REIVINDICACIÓN
El campo invade la capital para pedir el apoyo de los ciudadanos
Más de 2.000 personas y 30 tractores recorrieron ayer la ciudad para pedir precios más justos, más control de exportaciones y a la sociedad que no les criminalice
«Hoy sí que está la España vaciada...», afirmaban ayer a gritos los más de 2.000 agricultores y ganaderos burgaleses que con más de 30 tractores como transporte elegido por algunos de ellos, paralizaron ayer la vida de la capital para mostrar su hartazgo ante las decisiones de unas administraciones «que no hacen más que ponernos trabas en lugar de pelear por el sector primario español». Y su malestar ante las críticas de una sociedad «para la que nosotros seguimos estando ahí como siempre, realizando un trabajo en el campo cuyos frutos suponen más del 90% de su alimentación».
Así lo afirmaban ayer los responsables de las agrupaciones agrarias de UPA, COAG y ASAJA (Gabriel Delgado, Cristian Martínez y Esteban Martínez respectivamente), quienes encabezaban la manifestación conjunta tras la pancarta en la que se podía leer la petición unánime del sector primario: ‘Precios dignos y más respeto al medio rural’.
Grito común de los miles de profesionales de toda edad que ayer se dieron cita en la Subdelegación de Gobierno, desde donde partieron a las 11 de la mañana hacia la segunda de las sedes institucionales, la Junta de Castilla y León, para poder gritar a todo pulmón ‘Nos somos españoles de segunda, somos agricultores de primera’ captando así durante más de 3 horas la atención del mismo público al que piden ayuda, y sobre todo apoyo para seguir realizando su trabajo en el mundo rural.
Y es que el coordinador provincial de COAG, Cristian Martínez, destaca sobre todo «el cabreo de los profesionales con el gobierno porque mientras nosotros sólo buscamos seguir en el medio que nos gusta y haciendo lo que nos gusta, ellos permiten que se no paguen por nuestros productos precios de hace 30 años, y no piensen en cargarnos con una fiscalidad que nos pueda compensar frente a los innumerables gastos que sin embargo no paran nunca de crecer».
Y es que, como remarca -con el acuerdo de quienes le flanquean-, «no estamos pidiendo que nadie haga nuestro trabajo sino que ya que lo hago, no tener casi que llegar a pagar por ello al ver cómo suben los salarios, los precios del combustible o los de las piezas de tractores que se nos obliga a mejorar -aunque estamos orgullosos de tener uno de los parques de maquinaria agrícola más modernos de Europa-». Y todo a cambio «de no encontrarnos más que trabas de todo tipo», recrimina.
Junto a él, Esteban Martínez aboga por facilitar, «de verdad», la llegada de gente joven, «ya que es el futuro de un sector cada vez más veterano por lo que debe cuidarse a aquél que llega con ganas para quedarse» y continuar con una labor omnipresente en el día a día. «No hay más que verlo al sentarse a la mesa, donde más del 90% de los productos que están sobre ella provienen del campo». Por ello, cree que la sociedad no está en verdad sensibilizada con la importancia del sector primario en la vida en general, «al no entender que los agricultores y ganaderos reciben unos pagos compensatorios por una labor que da lugar a productos de muy buena calidad nacidos en su entorno, para los que se buscan unos precios razonables que los hagan sobre todo accesibles a todos los públicos», remarca.
Por ello confiesa no entender las quejas que ahora les demonizan a ellos, a estas ayudas y con ello a la propia labor del campo, «en el que todos y cada uno de los ciudadanos tenemos raíces a través de padres, abuelos o antepasados más lejanos, y que sin embargo estamos perdiendo al ser cada vez más grande la distancia entre las ciudades y el mundo rural», lamentó.
«Mundo rural del que somos nosotros los primeros protectores con nuestros ganados que al pastar limpian los montes ayudando a evitar incendios; o cumpliendo la normativa vigente con la que se cuida al animal pero sobre todo se vela por el cuidado del ciudadano», defiende junto a ambos Delgado, responsable provincial de UPA. «Y todo para que nuestras administraciones permitan luego la entrada de productos con menor calidad y mucho menor control sanitario, o se nos acuse de ser contaminantes cuando somos quienes alimentamos a toda la sociedad, generamos empleo y mantenemos el mundo rural vivo de verdad».