Aranda de Duero
¿Crees que el precio del lechazo está caro? Así lo ven los ganaderos
Ellos lo tienen claro: “No se paga ni la mitad de lo que vale”
El lechazo, pero el bueno, el que no pasa de los 7 kilos (sin cabeza ni asaduras) y solo se ha alimentado a base de leche, es un manjar como el bogavante o los percebes. No es para consumo diario y sí para celebraciones y comidas especiales. Es el mensaje que lanzan los ganaderos de Burgos. “No hay que guiarse por las ofertas de Navidad porque en la mayoría de los casos no son lechazos de raza Churra y con IGP, suelen ser de fuera y la calidad no tiene nada que ver. Por eso es importante que el consumidor exija a los carniceros que pongan la etiqueta para comprobar el lugar de origen”, aconseja desde el pueblo burgalés de Revilla Vallejera, Beatriz Mendo Sánchez, al recordar que para diferenciar el lechazo Churro lo mejor es mirar el rabo: “tiene que ser fino y largo”. “Luego para comprobar que es IGP tiene que tener una etiqueta roja sin que esté manipulada”.
Mundo Agrario
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Tras cumplir 40 años, ella dio un giro a su vida y se lanzó al mundo de la ganadería extensiva con la venta de lechazo Churro amparado en el marchamo de calidad IGP.
Pese a la subida de precio que el consumidor ve a pie de calle, las cuentas para el ganadero siguen sin salir. En carnicería, el lechazo entero de raza Churra amparado por la marca de garantía IGP (Indicación Geográfica Protegida) supera estos días los 130 euros. El ganadero por su parte vende el lechazo hoy a 88 euros más IVA, pero es un precio de Navidad. El resto del año el precio baja ostensiblemente. “He vendido miles de lechazos a 36 euros”, advierte desde Paradilla 143, el ganadero Eduardo Abad, consciente de que aunque la Navidad es la época más cara del año, es un mes. “El resto hay que luchar mucho y jugar con la fluctuación del mercado”, añade a sabiendas de que un lechazo que llega de países de fuera puede costar ahora en Navidad al carnicero, 60 euros.
Para llegar al precio final que paga el consumidor por un lechazo de calidad hay que sumar otros gastos como el matadero, que además de sacrificarlo debe cumplir con el certificado de limpieza del vehículo y la destrucción de los despojos sobrantes; el gasoil de los desplazamientos y el vehículo isotérmico o refrigerado. “Al final todo vale dinero y todo suma”.
A diferencia del carnicero, el ganadero no decide qué precio pone. “Al ser lechazo IGP, el precio lo marca la lonja”, puntualiza Beatriz.
Hay que defender la calidad pero también pagarla
En su opinión, la calidad hay que defenderla pero también hay que pagarla. “El lechazo es un animal que requiere cuidados continuos y diarios. Aquí no hay puentes ni fines de semana, tampoco vacaciones. Estamos al pie del cañón todos los días, haga frío o calor. Hacemos un trabajo que no nos engañemos, nadie quiere, porque antes cuando no se viajaba ni hacíamos tantos planes era más fácil, pero ahora, ¿quién quiere trabajar así?”, cuestiona Eduardo.
A eso se une una dificultad real y cada vez más acuciante de encontrar personal interesado en trabajar en una explotación ganadera. “Nadie quiere”. Mención especial merece la postura de la administración, que sigue “asfixiando” a los ganaderos con una burocracia cada vez más tediosa y exigente.
Si es tan caro, ¿por qué no hay más ovejas?
Por el contrario, el lechazo dinamiza el mundo rural en la llamada España Vaciada, fija población y limpia los montes. “¿Es caro, es barato? La respuesta, advierten, la tenemos en el campo español. “Si es tan caro, ¿por qué no hay más ovejas? Porque la realidad es que no se paga ni la mitad de lo que vale”, zanja.
Por ello, insisten al consumidor en que no se deje guiar por ofertas porque lo más seguro es que no se trate de lechazo nacional. “El 60% llega de fuera”.
La ganadería está sentenciada
No es una tesitura temporal marcada por la subida de costes, hay un cambio de tendencia que parte, lamentan, de la propia administración. “No sabemos los motivos pero está claro que quieren que quitemos ganado. Solo así se explica que estén quitando las subvenciones y exigiendo cada vez más. Estamos sometidos a un abuso de autoridad y desgraciadamente en España han sentenciado la ganadería”, rechaza Eduardo, indignado porque una cosa es el despacho de un funcionario o político y otra muy distinta la realidad del campo. “Aquí solo sabemos trabajar todos los días pero quieren que además seamos administrativos”.
Pero ¿Qué precio sería razonable? Los dos coinciden: El que permita que ganen los ganaderos y los carniceros. “Sólo así sobrevivirá el lechazo Churro español”.
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