TRADICIONES
Los Jefes de Silos corren por el gallo
La fiesta declarada de interés turístico cumplió el guión por décimo quinto año
M. A. DE LA CRUZ / Silos
Santo Domingo de Silos, 12 de la mañana, por las calles del pueblo aparecen personajes vestidos con pieles de borrego y cargando numerosas esquilas y cencerros en la cintura. Estampa anacrónica pues Silos dejó de ser hace tiempo tierra de pastoreo, pero que rememora un pasado de zagales, pastores y rebaños ramoneando en los cercanos cerros de la villa.El ruidoso grupo se dirige a buscar en sus casas a los ‘Jefes’. Y si el grupo de los cencerros está fuera de lugar y desubicado en el tiempo, el de los Jefes es más irreal y extraño, pues vestimentas decimonónicas del ejército napoleónico se entremezclan con vestigios del ejército carlista. El costumbrismo de la zona también pone su nota en la estampa pues un tercer grupo compuesto por varones, cabezas de familia, están ataviados con la típica capa castellana; son los comisarios de la fiesta.
El nutrido grupo se va desplazando de casa en casa recogiendo a los diversos personajes que encarna a los Jefes. El monótono sonido del marcial tambor sirve de fondo a la algarabía de la música cencerril. Tras unirse al grupo el Cuchillón, el Abanderado y el Sargento, la comitiva se dirige al monasterio, donde son recibidos por la comunidad benedictina en el patio de San José, donde el abanderado hace gala de su pericia y se entona repetidas veces el grito emblemático de la fiesta: «Viva nuestra devoción al dulce nombre de Jesús y María». Más información en edición impresa