HISTORIA
El título de Felipe V que cambió el destino de Pradoluengo
Hace 300 años, Felipe V concedió a Pradoluengo el título de Villa / Cada vecino pagó 16 ducados por la Real Cédula para «desligarse de las gabelas impuestas por los Velasco»
La efeméride pasó completamente desapercibida para la gran mayoría. Bastante tenían los vecinos e hijos de Pradoluengo, como el resto del mundo, con afrontar el recién impuesto confinamiento por culpa de una inesperada pandemia. Aunque hubiese sido lo suyo, el pueblo no lució sus mejores galas el pasado 21 de marzo para festejar una cifra redonda: el 300 aniversario de la Real Cédula de Felipe V que confirió a la localidad el título de Villa. Fue ese mismo día, tal y como precisa el historiador y docente de la Universidad de Burgos (UBU), Juanjo Martín, cuando «se celebró la jornada de ‘autos’ en la que se otorgó al viejo lugar el villazgo, que no era otra cosa que su exención de la jurisdicción civil y criminal que ejercía sobre ella el alcalde mayor de Cerezo de Río Tirón en nombre de los Duques de Frías».
Aquella declaración marcaría un antes y un después para un municipio que siempre se ha caracterizado por el orgullo de sus paisanos cuando se refieren a él. La villa, famosa por su otrora poderío textil, conserva y ensalza su título cada vez que vende sus encantos al exterior. Una pena, por tanto, que no se pudiese celebrar -como mínimo- un pequeño acto institucional para conmemorar la fecha. En cualquier caso, nunca es tarde porque los 300 años del villazgo perdurarán a lo largo de este raro y aciago 2020. Y para que ningún pradoluenguino se olvide del aniversario, qué mejor que recurrir a las redes sociales. Consciente de su potencial altavoz, el dinamizador cultural local, Lorenzo Arribas, difundió a través de Youtube un emotivo homenaje a su tierra sin olvidarse del 21 de marzo de 1720. La entradilla de la voz en off, inmejorable, recoge unas emotivas líneas del escritor burgalés Carlos de la Sierra: Anochece. El viajero, cansado, retorna al hogar. Allí, junto a los suyos, recuerda el viaje a Pradoluengo. Sentado ante un fuego, adormecido, seguirá soñando con la belleza.
La historia de Pradoluengo antes del villazgo no se puede escribir sin los Velasco, "nobles enriquecidos mediante las mercedes enriqueñas" con una amplia colección de títulos, entre los que destacan los de Condestables de Castilla, Condes de Haro y Duques de Frías. La incipiente localidad textil, enmarcada hasta entonces en la circunscripción del Valle de San Vicente, se encontraba bajo su dominio como tantas otras del entorno. «Mediante compras y presiones en un proceso refeudalizador se hicieron con heredades y jurisdicciones durante los siglos XV y XVI», detalla Martín a sabiendas de que su «largo camino» entró en declive durante los primeros compases del siglo XVIII por «las políticas de una nueva Casa Real: los Borbones».
«Se dijo que Pradoluengo contaba con tan solo 36 vecinos cuando superaba en más de cuatro veces esa cifra. El rey Felipe V se dio por satisfecho»
La concesión resultaba satisfactoria para el pueblo y para la propia monarquía. Los primeros no ocultaban su «interés» por «desligarse de las gabelas impuestas durante más de 200 años por los Velasco». Los Borbones, por su parte, ansiaban sobremanera obtener ingresos para sus «exhaustas arcas». La picaresca popular, la misma que Pascual Madoz pasaría por alto un siglo después, estuvo muy presente a la hora de cerrar el acuerdo. «Con la consiguiente y sempiterna declaración fraudulenta del número de vecinos, ya que se dijo que Pradoluengo contaba con tan solo 36 cuando superaba en más de cuatro veces esa cifra, el rey Felipe V se dio por satisfecho con los 16 ducados de vellón que cada vecino pagó por el título». Entretanto, los Velasco trataron de recuperar sus privilegios mediante una serie de causas judiciales que «no tuvieron mucho recorrido».
Tras su oficial declaración como villa, la localidad experimentó un considerable crecimiento de su censo «al calor de esa ‘independencia’ jurisdiccional que permitía un mayor control por parte de los pradoluenguinos de sus destinos». Además, por aquellas mismas fechas entraría en escena un nuevo tejido que resultaría «clave» para la consolidación de un pequeño y bien avenido imperio textil que puso al pueblo en el mapa. Gracias a la bayeta, qué duda cabe, Pradoluengo «se convirtió en un centro productor de referencia de la industria lanera castellana y española». Dicho legado, siempre omnipresente hasta el día de hoy, se resiste a caer en el olvido aunque las administraciones no estén muy por la labor de implicarse en su mantenimiento y puesta en valor.
Con la Real Cédula llegaría el permiso para instalar los símbolos jurisdiccionales correspondientes: «horca, picota, cuchillo, cárcel, cepo y azote». Según señala Martín, «la horca se colocó mediante tres palos en la antiquísima fuente de Larrenguna, bautizada originalmente así en los siglos altomedievales por los repobladores vizcaínos y alaveses». Para la picota, se optó por la ermita de San Bartolomé, en el término de Ordunte, porque «desde tiempo inmemorial celebraban todos los pueblos del Valle las reuniones de su concejo». En su opinión, «bien merecería en la actualidad una restauración al cumplirse tres siglos de esta importante concesión». Por otro lado, el historiador advierte la posibilidad de que «se colocase un rollo jurisdiccional en la que hoy en día subsiste y se conoce como Fuente Bollo».