Merindad de Río Ubierna. Un espacio para todos.
21 localidades conforman este ayuntamiento burgalés cuna de la morcilla de Sotopalacios y, dicen algunos, cobijo de la familia del Cid, entre sus atractivos también incluye dólmenes y túmulos o legendarios escenarios de reuniones de brujas
Antes que merindad fue alfoz y jurisdicción, tal y como recogen los documentos históricos. Si bien la fusión de las localidades que hoy la conforman se fraguó hace poco más de medio siglo, allá por los años setenta, su origen se remonta a las épocas mucho más pretéritas, aquellas en las que por la zona campaban ilustres como el conde Diego Rodríguez Porcelos, Diego Laínez o el mismísimo Rodrigo Díaz de Vivar.
La Merindad de Río Ubierna, hilvanada por el cauce del que recibe nombre, se extiende al norte de la capital burgalesa a lo largo de 275 kilómetros cuadrados y reúne un total de 21 pueblos, cuya población, en suma, supera los 1.400 habitantes y coloca a este ayuntamiento en el puesto número veinte con más empadronados de toda la provincia. Eso sí, destaca de entre todos su cabecera administrativa: Sotopalacios, que con más de medio millar aporta un tercio del total de habitantes.
Este enclave atesora una singular riqueza gastronómica -no en vano la llaman la capital de la morcilla y suma hasta tres fábricas-, paisajística -con incontables senderos y rutas- y patrimonial, sin olvidar las leyendas que salpican a algunos de sus núcleos. Obligado es mencionar, por ejemplo, la presencia de brujas en Cernégula. Está escrito, cuentan, que esta tranquila población de la Merindad fue un nido de meigas. Y, según añaden los amantes del misterio, nadie concluyó que dejara de serlo. Mientras se debate si haberlas, haylas, el ojo humano bien puede recrearse por la zona con los restos de su esplendor pasado.
Buena muestra de ello es, por ejemplo, el Castillo del Cid o de los Adelantados. Emplazado en las orillas del río Ubierna, entre Vivar y Sotopalacios se asienta la fortaleza que la tradición vincula a la familia del Cid, pues al parecer tuvo «una casa fuerte y grande de tapial, allí donde el adelantado Pedro Manrique labró su casa fuerte». Estuvo en manos de diversas familias nobles como los Manrique o los Padilla y «las sucesivas reformas, los avatares de los tiempos y la depredación, la hicieron legar a una ruina gloriosa y casi desconocida, hasta que en estos últimos años una familia -la del químico César San José Seigland, fallecido en 2017- dedicó su esfuerzo en restaurarlo parcialmente». En su interior hay un patio de los mejor conservados de la provincia.
Amplían el listado de visitas imprescindibles la iglesia de San Miguel de Arcángel, de Celadilla Sotrobrín, que data del siglo XVII, las de San Juan Bautista y Villanueva de Ubierna, la de Nuestra Señora de Acorro en Sotopalacios o la torre-palacio Díez Ortega de la misma localidad, casona del siglo XVI de estilo renacentista también conocida como Casa de los Toros o de los Tiros.
Más antiguos son otros lugares de interés como la necrópolis de la Edad de Hierro del castro de La Polera o los dólmenes y túmulos de los entornos de Masa y de Quintanilla Sobresierra.