Preocupación por la caída de cascotes de la Iglesia de Fuentespina
El Ayuntamiento enviará un escrito al Arzobispado
Tras comprobar por un vecino que están cayendo a la calle cascotes de la Iglesia de San Miguel, la alcaldesa de Fuentespina, María Josefa Mato Ramírez, va a remitir un escrito al Arzobispado de Burgos para que como entidad propietaria del edificio se haga cargo de la rehabilitación. «Hay tres grietas y la verdad que nos preocupa», apremia la regidora ante la atenta mirada del vecino que no dudó en llevar, ayer por la mañana, las piedras al Ayuntamiento. «Cayeron justo a mi lado en esta zona del costado», detallaba el hombre, con temor porque «una piedra de estas te da en la cabeza y te mata».Datada en los siglos XVII y XVIII y situada en pleno centro, la Iglesia de San Miguel es fruto de un largo proceso histórico en el que perviven estructuras de fábrica bajo medieval. Ampliada y actualizada en el siglo XVII, las actuaciones llevadas a cabo fueron tan singulares que la trasformaron, consolidándola como un gran edificio de características barrocas, donde resalta la torre, que identifica a Fuentespina en la lejanía. Desde la parroquia, su portavoz mostraba su sorpresa al conocer la noticia por este medio de comunicación. «Acabo de llegar a Aranda y no sé nada pero si ha ocurrido, llamaré al Arzobispado para que venga el arquitecto», subrayaba el párroco.ErmitaLa alcaldesa extiende su preocupación a la ermita de la Santísima Trinidad o del Padre Eterno. Y es que, desde que la Iglesia logró la titularidad en los tribunales, inquieta en el Consistorio la falta de mantenimiento. «Nosotros ya no podemos hacer nada porque no es propiedad del Ayuntamiento y es una pena porque el tejado está muy mal», explica la regidora con tristeza ante el deterioro de esta ermita declarada Bien de Interés Cultural.La historia de este litigio se remonta al año 2015 cuando el Juzgado de Primera Instancia de Aranda de Duero dio la razón a la parroquia de Fuentespina al considerar que la titularidad pertenecía al Arzobispado y no al Ayuntamiento de Fuentespina, que lo había puesto a su nombre ocho años antes. Según explica la alcaldesa, cuando su predecesor político formalizó el registro, la iniciativa estaba respaldada por la toda la documentación que demostraba que la construcción de la ermita salió del esfuerzo de vecinos «con nombre y apellidos». De hecho, el Ayuntamiento ha ido sufragando todos los gastos de rehabilitación como cuando se acometió el arreglo de parte del tejado o del retablo. Sin embargo, tanto el Juzgado arandino como la Audiencia provincial y en última instancia, el propio Tribunal Supremo anularon la inscripción registral de un inmueble que desde entonces pertenece oficialmente a la Iglesia.En su argumentación, la Justicia considera probado que desde que constan referencias documentales desde hace más de cuatro siglos, ha estado en posesión continuada en el uso y la tenencia por la Iglesia, al menos desde el año 1602 (en la testifical constan acreditadas visitas pastorales desde esa fecha) y se ha destinado al culto católico desde su construcción. En su defensa, el arzobispado presentó además otras pruebas como la contratación del suministro eléctrico en 1969, por parte de la parroquia, o el papel que jugó el párroco, Cándido Manso, al solicitar la incoación de expediente de declaración de Bien de Interés Cultural para la ermita. En cuanto a las intervenciones que ha hecho históricamente el Ayuntamiento, el arzobispado entiende que son subvenciones enmarcadas dentro del contexto de las competencias que los poderes públicos tienen de garantizar la conservación del patrimonio, tal y como determina el artículo 46 de la Constitución, donde se afirma que los «poderes públicos garantizarán la conservación y promoverán el enriquecimiento del patrimonio histórico, cultural y artístico de los pueblos de España y de los bienes que lo integran, cualquiera que sea su régimen jurídico y su titularidad».La ermita de la Santísima Trinidad o como se conoce en la zona, la ermita del Padre Eterno, es uno de los ejemplos de ermitas barrocas de la provincia. Datada en el siglo XVII fue construida por devoción popular con la Cofradía de la Santísima Trinidad. Los trabajos de remodelación más importantes se llevaron a cabo en la segunda mitad del pasado siglo, cuando se repararon los destrozos sufridos en la Guerra Civil, en la que el edificio fue utilizado como polvorín. La ermita fue declarada Bien de Interés Cultural con categoría de Monumento, el 9 de abril de 1992.