El Correo de Burgos

Silos ultima la celebración de la popular fiesta de los Jefes

La lectura del pregón en la plaza del pueblo, que este año recaerá en la antigua boticaria de la villa, Elena Esteban y su marido Tomás Pérez, que ayudó a la recuperación de la fiesta

Los Jefes de Silos salvan a Santo Domingo de los musulmanes. ICAL

Los Jefes de Silos salvan a Santo Domingo de los musulmanes.ICAL

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Los vecinos de Santo Domingo de Silos se preparan para su celebración más especial: la Fiesta de los Jefes, un evento de Interés Turístico de Castilla y León que se celebra el último fin de semana de enero, y que reúne cada año a un millar de personas. Se trata de una de las fiestas más famosas de la provincia burgalesa, con un pasado que se remonta a 1880, y que se recuperó en 1999, tras más de tres décadas de parón.

Esta fiesta, que celebra su día grande el sábado 27 de enero, rememora cómo el pueblo de Santo Domingo de Silos se liberó del ataque musulmán, simulando un incendio. Cuenta la leyenda que durante la invasión musulmana de la Península, el ejército musulmán sitió la villa de Silos, y ante la desigualdad de las fuerzas, a un vecino se le ocurrió la idea de simular un incendio, y con él la destrucción de todos los bienes que hubiera en el pueblo. De esta manera el enemigo daría por inútil cualquier intento de asalto.

Al caer la noche, los vecinos encendieron varias hogueras, y por todo el pueblo resonaron gritos de alarma, así como cencerros en estampida. Esta estrategia funcionó y desde entonces, el último sábado del mes de enero, los silenses celebran su fiesta más querida. Como en años anteriores, cuatro personas ocuparán los cargos de Capitán, Cuchillón, Abanderado y Tamborilero, que este año recaen en Luis Delgado, José Luis del Campo, Máximo Palomero y Jesús Mari Gallo, respectivamente.

La jornada del sábado comenzará entorno a las 12 del mediodía, cuando el pueblo se reúne en la plaza para ir a buscar a Los Jefes a sus respectivos domicilios. En declaraciones a Ical, el alcalde del municipio, Emeterio Martín señala que el Ayuntamiento está diseñando el mejor recorrido para ir a las casas de Los Jefes, que permita “dar a conocer y divulgar el caserío del pueblo”, dado que es un entramado “muy bonito y desconocido”. Tras recoger a los Jefes, la comitiva acude al Monasterio, donde son recibidos por la Comunidad en el patio de San José.

Tras esto, tendrá lugar uno de los momentos más especiales, la lectura del pregón en la plaza del pueblo, que este año recaerá en la antigua boticaria de la villa, Elena Esteban y su marido Tomás Pérez, que ayudó a la recuperación de la fiesta y ejerció de Jefe en su primer año tras recuperarse. Dos figuras de gran importancia para Silos, tal y como señalan el presidente del Centro de Iniciativas Turísticas, Enrique López, y uno de los encargados de organizar esta fiesta.

Por la tarde, llegará el tradicional ritual de Las Crestas o Corrida de Gallos, una de las tradiciones más conocidas de esta fiesta, donde Los Jefes y jinetes, a lomos de sus caballos, intentarán atrapar alguno de los trofeos que cuelgan de una soga. Tras esto, se celebrará la Carrera de San Antón, una prueba a lomos de sus equinos donde los jefes y otros vecinos competirán por llegar los primeros a la meta. La llegada de la noche traerá uno de los espectáculos más visuales de la jornada, el encendido de las hogueras alrededor del pueblo.

El esfuerzo de Silos por recuperar su fiesta

La Fiesta de los Jefes se remonta a 1880, y ya entonces era muy similar a la que se celebra hoy en día. Sin embargo, pese al gran éxito que tenía esta fiesta popular entre sus vecinos, la inmigración a los polos industriales y la pérdida de población llevó a que, a partir de 1963 dejase de celebrarse en el pueblo, y no fue hasta 1999 cuando volvió a recuperarse. El alcalde de Silos, Emeterio Martín, recuerda que fue una de las “voluntades” del por aquel entonces alcalde, su padre, con el que también comparte el nombre de Emeterio. “En su época como alcalde tenía esa ilusión de recuperar la fiesta”, recuerda Martín, que pone en valor el trabajo de toda la corporación y el pueblo por recuperar esta fiesta, que representa las costumbres y la historia de un municipio que “ha sabido adaptarse a los tiempos”.

Escuchando las historias de aquellos vecinos del pueblo que vivieron en primera persona la Fiesta antes del parón, y con la documentación que pudieron recopilar gracias a los archivos que guardaba la comunidad benedictina, se pudo reconstruir esta fiesta “lo más exacta y pura de como era entonces”. Los vecinos coinciden en señalar que la Fiesta de los Jefes que se celebra hoy en día es muy similar a la que se hacía entonces, aunque también se ha incorporado algún cambio. Martín recuerda que antes se celebraba el día de la Festividad de San Sebastián, en torno al 20 de enero, y durante cinco días se llevaban a cabo diferentes actos. Hoy, la fiesta se concentra en dos días, y se celebra el último fin de semana de enero.

Domingo Gete, vecino de Silos, ha vivido ambas fiestas y recuerda muy bien cómo era esta celebración antes del parón. De hecho, en 1960 y los dos años posteriores, ejerció de Jefe. Tal y como mandaba la tradición en aquel entonces, las parejas casada en el año ejercían de Jefes, y Domingo Gete fue uno de ellos. “Me correspondía ser Jefe en el año 1960 porque me acababa de casar. Todos los que se casaban, tenían obligación de cooperar para ser Jefes”, afirma.

Este no es el único cambio que recuerda. Gete explica que por aquel entonces, para Las Crestas se corrían con “los animales del pueblo”. “En vez de tener estos caballos más sofisticados que hay ahora, como todo el mundo era labrador, tenían un burro o un caballo y se corría con ellos”, indica. También relacionado con los animales, durante la Carrera de San Antón, las prendas que cogían los participantes solían ser animales vivos. Esta práctica cesó tras recuperarse la fiesta a finales del siglo XX, y hoy son chorizos y morcillas los que cuelgan del cordel.

Domingo Gete valora mucho que esta celebración pudiese recuperarse tras tantos años sin celebrarse, porque recuerda que la pasión por ella le viene de “tradición”, ya que su padre también era un aficionado a la misma. “Un pueblo que no tiene historia está relativamente muerto. Esta fiesta tiene su grandeza y mérito, de ahí que hay que seguirlos conservando”, concluye.

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