tradicionales hasta para eso. A la gente le gusta el trato cercano que solo puede brindarte quien te conoce”, asegura la 'jefa' que, al tiempo, se encarga “de gestionar pedidos, solventar incidencias, limpiar” o ser pionera en el comercio online para constatar que un negocio como el suyo no está hecho para el mercado virtual. “Me lancé en 2008, yo sola, me costó muchísimo, pero no funcionó”, cuenta, satisfecha eso sí de haber digitalizado el sistema interno de la tienda, no sin resistencia familiar. “Eran tres contra uno, pero gané yo y nos ha facilitado mucho el trabajo”, añade.
Y así, adaptada al medio, presumiendo de producto en redes sociales "aunque sin bombardear" y proclamándose tienda 'petfriendly', Casa Cuevas pelea por sumar años a sus 82 y resistir contracorriente en tiempos de compras a distancia y recogidas sin bajar del coche.