¿Cómo se ha conservado prácticamente íntegro el Pendón de las Navas de Tolosa?
El Pendón de las Navas de Tolosa se ha sometido a cuatro lavados de cara, el primero en la época de Carlos III. En la restauración de los años 50 se decide hacer dos copias, una la verás en la procesión de El Curpillos.
810 años han pasado desde que las tropas cristianas cogieran el pendón, más bien el dosel de la tienda del califa An-Narir en la batalla de las Navas de Tolosa, cogieran el tapiz como trofeo, según la tradición. Era 1212 y, desde entonces, la pieza se conserva en el Monasterio de las Huelgas de Burgos y desde 1331 procesiona en la fiesta de El Curpillos ¿Cómo ha podido conservarse prácticamente íntegro hasta 2022?
Para el historiador y guía del Museo de Telas Medievales de las Huelgas, Vidal Postigo, la razón por la que hoy podemos contemplar esta pieza preciosista, hecha entrelanzando hilos de oro y seda, es que al principio tuvo un uso concreto. Este tipo de tapices preciosistas se solían deshacer para obtener el oro. “Para que se haya conservado tan bien es una pieza que tendría que haber tenido algún uso, porque sin una función práctica estos textiles tan grandes y ricos se suelen fragmentar para sacarle mas rendimiento económico”, explica.
Pero la pieza tiene algunos daños. Los años pasan factura y ajan todo material orgánico o inorgánico. En casi un millar de años solo algunas piezas se han perdido. Las puedes ver si te acercas a la instalación donde se conserva el pendón original. Son pequeños trozos de tela, del mismo color que el entorno, pero completamente lisas. Están presentes en los círculos de la parte inferior, en los leones y en las lacerías que son la única representación figurativa de la pieza. "Sabemos que hay intervenciones desde hace siglos para mantenerlos" añade el historiador. En concreto cuatro.
La primera "fue fundamental". Uno de los cinco secretos del Pendón de las Navas de Tolosa es que tenía parte de abajo, lo que nos cuenta que era la puerta de una tienda y no un estandarte como tal. Y esa parte reversible, que replicaba la superior, se ha perdido con el tiempo. "En el siglo XVIII, con el rey Carlos III, se decide colocar un soporte textil en la parte trasera para soportar el textil antiguo que tenía ya muchos agujeros", relata Postigo.
Enmarcado y con añadidos
Otra intervención, más agresiva, se produjo en el siglo XIX. Entonces se optaba por adaptar la pieza al gusto de la época y "lo adornaron a la manera historicista, lo que le faltaba se lo inventaban para que quedara más o menos bien". Añadieron otros adornos, al gusto romántico y neobarroco de la época. Entonces cuanto más y bonito mejor y decidieron enmarcarlo. "Pusieron cenefas, cintas y la cosa quedaba supercuca pero no tenía nada que ver con lo original".
En los años 50 se pone solución a esa intervención tan invasiva. Se busca recuperar, de nuevo, la esencia en un símbolo que para la Dictadura franquista era más que una pieza de arte. En este momento se produce una "intervención muy intensa". Y se decide que no sale más al exterior. Para ello se elaboran dos réplicas. Una la verás procesionar cada año en la Fiesta del Curpillos. La otra se conserva en el Salón del Trono de la Diputación Foral de Navarra.
En cuanto al original se trasladó al Palacio Real de Madrid donde estaba la Real Fábrica de Tapices. Los Stuyck dirigían el centro y "cuando vieron el tapiz no se atrevieron a intervenir". Sí lo hicieron en la Escuela de Artes y Oficios Artísticos de Madrid por un equipo bajo la dirección de la profesora María Díez de Fernández Cuervo. La intervención consistió primero en retirar los añadidos del siglo XIX para recuperar el cuerpo medieval original. Se pone un forro por la parte trasera para unificar la pieza ya que el paso del tiempo estaba deshilachando algunas partes.
Volverá a pasar por 'chapa y pintura' al estilo textil en el año 1987, con motivo de la celebración del centenario del Monasterio de las Huelgas (1187). Esta intervención superficial tiene tras de sí una importante decisión. Al estar colgado el textil con cierto peso, este pesa 6,2 kilos, tienden a deformarse y rasgarse por la parte superior. "Por eso apostó por depositarlo en una superficie inclinada, apoyando todo el cuerpo de la pieza, para evitar que se rasgue o se malforme", añade Vidal Postigo. Así se expone desde entonces, hoy dentro de una vitrina de cristal que garantiza la condiciones de temperatura y humedad estable y con una luz baja.
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MARTA CASADO