TROTABURGOS
Arcos de la Llana: Riqueza pasada y orgullo presente
Escenario de acontecimientos históricos y musa de artistas, la villa atesora además una deliciosa oferta gastronómica que anima a volver
Mucho más que un pueblo dormitorio a tiro de piedra de Burgos capital, Arcos de la Llana presume de historia mientras reivindica su legado patrimonial en el presente. De los hechos pasados, que no son pocos, destaca la dolorosa estancia de Juana I de Castilla, por todos conocida como ‘la Loca’, junto al cadáver de su esposo, Felipe alias ‘el Hermoso’. Sin embargo, esta acogedora villa con poco más de 1.800 habitantes ofrece numerosos alicientes para rendirse a sus encantos.
No hace falta ser historiador, tampoco apasionado del arte religioso, para disfrutar -por dentro y por fuera- de la iglesia de San Miguel Arcángel. Lo que más destaca, sin lugar a dudas, es su imponente torre de estilo mudéjar construida en el siglo XIV y objeto de restauración hace 15 años debido al más que visible deterioro de muchos de sus ladrillos.
También llama la atención, aunque desgraciadamente se encuentre abandonado a su suerte, el Torreón de los Gallo. Vecino del río Ausín y también cerca de Villariezo, la fortaleza pasó por varias manos -familias ilustres, principalmente- hasta mediados de los 60. Declarado Bien de Interés Cultural (BIC), merece la pena darse un paseo para imaginar lo que pudo ocurrir de puertas hacia dentro en este recinto de corte renacentista siglos atrás.
Mucho más moderna es la obra del maestro peruano -y burgalés de corazón, por lo menos durante cuarto de siglo- Francisco Espinoza en el Ayuntamiento de Arcos de la Llana. Su mosaico del Descubrimiento es motivo de orgullo por la huella imborrable de un artista que sirvió de inspiración a las generaciones venideras.
Dejando a un lado el patrimonio, aunque no podamos obviar la muralla, la ermita de Santa Bárbara o los múltiples escudos y blasones presentes en la localidad, conviene destacar la deliciosa oferta gastronómica que ofrecen los bares y restaurantes de la zona. Cocina castellana de la buena, con lo mejor de la matanza, regada a poder ser con un caldo de la cercana comarca del Arlanza.
Y qué mejor plan que aprovechar el fin de semana haciendo noche en el hotel rural Molino de la Vega, armoniosamente diseñado para que el legado histórico de la villa conviva con las comodidades que busca cualquier turista en pleno siglo XXI.