El día en que Poza de la Sal enmudeció
El recuerdo de Félix Rodríguez de la Fuente sigue vivo 36 años después de su despedida en el pueblo que le vio nacer
Policarpio de la Fuente, Poli para los amigos, no se quita de la cabeza la mañana del 15 de febrero de 1980. Hacía frío y venía de dar de comer al ganado, como todos los días. Andaba pendiente de que el rebaño no se alterara cuando sufrió uno de los golpes más duros de toda su vida. Un vecino le comunicó la muerte de su mejor amigo, Félix Rodríguez de la Fuente. «Me lo han matado porque Félix no se ha podido morir. Ha pasado por mucho...».Treinta y seis años después, Poli recuerda a sus 86 años -pronto cumplirá los 87-, lo que sintió al enterarse del accidente de helicóptero en el que perdió la vida el pozano más ilustre de todos los tiempos. Félix Rodríguez de la Fuente fallecía en accidente aéreo en Alaska cuando intentaba cumplir otro de sus retos: filmar una carrera de trineo única en el mundo. «Es la hazaña que le quedó pendiente, nada se le resistía», añade Poli.Antonio Sanjuanes, de 82 años, tampoco se olvida de aquella mañana. «Se me vino el mundo abajo cuando me lo contaron. Andaba en el campo trabajando y no di crédito en horas», rememora otro de los grandes amigos del naturalista burgalés, con quien comenzó su andadura el autor de ‘El Hombre y la Tierra’ en el mundo de la cetrería «cuando no tenía nombre y nadie daba un duro porque amaestráramos a unos halcones». Finalmente lo consiguieron y su hazaña, protagonizada por el amigo Félix, daría la vuelta al país y parte del mundo.Poli y Antonio repasan una a una las instantáneas que guardan de «los mejores años de su vida», los que pasaron en Poza y en otros puntos de la provincia con su amigo ‘el Tarzán’. Así le apodaron ambos desde joven a tenor de la atlética figura del amigo de los animales. «Conseguía todo lo que se le pasaba por la cabeza, si tenía que hacer algo lo hacía, lo mismo que con los animales... Parece mentira...», relatan mientras ojean fotos de los años setenta en las que puede verse a Rodríguez de la Fuente conduciendo «uno de los mejores coches de España» por las calles de Poza.A su lado, sus inseparables amigos Poli y Antonio, de los que nunca se alejó pese a la distancia física que los separaba y de la fama del naturalista que fue in crecendo después de la emisión de ‘El Hombre y la Tierra’ en TVE.«Pasábamos muchos días juntos, ya que a él le encantaba venir a Poza y comer chuletas en mi bodega, que yo ya le tenía preparadas porque a Félix le encantaba contarnos las hazañas de sus viajes y recordar correrías de jóvenes. Vaya si hemos corrido...», asevera Poli. Añade que recuerdos se le vienen muchos a uno por la cabeza, especialmente los meses de trabajo de cetrería.Antonio recuerda que les encomendaron preparar las fiestas cidianas para Franco para las que querían a alguien que supiera de halcones, así que cada tarde alquilábamos por 3 pesetas dos bicis y nos íbamos a Busto de Bureba para seguir en nuestro empeño», explica. «Conseguimos amaestrar halcones aunque Franco nunca llegó a verlo porque nunca se celebraron».Confiesa que lo que Félix quería era darse a conocer en Madrid con la cetrería y lo consiguió, porque nunca conocí a una persona tan perseverante como él».Si hay algo que le gustaba a Rodríguez de la Fuente era pasear por el páramo, por lo que nada más llegar de Madrid me decía ‘vamos a dar un paseo que lo echo de menos’», indica Poli, lo que le hacía merecedor de las regañinas de su mujer hoy ya fallecida, «porque apenas me veía el pelo cuando veía a Poza mi querido amigo».Quienes le conocieron de cerca y compartieron algunas de las vivencias que marcaron al naturalista coinciden en «el amor» de Félix por el pueblo que le vio nacer, «donde venía cada año a entregar un premio a escolares y de paso a encontrarse con nosotros, pues confesaba echar de menos estar en familia», rememora. «Eso es lo que éramos para él, y él para nosotros. Familia».19 de marzo de 1980El Día del Padre de 1980 no se celebró en Poza de la Sal, en luto desde que se conociera la muerte de su más ilustre vecino. La jornada de duelo comenzó a las 13,30 horas cuando el coche con los restos mortales de Félix se dirigió hasta la parroquia municipal donde le esperaban miles de personas. «En mi vida he visto tanta gente en el pueblo como aquel día, no cabía un alma».Las crónicas de la época cifraron la asistencia a las honras fúnebres de Félix entre 5.000 y 10.000 personas, en una localidad que en aquel momento no superaba el millar, y que 36 años después cubre un censo de 250 personas, y que cubrieron medios nacionales e internacionales desplazados hasta Poza para retransmitir el sepelio. «Falló la megafonía y la gente esperó hasta acompañarle al cementerio». Multitudinaria comitiva, en la que además de los familiares y amigos más cercanos, se encontraban el gobernador civil y el alcalde de Burgos.«A mí me llamó la familia para que organizara todo el entierro e hiciese el papeleo para enterrarle junto a su padre en el panteón familiar, porque el golpe para la familia fue mucho mayor», asevera Poli, quien hace años que no tiene contacto con la viuda e hijas de Félix.Poli guarda en su particular álbum de vivencias dos instantáneas de tan amarga jornada, «pues tenía muchas más pero fueron desapareciendo según me las iban pidiendo periodistas y curiosos», añade el anciano, mientras recuerda «la cantidad de claveles rojos que volaron desde los balcones de las casas del pueblo para honrar a su vecino».Los restos mortales de Félix Rodríguez de la Fuente fueron trasladados en la madrugada del 13 de junio desde el cementerio municipal de Poza de la Sal hasta el de la capital burgalesa por deseo de su viuda, Genoveva Parmentier, desde donde el amigo de los animales aúlla a los lobos en un panteón que cada año visitan cientos de personas.