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PROVINCIA

Los apicultores sufren robos de colmenas y la trashumancia ilegal

Exigen mayor dureza en control y multas ««pues hay cientos de colmenas sin permisos en la provincia en una temporada de miel que creemos poder salvar»

Los apicultores burgaleses confiesan sentirse abandonados a pesar de que su labor es vital en el mundo rural. ECB

Publicado por
M. M.
Burgos

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El robo de colmenas y la colocación de otras trashumantes sin control ni permisos son dos complicaciones más con las que se están enfrentando este verano los apicultores burgaleses, quienes tras «una primavera ideal en lluvias y floración pero un final de junio frío que tiró por tierra todo lo ganado», se muestran a pesar de todo optimistas, «ya que de forma generalizada creemos que en la provincia se salva la temporada», aunque no se atreven a dar cifras.Quien así lo afirma es la apicultora espinosiega Yolanda Martínez, vicepresidenta a su vez de la Asociación de Apicultores de Burgos (Asopibur), quien se ha encontrado recientemente con estas dos desagradables sorpresas en algunas de sus parcelas, donde le han robado 30 colmenas de las 60 que suele tener en esa zona. Situaciones - junto al reclamo de un plan de lucha eficiente contra la avispa asiatica, cuyo peligro tristemente activo esperan que se acreciente a partir de septiembre-, sobre las cuales llevan años llamando la atención a la Junta y pidiéndole que lleve a cabo medidas al respecto para proteger a los apicultores profesionales. Y no sólo porque esta actividad suponga la base de las economías domésticas de muchos de los cientos de productores existentes en la provincia.«Sino también porque cuidando la apicultura se vela por que los campos puedan ver sus cultivos polinizados, «y el sector primario ofrezca sus productos al ciudadano, esenciales para toda la sociedad como ha quedado más que claro en este período de pandemia y eso sí supone una prioridad para todo el país», reividica.Remarca que se sienten solos pues como insiste, «estamos pidiendo a la Junta que se mejore la actual ley regional sobre apicultura, cuya permisividad hace que los apicultores estantes que cuidamos todo el año de las abejas veamos cómo estas tienen problemas para alimentarse por dicha trashumancia incontrolada, porque las miles que llegan hacen uso de nuestros campos, dejando sin alimento a las locales».  Algo que si bien entienden (que vengan pues en sus regiones ya no hay flores, y los campos burgaleses son de tardía floración y especialmente ricos en especies florales), «que lo hagan pero con respeto hacia los que aquí vivimos de esta actividad», reprocha, tras haber presentado denuncia ante el Seprona.A la vez que pide endurecer las multas a estos infractores, «ya que por traer cientos de colmenas puede suponerles apenas unos cientos de euros, cuando a cambio la producción de miel que lograrán posteriormente podrá superar los 6.000-7.000 euros de ganancia», critica. «Mientras a nosotros nos queda el riesgo que supone que las abejas locales comiencen el otoño invierno con menos alimento almacenado, lo que causará la muerte de muchas de ellas en invierno».Martínez confiesa que se sienten completamente abandonados,«pues no se pide que se pongan a elaborar nuevas leyes sino que mejoren lo que ya hay o tomen ejemplo de otras comunidades como la cántabra, cuya normativa es mucho más lógica al atender por igual a los productores trashumantes y a los estantes», reclama. Sin feria de la mielProblemas a los que se ha sumado la suspensión de la Feria de la miel de brezo que desde hace más de una década se celebra cada verano en Espinosa de los Monteros. Y es que vieron que podría ser un peligro celebrarla ante la pervivencia del coronavirus, «ya que cada edición iba ganando en público y en productores que venían, así que aunque estaba todo listo para este fin de semana preferimos suspenderla a pesar de ser uno de los principales escaparates para dar a conocer tanto el trabajo de los apicultores como los productos que elaboramos».   Además de todos aquellos preparativos en los que ya se encuentran inmerosos los apicultores, de cara a los momentos de más trabajo del año como es el inicio de la cata y la recoleción a finales de agosto y principios de septiembre, «en que además estamos viendo que la varroa sigue siendo un peligro creciente contra la que estamos llevando acabo tratamientos ya que este fuerte calor, que encima se alarga en el tiempo dando lugar a septiembres y octubres aún calidos, da lugar a malformaciones en las abejas que las impide afrontar y resistir el invierno», explica la experta burgalesa. Factores a los que se une finalmente, la necesidad de mantener la mirada puesta en el cielo a la espera de la deseada lluvia que acabe con la actual sequía, «y ayude a mantener las flores pero también para refrescarse las propias abejas y refrescar las colmenas».