Las lluvias recientes auguran «muy buena» temporada de setas
La previsión da un vuelco en las últimas semanas y los expertos esperan brotes de especies que apenas habían salido: níscalos, seta de cardo o de carrerilla
«Si me llegas a preguntar hace tres semanas te hablaría de situación precaria», avisa Javier Carlón, portavoz de la Asociación Micológica Burgalesa Gatuña. Y es que las lluvias de estos días han dado un vuelco a las expectativas y permiten augurar, ahora sí, una temporada de setas «muy buena» en muchas especies que hasta el momento no habían salido.
Carlón se refiere, por ejemplo, a los populares níscalos, la seta de cardo o de carrerilla. «Los boletus tuvieron un brote importante a finales de septiembre y principios de octubre y no sabemos si rebrotarán, pero seguro que hay zonas en las que no habían aparecido y lo harán», explica el experto, para nada sorprendido por el giro de los acontecimientos.
«La micología depende casi exclusivamente de la meteorología», afirma al respecto y advierte que «si tras estas lluvias la temperatura sube un poco y sale algún día soleado, el resultado va a ser tremendo». Y no solo se refiere a la cantidad de ejemplares, que también. De hecho, lo que vaticina en consecuencia es una avalancha de personas que se van a lanzar en busca de setas comestibles. No en vano, el interés que despierta esta práctica es, lógicamente, proporcional a las posibilidades de éxito.
Cuando los elementos se confabulan la afluencia masiva a campos, montes y bosques malla o cesta en mano, en el mejor de los casos, está garantizada, sobre todo por ser Burgos una provincia -y también una ciudad- de importante riqueza micológica. El clima, de nuevo, es el responsable.
Siendo lógico el vínculo, lo es también que se perciban en este ámbito los estragos del cambio climático. "Influye totalmente. Desde hace tres años ha habido un retraso considerable de la temporada. Los brotes eran antes. A finales de septiembre ya había humedad y octubre solía ser el mes más adecuado", explica Carlón. Sin embargo, ahora octubre "parece ya perdido para la micología" y el interés se ha trasladado a noviembre, incluso diciembre, "en términos generales, claro, porque luego cada especie tiene su momento".
Así, el portavoz de Gatuña señala que, al margen del inicio de la temporada, las zonas abiertas siempre "despiertan antes" y en ellas se recogen "agaricus, cardo y otras especies que no necesitan protegerse de las heladas". A medida que avanza la temporada las setas se 'refugian' bajo los pinos "y entonces hay más ambiente en los bosques cerrados", relata.
La novedad, no obstante, no se reduce al calendario 'setero', pues también comienza a afectar a los ejemplares. "Llevamos notando hace años que han aparecido por aquí algunas especies mediterráneas, más propias de zonas cálidas, y por el contrario están desapareciendo otras que eran frecuentes", indica Carlón.
Las de mayor tirón, con todo, siguen siendo los níscalos y "todo el grupo de los boletus". Su éxito, por supuesto, tiene que ver con los fogones. Pero hay otras que cada vez suenan más, por ejemplo "la capuchina o tricholoma portentosum o la macrolepiota procera, que antes era despreciada, incluso daba miedo".
Mencionado el tema, la pregunta es obligada. ¿Hay miedo a las setas? ¿Hay, al menos, conocimiento suficiente para no tenerlo? "Rotundamente no", responde al momento Carlón. "Es verdad que de unos años a esta parte ha aumentado el interés para evitar confusiones graves, que siguen existiendo. En general se recoge muy a bulto y así se consume", lamenta.
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Evitarlo ha de partir de una premisa sencilla: "En nuestra provincia hay cerca de mil especies con aspecto de seta. Ni todo se come, ni todo tiene interés aunque no sea tóxico. Lo recomendable es conocer las cincuenta especies con toxicidad grave y la decena que provoca daños muy graves. Con ello ya se estaría a salvo de problemas muy serios", recomienda.
El siguiente paso sería "saber que las setas comestibles son también apenas medio centenar, y la mayoría ni se comen ni se dejan de comer, cogerlas es como recoger hojas de cualquier arbusto". Y, ante la duda, preguntar a los expertos.
Sobre el impacto que tiene en la micología el cuidado de los parajes naturales, el experto burgalés señala que se produce una paradoja. Y es que la limpieza es necesaria "porque los incendios, en definitiva, son enemigos de todo, arrasan", pero, y he ahí el dilema, a los hongos, por ejemplo, "lo que les gusta es descomponer la madera". Al fin y al cabo la materia orgánica acumulada en los bosques resulta clave para favorecer la diversidad biológica, que es lo que interesa custodiar al verdadero amante de la micología, más allá del interés gastronómico que impulsa las expediciones multitudinarias en busca de setas.
Carlón entiende toda motivación, asegura, y reconoce que al menos ahora el asunto "está un poco más controlado". "Es difícil regularlo", añade, "pero hay que fomentar el respeto, porque con respeto, todo es compatible". La clave, a su juicio, es "saber valorar lo que tenemos". Con ese objetivo, el de difundir conocimiento micológico y elevar así el disfrute del campo nacía Gatuña hace casi 25 años. Mantienen la intención y el entusiasmo casi un cuarto de siglo después, con publicaciones en su haber "para mostrar las más de 400 especies del entorno de la ciudad de Burgos", visitas divulgativas y la cita semanal en su sede (calle Melchor Prieto, 13) todos los lunes del año, de 20.30 a 22 horas.
Planean ya algún acto especial por su inminente efeméride que celebrarán a partir de otoño del 2024: una exposición especial, acoger la reunión de la federación regional de asociaciones micológicas y algún otro evento que atraiga a las personas que tienen interés por este tema en el sentido más amplio, "por la naturaleza, de hecho", avanza Javier Carlón.