‘Espiciencia’ sigue «haciendo comarca» a base de premios
La cantera científica de Las Merindades cierra su mejor año tras deslumbrar al astronauta Matthias Maurer, conquistar cimas e instalarse en Villarcayo y Villasana
En cualquier lugar del mundo se puede establecer una cantera de diamantes científicos en bruto. Tan solo hace falta conocimiento, pasión, un espacio adecuado para dar rienda suelta a la imaginación y un grupo de pupilos dispuestos a aprender experimentando. Puede parecer sencillo pero no lo es. Quizá la receta no requiera muchos ingredientes, pero hay que saber mezclarlos con acierto y tener paciencia para asegurarse una cocción a fuego lento capaz de enriquecer cada plato del menú. Cuando se logra, los límites desaparecen y los aprendices sorprenden constantemente a sus maestros. Lo sabe de sobra Bárbara de Aymerich, directora de Espiciencia, el juvenil centro formativo de Las Merindades que no deja de acumular premios y «brillar» en eventos internacionales. Por si fuera poco, su revolucionario proyecto educativo continúa creciendo de forma exponencial en la comarca. La base de operaciones se mantiene en Espinosa de los Monteros con 62 alumnos, pero tal es el éxito de su propuesta que no ha quedado más remedio que trasladar algunas clases a Villarcayo y Villasana de Mena. Empezó con seis chavales en 2010 y ha cerrado 2018 con más de un centenar. No cabe duda de que la iniciativa se ha «consolidado».Las nuevas generaciones del norte burgalés están en buenas manos, demuestran sus «ganas de hacer cosas» y cada día se les ve «más innovadores». La expansión de Espiciencia por Las Merindades surgió a petición de las asociaciones de madres y padres (Ampas) del colegio Nuestra Señora de las Altices y del instituto Merindades de Castilla. Varios de sus alumnos se desplazaban al ‘Silicon Valley’ de Espinosa y ambas solicitudes eran cuestión de tiempo. Por suerte, De Aymerich cuenta con un envidiable equipo docente que se sube al barco de la ciencia sople o no el viento a favor. Dicho y hecho, Joserra Oyanguren imparte clases de robótica y programación en Villasana mientras Gabriel Benito compagina el taller de Makers con la electrónica. De momento «no es tan Espiciencia» porque todavía «no es tan completo», reconoce la directora. Pero tiempo al tiempo, «por algo hemos empezado y parece que hay movimiento». Lo importante es que «estamos haciendo comarca» y poco a poco se va consiguiendo que «se nos conozca a nivel científico en todo el mundo».Buena parte de culpa la tienen las familias. La «implicación» de madres y padres en este proyecto educativo ha sido clave a lo largo de los últimos cursos. De Aymerich es consciente de que algunos realizan «verdaderos esfuerzos económicos» para que sus hijos viajen por toda España para recoger galardones o conocer a científicos de prestigio impresionados al ver tanto talento a tan temprana edad. Por eso Espiciencia trata de «buscar patrocinadores» dispuestos a financiar una serie de experiencias, vitales y científicas, que ayudan a «fomentar el espíritu» crítico e investigador de los genios del mañana. Al mismo tiempo, la directora del centro destaca el interés de los progenitores en las múltiples materias que se abordan en las clases. Y es que muchos se apuntan a talleres para echar un cable desde casa.Momentos inolvidablesSi 2017 ya fue espectacular, el último año ha superado todas las expectativas del equipo. De Aymerich no sabe por dónde empezar a la hora de hacer balance. Son tantos los triunfos, los momentos inolvidables y las sonrisas grupales que resulta prácticamente imposible establecer un orden de preferencia, aunque de entrada detalla, aún ilusionada, la felicitación pública de Matthias Maurer, astronauta de la Agencia Espacial Europea (ESA) y uno de los grandes puntales de la Estación Espacial Internacional. El «emocionante» encuentro tuvo lugar el 30 octubre durante la entrega de premios del Space Exploration Master en Bilbao. Espiciencia llegó a la final y el mismísimo Maurer reconoció sentirse sorprendido «por ser los más jóvenes del certamen y por nuestra iniciativa» mientras estampaba su firma en una camiseta de la escuela. No es de extrañar por tanto que la orgullosa maestra luzca esa instantánea en su foto de perfil de WhatsApp.Poco antes de esta cita, el centro espinosiego deslumbraba al jurado del Concurso Internacional de Ciencia y Tecnología de Viladecans. Los pupilos de De Aymerich triunfaron en las cinco categorías en las que participaban. Salieron a ganar y no volvieron de vacío: Premio en el apartado de ‘Ciencia, Ingeniería y Valores al Trabajo’ gracias a su aplicación móvil para luchar contra la despoblación y cinco menciones de honor. Casi nada.Cualquier centro educativo daría lo que fuera por lograr ambas gestas, pero no son las únicas proezas de Espiciencia en 2018. ¿Qué más se puede pedir a estas alturas de la película? Por ejemplo, que dos grupos de trabajo sean seleccionados para participar este curso en la Misión del Sincrotrón ALBA, el prodigioso acelerador de partículas español que brinda un sinfín de posibilidades en el campo de la microscopía, de la física cuántica o de la medicina. De momento, los alumnos de la escuela espinosiega han superado todas las pruebas de este innovador proyecto educativo y recibido sus correspondientes recompensas. El gran premio es la visita de un científico de renombre y los chavales, como es lógico, esperan noticias entusiasmados.Para rematar la jugada, nada mejor que la firma de dos importantes convenios con empresas punteras del sector tecnológico para las que el talento de Espiciencia no pasa desapercibido. Por un lado, el centro colaborará con el grupo Asti en el desarrollo de actividades Stem, acrónimo en inglés de Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas -CTIM en castellano-, disciplinas cada vez más interconectadas entre sí por su creciente demanda en el mercado laboral. Por otro, la compañía Smartick ha decidido contar con la cantera de Las Merindades para que se encargue de analizar las «ventajas» de la metodología empleada en su aplicación móvil para enseñar matemáticas «en un grupo en entorno rural».Y lo que quedaHincar los codos en Espiciencia no es una obligación sino un placer. Por ello, el equipo docente y sus más de 100 pequeños científicos no dejan de pensar en nuevas cimas por conquistar. La física y la química nos rodean aunque no lo parezca. Tener como mínimo unas nociones básicas resulta de gran utilidad para el desempeño de cualquier oficio. Lo van a comprobar próximamente los chavales en el ámbito de la peluquería gracias a una madre que quiere «aportar su granito de arena» mostrando una amplia gama de productos relacionados con la cosmética para, acto seguido, analizar «cómo los distintos champús en el mercado cambian las tonalidades de los tintes».En sintonía con la defensa de las tradiciones rurales para frenar la sangría demográfica en la zona, De Aymerich pretende «potenciar los juegos tradicionales» de la comarca como los bolos o el tejo promoviendo un intercambio mutuo de conocimiento: los mayores enseñarán las reglas del juego para evitar que no caigan en el olvido mientras los peques les muestran la influencia de la «modificación de las propiedades físicas y químicas de los elementos» necesarios para la práctica de la actividad.No es la única iniciativa orientada al «intercambio generacional». Gracias a Sebastián, alumno de De Aymerich en la Universidad de la Experiencia, los futuros Einstein de Las Merindades están descubriendo los entresijos y la historia de la exploración espacial. Lo que más les gusta es hacer maquetas. Se atrevieron con el Sputnik y ahora van a por el Apolo. El nuevo maestro está «encantado» aunque jamás había dado clase. Ha despertado una nueva pasión y parece dispuesto a seguir compartiendo sus vastos conocimientos en la materia.Mientras tanto, los proyectos en cartera se acumulan. Le vendría de perlas a la directora de Espiciencia que los días durasen el doble. Los alumnos tienen por delante su segundo libro digital de experimentos, nuevos planteamientos cinematográficos y visitas confirmadas a varios eventos científicos de prestigio. En casa le dicen a modo de broma que no se meta en «más líos», pero De Aymerich no puede dejarlo. Le llena saber que sus ‘niños’ continúan aprendiendo «con la misma ilusión» que el primer día.