ARLANZA
San Pedro de Arlanza, 1.200 años de historia
Este año se celebran los 1.200 años desde su erección como cenobio en el año 912 cuando, según la Historia, Gonzalo Fernández, conde castellano, ordenó su construcción
J. C. R. / Burgos
El año que ahora empieza es uno de los marcados en rojo en el calendario de la Historia. Se cumple el 1.200 aniversario de la fundación del más importante monasterio del sur de la provincia, San Pedro de Arlanza.
El cenobio fue erigido en el año 912 por Gonzalo Fernández como un lugar donde reposar tras su muerte.La cifra angustiosa del año 999 ya revoloteaba sobre los lugares y las personas. El fin del milenio era augurio del fin de la vida; del juicio eterno pronosticado en el Apocalipsis. Y San Pedro es un espacio apocalíptico. Su ubicación en el valle del Arlanza no es anecdótica. Los alquimistas del románico supieron colocarlo en un emplazamiento exclusivo; en el único lugar del mundo en el que debía estar: al fondo del valle, cerca del río y con un torreón desde el que se pudiera divisar toda la comarca.
Mito o leyenda, el lugar encierra misterio y preguntas que nadie ha sabido responder. La impresionante majestuosidad de lo que queda hoy, como los pilares de la iglesia, da a entender que San Pedro era algo más que una abadía. Los más viejos del lugar, aún relatan que oyeron decir a sus abuelos y éstos a los abuelos de sus tarabuelos que la biblioteca de la abadía era una de las más importantes del mundo por el número de sus volúmenes y por los títulos que atesoraba.
Y el lugar está repleto de leyendas que se imbrican unas con otras pero que dibujan una primera historia fantasiosa, cuando menos.
Una de esas leyendas relata que el joven Fernán González correteaba detrás de un jabalí herido por los montes cercanos a la cueva de San Pelayo. Allí se encontró con ese eremita sabio que le vaticinó su futuro como fundador de un nuevo reino, Castilla. En honor al santo se levantó la posterior capilla que lleva el nombre del anacoreta.
Realidad o leyenda, es una más de las cientos de historias que se cuentan sobre el monasterio más grande de toda la comarca; un imponente edificio que guarda con celo entre sus piedras un secreto que nadie se ha atrevido a descubrir. El viejo monasterio está ubicado en uno de esos lugares misteriosos, en mitad de una ruta llena de encantos, pero también de historias trágicas.
El medievo dejó la huella y la modernidad se llevó los restos. Cientos de lugareños aprovecharon la ruina en que quedó la abadía tras las desamortizaciones de los bienes de la Iglesia para llevarse, piedra a piedra, muchos de los restos. El Ayuntamiento de Burgos, en su tiempo, aprovechó estas piedras para encauzar el Arlanzón, cuenta el cronista de la provincia, Fray Valentín de la Cruz. Hasta el proyecto de presa del Arlanza se quiso llevar por delante toda la historia del viejo cenobio, cosa que finalmente no ocurrió. También cerca de San Pedro discurre una vieja calzada romana ya enterrada por el paso de los tiempos.