Ribera
Emergencias Aranda se reforzará con dos nuevas ambulancias
Se ubicarán en Boceguillas y en Salas de los Infantes. Los trabajadores insisten en que junto a las ambulancias, faltan médicos y dignificar una sede pequeña, obsoleta y sin apenas ventilación.
Tras años muy limitados por la falta de recursos, por fin llegan refuerzos. A las dos ambulancias de Emergencias que a día de hoy hay en Aranda –una medicalizada y una básica-, más de la Roa, que solo funciona hasta las 21.00 horas; se unirán el año que viene otra dos: una en Boceguillas y otra en Salas de los Infantes. “Hace mucha falta”, asegura la coordinadora de la base arandina, Conchi Medina Campillo, esperanzada porque los planes de la Junta pasan por terminar el año 2024 con otras 42 ambulancias nuevas para el servicio de Emergencias de Castilla y León.Y es que, a pesar de los escasos recursos, el ámbito de actuación es extenso al cubrir 50 kilómetros a la redonda. Así aunque tienen sede en Aranda de Duero llegan a municipios de Segovia, Soria, Huerta del Rey o Peñafiel, entre otros muchos. “Somos la única unidad medicalizada”, asegura está médico, a sabiendas de que dada la limitación actual, los avisos se miran mucho para mover esta ambulancia solo cuando es necesario.Si la escasez de ambulancias preocupa, también lo hace la falta de médicos. “En Aranda debíamos de ser seis pero somos cinco y seis enfermeras, pero al tener déficit en todas las bases ayudamos a cubrir”, indica con la mirada puesta en Burgos donde han estado con tres de los seis médicos.Entrados en detalle, en Aranda hay dos unidades, una Unidad Medicalizada de Emergencias (UME) y una Unidad de Soporte Vital Básico (USVB). En la UME van médico, enfermera y dos técnicos de emergencias sanitarias, uno de ellos conductor, que dependen de la empresa adjudicataria del contrato de transporte sanitario terrestre. En cuanto a la USVB, van dos técnicos de emergencias sanitarias, que también dependen de la empresa adjudicataria.Diferencia entre emergencia y urgenciaEs importante, advierte, diferenciar entre emergencia, que no requiere un médico urgente y una urgencia, que es una patología en la que el paciente corre el riesgo de perder la vida en un plazo inferior a seis o tres horas.Cuando entra una llamada en el teléfono 112, el operativo se pone en marcha. En cuanto el 112 detecta que es un problema sanitario trasladan la llamada al Centro Coordinador de Urgencias de Sacyl, que está en Valladolid. Desde ahí se coordinan todos los recursos que Sacyl destina a la atención urgente extra-hospitalaria: todas las ambulancias que dependen de la Gerencia de Emergencias Sanitarias y los profesionales de Atención Primaria. “Cuando se verifican datos, vital para poder llegar al lugar, el médico o enfermera regulador decide qué tipo de recurso hay que movilizar. Puede ir Atención Primaria, si no es urgente; puede ir una USVB, si no es urgente pero necesita atención hospitalaria y si es grave, se activa a la UME”, explica.En el interior, aunque el peso de la atención lo lleva el médico junto a la enfermera, los dos técnicos que completan el equipo, actúan de auxiliares y conocen las técnicas sanitarias para ayudar a los sanitarios. Todo tiene que ser coordinado.Si el paciente se encuentra en vía pública, lo primero es garantizar la seguridad y proteger al paciente de los curiosos y el bullicio que suele concentrarse alrededor. “Aquí al no tener hospital de campaña no hay privacidad”, lamenta a sabiendas de que para estos casos suelen contar con la ayuda de la Policía o Guardia Civil.Tras comprobar si está consciente o no, empieza una evaluación y una atención que tira mucho de psicología. “Lo normal es que esté nervioso. Hay que tranquilizarle para que el proceso sea más fácil”.Tras trabajar durante un tiempo en el Centro Coordinador de Urgencias, ella lo tiene claro: es menos estresante estar a pie de campo que decidir “qué tiene que ir a qué”. Pero luego, hay días muy difíciles en los que el paciente no sobrevive y hay que notificar el fallecimiento a una familia que aguarda a apenas unos metros. “Es muy difícil y creo que en este campo debería haber más formación. Yo en mi caso hice un curso para dar malas noticias que me sirvió mucho pero es duro”, admite a sabiendas de que el 90% pide despedirse de su ser querido. “Yo creo que para el duelo es importante”.Si el paciente es un niño y no está grave, suelen dejar a uno de los padres acompañarles dentro de la ambulancia, pero no es un permiso garantizado. Depende de cada caso. “Hay que valorarlo todo porque si se complica en un momento, la madre o el padre pueden dificultar la atención sanitaria”.Si hay un ictus o infarto, las directrices están marcadas. Si es un infarto, lo normal es ir a Burgos directamente. “Ahora ha cambiado el código y nosotros decidimos qué tipo de terapia debe recibir. Hay dos tratamientos, uno en vena que lo podemos suministrar nosotros o en Aranda y con el que el paciente gana 24 horas para el cateterismo y otro que requiere de un cateterismo, que solo se realiza en Burgos”, informa.En caso de Ictus es preciso parar primero en el hospital Santos Reyes para hacer un escáner, la única forma de confirmar el diagnóstico. En Aranda está el Teleictus, que permite interactuar con el especialista de Burgos y poner aquí el tratamiento en vena, antes de derivarlo al HUBU con una ambulancia ya interhospitalaria.El 90% de los avisos tienen relación con síncopes. “A eso hay que ir siempre porque puede ser una lipotimia sin más, pero también puede esconder un infarto, un ictus o una arritmia grave”, explica mientras recuerda la primera ola de la pandemia, cuando aumentó el número de infartos y de ictus. “Con esta nueva mutación el colapso está en Primaria. Nosotros tenemos ahora mucha menos carga porque este nuevo virus no suele conllevar patologías urgentes”.Nada que ver con la primera ola, cuando “en muy poco tiempo los pacientes precisaban de intubación”. “Fue una época muy difícil para nosotros porque había mucho miedo y muchísimo trabajo. Afortunadamente, la gerencia se preocupó y ocupó de que no nos faltara material de protección y eso se agradece”, destaca a sabiendas de que en otras áreas muchos médicos y profesionales sanitarios tuvieron que acudir a las famosas bolsas de basura.En su caso personal, como mujer divorciada y madre de dos hijos, dejó a los niños en casa de su ex marido. “Estuve sin verles casi tres meses porque me daba miedo contagiarles. Luego cogí el Covid y solo cuando lo pasé pude verles porque ya no había riesgo. Fue terrible”, rememora.Una sede demasiado pequeña y sin ventilaciónA día de hoy, las reivindicaciones están claras: faltan médicos pero también hay que resolver la precariedad de una sede pequeña, sin apenas ventilación y con unos baños “que están muy mal”. “Nos dan largas porque se supone que va a haber una súper base en el hospital nuevo, pero la verdad es que hace mucha falta porque dormimos casi unos encima de otros”, relata al recordar que en el hospital, los sanitarios cuentan con habitación individual; “nada que ver”.Si ellos están en condiciones precarias, más lo están los que dependen de la subcontrata del Sacyl: en una habitación sin ventana. Aunque los médicos del SACYL cobran igual que los hospitales, los enfermeros no cobran nocturnidad ni por festivos. “Eso habría que arreglarlo”, señala sin olvidar a los técnicos, que están calificados de camilleros porque lo que se ven penalizados en el convenio.Hasta que los refuerzos lleguen, la coordinadora del departamento de Emergencias de Aranda insiste en la importancia de utilizar este servicio de forma correcta. “Si no es urgente y se puede desplazar uno al hospital es mejor que no nos llame porque al haber pocos medios podemos poner en riesgo un aviso de gravedad”, apremia mientras pone como ejemplo la llamada de una mujer que iba a tener a su primer hijo. “Había roto aguas y podía haber ido en coche tranquilamente”.