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Ganadería

“Quiero ser ganadero y por ello estudio para que no sea a cualquier precio”

Mientras unos y otros buscan soluciones para garantizar un relevo generacional que cada vez está más en el aire, jóvenes como David Álvarez reivindican su sitio como futuro ganadero de Castilla y León.

David estudia para ser un ganadero rentable y "con vida"

Publicado por
Loreto Velázquez
Aranda

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David Álvarez lo tiene claro: quiere seguir el legado familiar que inició su abuelo con la ganadería pero también sabe que no lo hará a cualquier precio. Por eso estudia una doble ingeniería para modernizar su explotación y tener una mejor calidad de vida como profesional. Como familia proveedora de Pascual, David ha sido uno de los jóvenes becados por la compañía láctea dentro de su nuevo programa formativo.

David es el nieto del promotor de una explotación ganadera que cuenta en Mave (Aguilar de Campoo- Palencia) con cien hectáreas y 570 animales. Con un negocio enfocado a la venta de leche, el cultivo de forrajes se orienta en exclusividad a la manutención de la cabaña. “Ahora lo llevan mi tío y mi padre. Mi abuelo, aunque tiene 90 años sigue yendo todos los días y yo me uniré en cuanto termine este verano mis estudios”.

Con 57 y 58 años, su padre y su tío empiezan a vislumbrar cómo será la jubilación. Él sin embargo comienza su andadura profesional. Lo hace con sueños pero también con la certeza –porque lo ha vivido desde siempre- de que el campo no es una elección fácil.

A día de hoy estudia en la Politécnica de Madrid, Ingeniería Eléctrica y Electrónica Industrial y automática; una especialidad de lo que antiguamente era Industriales.

En la finca recogen 3 millones de leche al año que venden de forma integral a Pascual. “Es muy exigente sobre todo con el bienestar animal”, destaca a sabiendas de que el tamaño de la explotación es medio alto, aunque hay ganaderías “mucho más grandes”.

Pero, ¿Cómo funciona una explotación de esta dimensión? Según explica, tienen 270 vacas de ordeño. El resto queda para reposición mientras que los machos a los once meses son vendidos a un cebadero.

El día a día no es fácil. Aunque cuentan con el apoyo de cinco obreros, que hacen su jornada normal, tanto el tío como el padre llevan ya varios años en los que no hay vacaciones ni libranzas. Según detalla, el horario comienza para ellos a las 6 de la mañana y tras una pausa para comer termina bien entrada la tarde.

Por eso David estudia y lee porque tiene claro que las cosas tienen que mejorar. Ahí están, asegura, proyectos de futuro que hay que seguir muy de cerca como la robotización de la cuadra, para que haya menos carga manual de trabajo. “Hay muchas cosas que se pueden automatizar”, defiende esperanzado porque la tecnología posibilita además dañar menos al Medio Ambiente al hacer que el ‘rumen’ trabaje menos y las vacas produzcan menos metano. “Pascual ya está probando cosas en este sentido; puede ser una avance muy importante”.

Cuando comunicó a su familia que quería seguir la tradición, hubo alegría pero también advertencias. “Me dijeron que estaban muy orgullosos pero que lo pensara bien porque es gratificante pero también sacrificado no porque el trabajo sea muy duro a nivel físico sino por el tiempo que tienes que estar, todos los días del año”.

Convencido de que las tecnologías pueden revolucionar el funcionamiento de las granjas, David no esconde su malestar por la falta de reconocimiento social. “Estamos como mal vistos dentro de la sociedad y es una pena porque somos un sector clave en el día a día. Al igual que se está viendo con el gas o el aceite de girasol con la guerra en Ucrania, la leche es igual de indispensable para las familias, pero no se valora y al final la gente se cansa y cierra. ¿Qué pasará cuándo dependamos de fuera? Hay que tomar soluciones antes”, urge.

La situación no es fácil sobre todo ahora con la subida desorbitada de los costes. Pero no es el único factor. “Los pueblos tienen un problema fundamental que es la falta de industria y luego además tiene otros que lo complican aún más como la falta de viviendas. El panorama es delicado pero aun así, hay gente que queremos vivir en la España rural”, sostiene consciente de que aunque en su pueblo no hay jóvenes de su edad, en los de alrededor hay una pandilla que están estudiando para quedarse. “Hay unos que están estudiando ingeniería, otro veterinaria y otros un modelo agropecuario, pero la mayoría es verdad que se encamina al campo, que es más libre, y no a la ganadería. Aquí se queda muy poca gente”.

En su opinión, parte de la solución está en las macrogranjas, “aunque estén muy mal vistas”. “La granjas pequeñas son insostenibles a medio o largo plazo pero los pueblos tampoco quieren las macrogranjas. Al final corremos el riesgo de que no quede nada”.

David estudia con el apoyo económico de Pascual, que ha decidido activar un plan de becas para los hijos de los ganaderos que trabajan con la compañía láctea. “Es un impulso que sobre todo nos hace apreciar que más allá de los intereses empresariales, Pascual se preocupa por sus ganaderos y por el sector”.

De cara a la administración y a los políticos, David envía un mensaje conciso. “Solo pedimos que no intervengan y que nos dejen trabajar”, apremia en alusión a la excesiva burocracia que tienen que afrontar. “También les pediría que no nos conviertan en arma arrojadiza. Somos un sector fundamental que hay que proteger”.