FIESTAS DE SAN PEDRO
Buenos toros de Barral, éxito de 'El Cordobés'
Manuel Díaz sale a hombros de El Plantío el día de su cumpleaños. Seís toros de María José Barral. Bien presentados, parejos de hechuras. Nobles en distintos grados, de buen juego.
De buena lámina y bien hecha la corrida entera de Barral. Sin cohetes, pero aparentes los seis toros, que compusieron un encierro parejo y musculado. Con la raza justa, la fortaleza en el límite pero desarrollando nobleza, voluntad y algunos como el cuarto y el quinto, clase y templado recorrido. Corrida con posibles.
Sin tener mucha cuerda o por lo menos la precisa, se dejó hacer el lote de El Fandi, tercero y sexto.
El granadino brilló en dos tercios de banderillas espléndidos. Dominador, fácil, intuitivo, torero. A su primero, un par de poder a poder; otro, de dentro a fuera y un tercero al violín. Al sexto, dos de poder a poder, con cáracter, llegando mucho, exponiendo una barbaridad; y un último par, soberbio. Por todo. Por la manera de citar, de irse en corto, de darle todas las ventajas al toro. Por sus recursos, su bragueta y su oficio a punto estuvo de cortarle una oreja al noble pero irregular sexto. Sí se la cortó al tercero, que duró lo justo en la muleta. Entrega del granadino desde el principio en una labor mejor cimentada sobre la mano derecha.
La tarde fue de Manuel Díaz 'El Cordobés' que volvió hacer lo que suele desde hace más de tres lustros: celebrar su cumpleaños. Afanoso en la distancia corta con el primero, un toro sin clase ni empuje, al que toreó con viveza. Tiró de efectos especiales, al final. Lo mejor, la buena estocada con la que rúbricó. El toro que hizo cuarto entró entre los buenos de la corrida. Movilidad, nobleza, codicia y una determinante manera de ir a más durante la faena. El Cordobés inició su labor toreando en línea hasta que abierto en los medios, ligó tres series en redondo sobre la diestra. Se rompió entonces el toro, que humilló y se empleó. Fresco y ambicioso el diestro, que siguió toreando a gusto, templado, sin forzar al animal. Limpieza, seguridad, corazón y ambición. No faltaron circulares, alardes varios y una ración de rana para delirio del cónclave. De nuevo, anduvo facilísimo con la espada. Oreja. Se pidió otra.
Rivera Ordóñez no pasó de animoso con el segundo, un toro áspero y brusco. De viaje rebrincado, el toro ni se deslizó ni quiso nunca entregarse. El quinto fue el otro toro bueno de Barral. Pronto, con movilidad, estilo y franqueza. Tuvo la mismo virtud que el cuarto: siempre a más.
Rivera le saludó con buen aire de capa. Tomó los palos y cumplió un tercio sin espectacularidad pero de sobrados registros. Con la muleta, la faena tuvo compromiso, facilidad, oficio, soltura, ganas, suficiencia. Con las apreturas justas, compuso una labor más visual que profunda. En redondo, se estiró en una tanda, rematada con un pase de pecho mirando al tendido. Se metió el público en la faena, que no tuvo altura, pero sí entrega. Acabó de hinojos. Atacó con la espada y por dos veces pinchó en la suerte natural. Dos descabellos. Saludó una ovación. Sincera.