La floración de los cerezos camina hacia su punto álgido y promete espectáculo este fin de semana en la comarca burgalesa. 50.000 árboles se visten de gala para la ocasión
Si de colores se visten los campos en la primavera, el Valle de las Caderechas presume de blanco. Salpica ya su luz no pocas parcelas en las que los cerezos se aproximan, a la espera de los rayos de sol justos y necesarios, a ese punto álgido en el que las flores tupen del todo sus ramas.
Estiman los que saben que, de cumplirse las previsiones meteorológicas, el espectáculo será este fin de semana. Hasta 50.000 árboles se vestirán de gala para la ocasión y apuntalarán el más que merecido sobrenombre de la zona conocida como el Valle de las Sensaciones, a la que se accede desde la capital burgalesa por Salas de Bureba, Terminón o, desde el Páramo de Masa, por Hozabejas.
Arranca en esos puntos un entramado de carreteras que hilvanan una quincena de pequeñas localidades -Madrid incluida, como les gusta destacar a los lugareños- regadas de encanto y excusas para perderse en ellas. La floración de los cerezos es la que toca en abril. «No es lo único que ocurre en primavera, pero sí el acontecimiento más popular del año», explican en el Centro de Interpretación del Valle de las Caderechas, ubicado en el mencionado enclave de Salas de Bureba y al que, como parte de la red de Museos Vivos de Castilla y León, se puede acceder gracias a una clave numérica ‘capturada’ en pocos pasos a golpe de móvil, vía QR.
Una decena de variedades
A la vera del Centro de Interpretación del Valle de las Caderechas transcurre la carretera que lleva a Aguas Cándidas y por el camino se vislumbran las primeras fincas de frutales, que en la semana previa al culmen lucen con desigual esplendor. Germán, uno de los productores de la zona, con 5.000 cerezos jóvenes en su haber, aclara que la variedad marca el ritmo y bajo la Marca de Garantía de Cereza de las Caderechas se comercializan una decena. Las de más tradición en el entorno son la fresona y la negra tardía, que comparten terreno con las conocidas como burlat, stark hardy giant, summit, sunburst, lapins, rainier, van y garrafal. «Cada cual tiene su momento», explica, mientras muestra con amabilidad y buen humor el germen de la fruta a una familia burgalesa que apura las vacaciones de ruta por la comarca. Como curiosidad, añade que en esta ocasión, a diferencia de lo habitual, han brotado antes «los cerezos de arriba», en referencia a los enclaves al norte del valle, más elevados, que «los de abajo». «Y no sabemos por qué», apunta.
Apogeo floral
Explica Germán que las lluvias que han acompañado la Semana Santa «no han venido demasiado bien» y sonríe al relatar cómo, en su apogeo floral, las abejas abarrotan las copas mientras se afanan en alimentar, literalmente, el ciclo de la vida. «En una mañana polinizan todo. La flor, si hace bueno, dura una semana y da paso al fruto. Pero sin calor aguanta más y al final cae sin ser fecundada», señala. Confía no obstante en las predicciones y advierte que, superada esta fase, resta aún eludir las temidas heladas de última hora que en años anteriores diezmaban la producción. Con todo, invita a disfrutar del momento. Y de paso del territorio que sirve de escenario: un conjunto paisajístico en el que se combinan la arquitectura popular, los campos de frutales copados por cerezos y manzanos, acompañados de perales y ciruelos, y los bosques de quejigos, encinas y pinos. Rodeado por los páramos de La Lora, el Valle de Valdivielso y la depresión de La Bureba, el abrigo de las montañas que rodean la zona propicia un microclima ideal para los manjares que dada su calidad acreditada, además de adornar mientras cuajan, se tornan verdadero objeto de deseo para los consumidores.
Marca de Garantía
En el caso de las cerezas, su periodo de maduración es más lento que en otras zonas calurosas de España, lo que deriva en un sabor y dulzor de gran intensidad, al estar más tiempo en el árbol. La Marca de Garantía Valle de las Caderechas, sello concedido por el Instituto Tecnológico Agrario de la Junta de Castilla y León, asegura unos exigentes parámetros de calidad y respeto al medio ambiente en el cultivo, la recolecta y la comercialización de los productos. Es ese el final de una cadena de valor que, en otra dimensión, toma impulso en estas fechas con la floración como elemento de atracción turística de primer orden. Las llamadas y los correos electrónicos de interesados por conocer el momento exacto en el que disfrutar del espectáculo se multiplicaban en las últimas semanas. Los oriundos se preparan para el aluvión de curiosos que, cámara en mano, se acercarán al Valle de las Sensaciones, en plural, para completar la experiencia estética singular con alguna de las infinitas posibilidades que ofrece este rincón con imán también para los gustosos del patrimonio histórico y natural.
Decenas de planes complementarios
Dan cuenta de decenas de planes por la zona las webs caderechas.com y valledecaderechas.com. Invitan a no perderse la abadía y las casas blasonadas de Salas de Bureba, el retablo renacentista de la iglesia de San Juan en Aguas Cándidas, la cascada de la Huevera de Padrones, la torre de Río Quintanilla, el acueducto del siglo XVII de Hozabejas, la ermita de Santa Marina de Huéspeda -«un pueblo sosegado a casi 900 metros de altura desde el que se tienen las mejores panorámicas de Las Caderechas»-, la ruta de los Duentes de Herrera, las casas de elegante entramado medieval de Ojeda, la iglesia gótica de Quintanaopio, las bodegas subterráneas de Cantabrana, el puente romano de Terminón, el pueblo abandonado de Tamayo o las antiguas vías de los arrieros en las paredes del Portillo del Infierno, camino hoy perfecto para practicar senderismo. La lista es larga. Y prosigue. La completan sin ir más lejos las vecinas localidades ‘mayores’ de Poza de la Sal y Oña, destinos en sí mismo para ampliar la estancia: cuna de Félix Rodríguez de la Fuente y sede del diapiro más grande de Europa, la primera, y orgullosa cuna del Monasterio de San Salvador, la segunda. Configuran estas y otras opciones un amplio abanico de razones para apostar todo a ese blanco que viste la flor del cerezo burgalés y agendar una visita con la fruta que vendrá como bello aperitivo.