El Correo de Burgos

Una joven mirandesa capta fondos para combatir la enfermedad de Lyme

Laura Rasines necesita 3.000 euros para seguir con su tratamiento en una clínica de Madrid

A sus 35 años, Laura Rasines lucha para revertir las secuelas de Lyme.-ECB

A sus 35 años, Laura Rasines lucha para revertir las secuelas de Lyme.-ECB

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«Nos quejamos de muchas cosas cuando realmente estar bien, poder andar o sentarte en un banco al sol no tiene precio». Así encara la vida Laura Rasines, la joven mirandesa que a principios de mes inició una campaña de crowdfunding con el objetivo de visibilizar la «epidémica» infección de Lyme, causada por la picadura de una garrapata y cuyos síntomas tienden a confundirse con «la esclerosis, la fibromialgia o el alzheimer». Su motivación también es económica, ya que el tratamiento de la enfermedad en estado crónico le supone un gasto aproximado de 3.000 euros cada tres meses en la clínica Gaia de Las Rozas bajo la supervisión de la doctora Carmen Navarro. Esa es, precisamente, la cantidad que pide a través de la red, la que «de momento nos va a salvar para poder ir a Madrid en diciembre».El viacrucis de Laura comenzó en otoño de 2015. Los «mareos» y afecciones «inexplicables» que los médicos no sabían diagnosticar se agravaron en abril del año pasado a raíz de una infección de orina. Aparte de sufrir una «ansiedad horrorosa», le costaba «hacer las cosas cotidianas del día a día». Sin embargo, todavía «podía hacer algo de vida normal» hasta que en octubre, tras quitarse unos empastes «que llevaban mercurio», se percató de que «casi no podía andar».Aunque algunos médicos le decían que «todo está en tu cabeza», la joven mirandesa sospechaba que su malestar obedecía a una enfermedad que nadie había sido capaz de detectar. Ya en abril de este año, siguiendo el consejo de una persona de su entorno, se sometió a una prueba de Lyme porque «los síntomas se parecían bastante». La aparición de anticuerpos en su sangre levantó las primeras sospechas y las muestras se enviaron a un laboratorio alemán especializado en enfermedades transmitidas por vectores. Al final, no solo se confirmó el positivo en Lyme, sino también en Babesia, una «prima hermana de la malaria que te deja sin oxígeno y con fatiga extrema». La vida de Laura se desmoronó por completo a partir de la trágica noticia. Su relación de pareja «se terminó» y no le quedó más remedio que volver a casa tras 17 años viviendo fuera. A sus padres, que son «bastante mayores», les costó asimilar la situación. «Poco a poco nos vamos recuperando, pero todavía hay mucho camino por delante», asegura decidida a luchar con todas sus fuerzas para revertir, en la medida de lo posible, las secuelas que la enfermedad ha dejado en su cuerpo. Lo que más desea, sin lugar a dudas, es volver a andar con normalidad, pues hoy en día necesita tener a mano una silla de ruedas debido a los problemas de movilidad derivados de la infección.Al principio, como la mayoría de pacientes, Laura se sometió a un tratamiento con antibióticos. El problema es que su cuerpo «no los admitía bien» y decidió apostar por una «terapia más natural», a base de hierbas antibióticas, sueros de vitaminas intravenosos e inmunoterapia. Por el momento, reconoce que su estado «va mejorando», aunque la «medicación es muy fuerte» porque también se somete a «tratamientos antimalaria». Respecto al elevado coste que debe afrontar, explica que aparte de los gastos de estancia durante una semana, transporte y atención in situ; hay que añadir las vacunas diarias y el testeo de los resultados en una clínica de Londres.A pesar de las vicisitudes que ha padecido y padecerá, Laura cree que la enfermedad le ha permitido «ver la vida de otra manera» y apreciar «las cosas sencillas». Asimismo, pretende «hacer un poco de fuerza» a través de la Asociación de Lyme Crónico España (ALCE) para que la sociedad tome conciencia del avance de una afección que en Estados Unidos registra «más de 400.000 casos nuevos al año», con «más incidencia que de sida o cáncer de mama» y presente «en todos los continentes menos en la Antártida». Al mismo tiempo, espera que la sanidad pública financie los tratamientos necesarios. «Vivimos una situación complicada porque la Seguridad Social no reconoce nuestra enfermedad», apostilla con la esperanza de que se tenga en cuenta el progresivo avance de esta infección.

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