El Correo de Burgos

El litigio que hizo singular al retablo de Santa Clara

Localizado hace pocos años en Valladolid se recoge en 1.000 folios la disputa económica y artística en torno al retablo briviescano

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Burgos

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GERARDO GONZÁLEZ / Briviesca

Una de las singularidades del famoso retablo briviescano que alberga la iglesia de Santa Clara es la ausencia de policromía que, a la postre, le ha otorgado una vitola particular. La causa de esta falta de decoración, al igual que su contemporáneo del retablo de Santa Casilda de la colegiata de Briviesca, es tan simple como curioso ya que tiene su origen en una disputa principalmente económica.

De hecho hasta hace pocos años la historia completa e incluso la autoría de los retablos permanecía oculta en el archivo de la Real Chancillería de Valladolid en un voluminoso legajo de un millar de folios. El pleito comenzó en el año 1571 y duró tres años en los cuales se produjeron duros intercambios de opiniones entre artistas de gran renombre de la época que se posicionaban bien a favor del demandante, Pedro López de Gámiz, o del demandado el Condestable de Castilla. Cabe destacar que tras el largo proceso la Justicia dio su veredicto favorable al artista que, si bien lo consiguió la cifra reclamada en su totalidad, percibió 10.000 ducados por los doce años de trabajo que requirió la obra.

Por qué quedó sin policromar también se halla explicado en este litigio ya que con el trasfondo de una rivalidad entre Gámiz y Juan de Juni la cuestión se dirimió en el plano puramente económico tal y como deseaba el Condestable que heredó de su predecesor, Pedro Fernández de Velasco, la obra.  Juni en su declaración como testigo censuró la desmesura del retablo, que sobrepasaba todo lo razonable, tachándolo «como el más costoso de la cristiandad» apostillando que «en arte no es mejor ni tan bueno como otros muchos» cifrando su coste una vez policromado, en 25.500 ducados. Curiosamente el resto de los testigos, sin excepción, apuntan que el retablo era uno de los sobresalientes del Reino lo cual molestó a Juni ya que Gamiz había trabajado para él en alguna ocasión y los 14.000 ducados que pedía multiplicaban varias veces los precios cobrados habitualmente por el escultor galo.

A nivel histórico, este litigio ha permitido conocer con precisión no sólo la autoría del retablo sino todos los artistas que trabajaron en él durante su largo periodo constructivo. Así la paternidad del mirandés Gámiz quedó desestimada ya que, con gran detalle, se recoge que ejerció como contratista pero el grueso de la obra fue ejecutada por el vasco Juan de Anchieta que actuó como artista principal tanto en el retablo de Santa clara como en el de Las Once mil Vírgenes o de Santa Casilda.  Concretamente queda explicitado en la declaración de testigos del pleito en el cual Esteban Velasco en 1575 aclaró que «el retablo de las monjas de Briviesca lo había hecho Anchieta» confirmando la autoría del guipuzcoano en Santa Clara.

Esto permitió en buena medida que el retablo fuera pagado por el Condestable ya que, al conocerse las manos que lo habían tallado, hizo cambiar de criterio a Juni que alabó el trabajo y allanó el camino a los jueces. No obstante, su inconclusión es un recuerdo del pleito en el cual se mezclaron las rivalidades personales, los procesos de la Inquisición y las peleas entre distintas escuelas artísticas de la época.

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