TROTABURGOS / PRADOLUENGO
La villa de las mil caras
A su glorioso pasado industrial, alimentado por el entorno, Pradoluengo añade otras razones para presumir: naturaleza, patrimonio y una agenda cargada de eventos de diversa índole
Al fondo de un verde valle ubicado en la vertiente norte de la Sierra de la Demanda se encuentra Pradoluengo, enclave próximo a La Rioja, que aúna riqueza histórica, patrimonial y empuje industrial de su producción textil.Cuentan que tribus celtibéricas como los autrigones y los berones pisaban ya aquellas tierras que en su nombre reflejan la disposición del propio núcleo, alargado, como le ‘pide’ la orografía de su entorno. De aquellos moradores prerromanos apenas si quedan testimonios y tampoco del paso de los vasallos de nobles castellanos que en la alta Edad Media repoblaron la zona, el grueso de procedencia alavesa y vizcaína, más allá de la proliferación de topónimos en euskera.Perteneció junto a otros lugares al mayorazgo de los Condestables de Castilla, del que se desligó ya en 1720 cuando por decreto de Felipe V -y previo pago como era menester- Pradoluengo adquiere el título de villa. A este apelativo se le sumarían apellidos de relevancia en los siglos posteriores.De su carácter industrial tuvo la culpa la bayeta. La greda -tierra empleada para absorber la grasa de la lana- ‘manaba’ del entorno y la corriente rápida y regular del río Oropesa alimentaba las ruedas hidráulicas que movían los batanes y posibilitaban la llegada de agua a los tintes. Después, este movimiento se aplicaría para impulsar las hilaturas mecánicas para dar forma al que fue el tejido que llevó por todo el país el nombre de este municipio burgalés.Con el siglo XIX la localidad asistió a su propia revolución industrial y alcanzó su máxima prosperidad. Sin embargo, llegó la crisis de ventas de aquel paño ‘de oro’ y la industria del lugar se vio obligada a reciclarse. Primero se especializó en boinas y fajas. Después llegaron los calcetines, prenda insignia hasta hoy, pese al azote que estos negocios han sufrido a causa de la crisis aún vigente y la feroz competencia de otros mercados. Baste recordar que en su época de auge en esta villa se fabricaban el 25% de los calcetines que se vendían en España.Con todo, Pradoluengo es mucho más que una ‘fábrica de calcetines’. También es patrimonio en piedra y vivo. Edificaciones de todo tipo dan fe de su riqueza. Palacetes y construcciones «de empaque» hablan de su pasado indiano y de la pujanza económica de los fabricantes textiles que impulsaron la economía local. A ellos se suman espacios religiosos, desde la iglesia parroquial de la Asunción de Nuestra Señora, que conserva retablos góticos del templo sobre el que se erigió y alberga los seis pasos que salen a las calles en Semana Santa, a la ermita en honor al patrón, San Roque, ubicada al norte del caso urbano y de la que existen mención en documentos desde el siglo XVII. Las ermitas de San Bartolomé -que fuera lugar de reunión del concejo del Valle de San Vicente en la Edad Media y Moderna- y de San Antonio, sede de la tradicional romería que cada 13 de junio reúne a los pradoluenguinos- sobresalen también en este ‘capítulo’.Y más. De la piedra a la comunidad, las gentes de esta villa -con querencia además por la naturaleza en general y la montaña en particular- se afanan por mantenerla en activo.Y este empeño se traduce en rutas -a pie de calle o por senderos- ideadas para encandilar a propios y extraños o en citas culturales de lo más variado. Teatro, música -especial mención merece la Banda de Música, que aún hoy «es una fiel cronista de múltiples aspectos de la vida social» del pueblo- animan una agenda en la que destaca el ya tradicional Encuentro de Malabares, que este año celebraba su décima edición.