Descubre la singular celebración del Gallo de Carnaval de Mecerreyes
La localidad burgalesa acoge un año más la celebración de esta fiesta pagana donde los mozos tratan de robar el gallo al rey, mientras lo protege el zarramaco
La localidad burgalesa de Mecerreyes volvió a vestir hoy sus mejores galas para celebrar el domingo de Carnaval y una de sus fiestas preferidas: el Gallo de Carnaval o la Corrida del Gallo. Centenares de personas se sumaron a la celebración de uno de los eventos más populares de la provincia burgalesa, donde los vecinos y visitantes tratan de robar al rey, representado en un niño, un gallo, mientras evitan el garrotazo del zarramaco.
La Corrida del Gallo es una fiesta pagana cuyo origen se pierde en el tiempo, y que se recuperó en 1980 tras prohibirse su celebración durante la Guerra Civil y la dictadura franquista. Desde esa fecha, su popularidad ha ido en aumento y cada año, con la llegada de este día, las calles de Mecerreyes se llenan de alegría y llamativos disfraces, y los vecinos del municipio salen a la calle para celebrar juntos este día tan señalado en el calendario burgalés. Según datos del Ayuntamiento de Mecerreyes, los participantes y asistentes a esta fiesta se cuentan por centenares, dado que atrae a muchos turistas de localidades cercanas o incluso de otras partes del país.
El gallo es el protagonista indiscutible de esta jornada, y en torno a él giraron las celebraciones de hoy. Desde hace varios años, se utilizan dos gallos para la fiesta. Uno vivo que se coloca en una rueca y se exhibe en los desplazamientos por el pueblo, y otro de trapo que se usa para las carreras y el entierro, con el fin de evitar que el ave de verdad sufra.
Sin embargo, pese a la gran importancia del gallo, no es el único personaje destacado del Gallo de Carnaval de Mecerreyes. Junto a él están figuras como el rey, el zarramaco, los danzantes, los alguaciles y el mozo mayor.
La jornada comenzó a las nueve de la mañana con la petición de aguinaldos por todas las casas del pueblo; y después los alguaciles, mozos, zarramacos y dulzaineros, ataviados con sus trajes típicos, piden los aguinaldos, con los que se sufragan las meriendas de mozos. La fiesta calienta motores a partir de las 13 horas, tras la salida de misa, momento en el que los vecinos se lanzaron a las calles con sus disfraces de Carnaval, que recuerdan a seres monstruosos, que provocan y asustan a todo aquel que se cruza en su camino. Estos trajes, confeccionados a base de diferentes materiales, entre ellos pieles, huesos, retales de tela y hojas de roble, son uno de los reclamos más llamativos de esta celebración.
El plato fuerte del día llegó por la tarde, a las 17 horas, cuando se coloca a los dos gallos (el vivo y el de juguete) en la rueca y adornados con un mantón. Mientras, otra de las figuras clave de esta fiesta, el zarramaco, junto a los alguaciles y el mozo mayor, y al ritmo de las dulzainas, se dirige a la casa del rey, para hacerle entrega del ave.
La comitiva se desplazó entonces al Ayuntamiento, donde comienza el cante de coplas, y en medio de la música, se puede entrar a por el gallo. La tradición recoge que, si la persona que entra consigue hacer el recorrido y devolver el gallo al rey, recibirá los aplausos del público; mientras que si recibe un garrotazo, deberá devolver el gallo al zarramaco.
"El que entra a por el gallo, lo que en limpio va a sacar, es un palo con la estaca, y no pueda reclamar” es la copla que acompaña a este momento y que se puede escuchar en el pueblo durante este momento. Tras la Corrida del Gallo tuvo lugar la subasta de la cresta y una fiesta popular con el baile de rueda y la degustación de los dulces de Carnaval (orejas de haba, guirlache, naranjas con azúcar).