TROTABURGOS
Pedrosa del Príncipe. La espiga dorada vecina del Pisuerga
Enclave histórico y apegado a sus tradiciones, recibe con los brazos abiertos a todo aquel que busca un destino de interior cálido y acogedor
Su nombre evoca tiempos pasados, inevitablemente ligados a Felipe II y al Partido de Castrojeriz. Su presente, en esa España despoblada que se resiste a desaparecer, ofrece un remanso de paz y belleza al visitante que anhela destinos de interior con historia, patrimonio y paisajes de ensueño en la vasta Castilla rural. Pedrosa del Príncipe, tierra burgalesa con encanto y vecina del Pisuerga en zona palentina, es una de esas joyas a priori desconocidas que fascina a las primeras de cambio.La arquitectura religiosa domina la estampa general del pueblo. Su máximo exponente, sobre todo en clave histórica, es La Cruz de Castro. Lugar imprescindible, sin el cual Pedrosa no sería lo que es hoy, donde se impartía justicia.Si hablamos de presencia, de saber estar monumentalmente hablando, la iglesia de San Esteban llama poderosamente la atención del turista y de todo aquel hijo de la localidad que acude cada cierto tiempo a reencontrarse con sus raíces. De estilo gótico en su mayoría, sus paredes podrían dar buena cuenta del transcurrir de los siglos, de cada episodio, rutinario o trascendental, que aconteció desde su construcción hasta nuestros días.Lo mismo podría decirse, de puertas hacia dentro, de la ermita de la Virgen de Olma. Protagonista indiscutible del Corpus Christi, cada mes de junio congrega a vecinos y visitantes para la tradicional procesión del Cuerpo de Cristo. Al fervor popular de la fiesta se unen además los pasacalles, actividades lúdicas de todo tipo y algún que otro mantón de manila engalanando los balcones de la localidad.Fiel a sus costumbres, Pedrosa celebra una serie de actos imprescindibles en el calendario. La noche de Reyes, por ejemplo, los mozos cantan coplas por las calles para pedir el aguinaldo. Su objetivo: recaudar lo necesario para una buena merendola en el Cotorro Quitapenas.Ya en época estival, la Fiesta del Veraneante el primer fin de semana de agosto recibe con los brazos abiertos a quien quiera acercarse. Con una paellada popular y la clásica carrera de carretillas, todo aquel que acude se siente como en casa y con ganas de repetir.Tal es el cariño que desprende Pedrosa que el artista burgalés Cristino Díez tuvo a bien, hace ya 10 años, construir una imponente escultura a modo de agradecimiento. Con sus 9 metros de altura, la Espiga de Caín representa con acierto el tesón de los agricultores que, más allá de su trabajo, siempre requieren del azar meteorológico para obtener buenas cosechas.