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Los vigilantes del patrimonio histórico

Los agentes del Seprona se encargan del control de miles de yacimientos y de cientos de Bienes de Interés Cultural en Burgos

El sargento Tadeo y el teniente Colinas, junto al monasterio de San Pedro de Arlanza.OSCAR CORCUERA

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Burgos

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El patrimonio histórico y artístico de la provincia de Burgos es inarbacable, siempre hablando del que se conoce, del que está a la vista, porque no hay año en el que afloren yacimientos arqueológicos que estaban ocultos, así como hallazgos vinculados a estos espacios patrimoniales.

El Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona) de la Guardia Civil es el que se encarga de la vigilancia y control de este ingente patrimonio que se extiende por la provincia de Burgos. Solo en Burgos hay catalogados 445 Bienes de Interés Cultural (BIC), lo que supone prácticamente el 20% de todos los BIC que hay desplegados por Castilla y León. Y yacimientos, son miles, aunque en la actualidad hay más de 500 con bienes inventariados.

Para desarrollar esta labor en una provincia tan extensa y con un patrimonio tan amplio, el responsable del Seprona, el teniente Colinas, explica que el trabajo se centra en las vigilancias, por ejemplo, «control de establecimiento de venta de monedas, así como de diferentes objetos de valor». En el trabajo de la vigilancia entran en juego otras unidades, como las de seguridad ciudadana. «Establecemos unos planes de vigilancia y en el caso de detectar expolios en los yacimientos, se inician las investigaciones correspondientes», explica Colinas. En esta labor, los agentes del Seprona trabajan de manera coordinada con la Fiscalía de Medio Ambiente, con el Servicio Territorial de Patrimonio de la Junta y con el Museo de Burgos, que aporta el conocimiento de sus expertos y en muchas ocasiones es el destino de las piezas expoliadas para su tratamiento, catalogación y, en su caso, para su exposición.

Una de las principales dificultades con las que se hallan los agentes del Seprona es el tamaño de la provincia, lo que hace «muchas veces estos yacimientos estén en zonas de difícil acceso», no tanto para el Seprona sino para los propios vecinos de la localidad cercana en la que se ubica el yacimiento, una población que «podría hacer un poco de vigilante para dar esos avisos». En estas circunstancias, la colaboración ciudadana es clave, al ser espacios aislados, a los que los expoliadores acuden con la ventaja de esa ubicación fuera de núcleos urbanos para llevarse los objetos que encuentran.

Contra esto, el Seprona lleva a cabo un despliegue territorial por los «diferentes puestos que tenemos». El teniente Colinas recuerda que hay una serie de yacimientos, como Clunia o Atapuerca, que tienen una vigilancia específica, pero la gran mayoría están en medios del campo, en «tierras de labor», que no están ni señalizados. De hecho, muchas veces no se señalizan para que «no sean un punto de atracción» para los expoliadores si no se le pueden dar esas medidas de seguridad o porque «a lo mejor no se han hecho todavía las labores de investigación, o no se conoce».

En el Seprona no hay constatada una mayor actividad de los expoliadores, lo que sí se ha constatado es un aumento de la concienciación entre la población, «recibimos más avisos», pero «siempre ha habido una actividad de expolio», lo que «pasa es que ahora se detecta más».

En esta concienciación han cobrado una especial importancia las charlas que se han ido impartiendo. Encuentros con los alcaldes de los pueblos, en los que también participan funcionarios del Servicio Territorial de Cultura, en los que también «se resuelven las dudas de cualquier tipo». Muchas veces esas reuniones también sirven para que en las localidades tomen conciencia de que en su territorio poseen yacimientos en los que puede hacer piezas de gran valor.

En una de esas últimas reuniones con los alcaldes, uno de ellos alertó a los agentes del Seprona de que unos vecinos le habían alertado de que «había unos detectoristas en una zona que coincidió que era un yacimiento. Muchas veces, por eso, estas charlas pueden servir para que en los pueblos puedan conocer la existencia de yacimientos. «Muchas veces, a lo mejor, en los propios pueblos, no saben no lo que tienen», explica el teniente responsable del Seprona. En las charlas, se informa a los alcaldes de que ese yacimiento es «vuestro, es de todos, pero es vuestro como pueblo, es una riqueza que tenéis y a lo mejor el día de mañana puede surgir también un motor económico. Estas charlas también se imparten en los centros educativos, donde también se incide en la importancia del valor patrimonial, de su cuidado y conservación.

Un buen ejemplo cercano de esto está en la provincia de Palencia, con la Villa Romana de La Olmeda, que «tiene muchos visitantes». Se descubrió en el año 1968 cuando se estaban realizando unos trabajos agrícolas y afloró una villa romana del siglo IV d. C., y es Bien de Interés Cultural desde el año 1996. Se trata de un yacimiento que visitan miles de personas cada año.

En Burgos, Clunia recibe una media de más de 22.000 visitantes al año y la Diputación de Burgos tiene previsto poner en marcha el centro de recepción de visitantes en 2025. Solo en Poza de la Sal, por poner otro ejemplo de la riqueza arqueológica de la provincia de Burgos, en el año 2016 un estudio señalaba la necesidad de proteger 57 arqueológicos, donde destaca el yacimiento de la ciudad romana de Flavia Augusta. Pero basta con consultar la página web del Museo de Burgos para comprobar esa enorme riqueza que se esconde bajo tierra en Burgos. Así, entre las últimas piezas que entran a formar parte de la colección se puede ver un hacha pulimentada, encontrada causalmente en Barrios de Colina en agosto de 2021. Es decir, hallazgos muchas veces fortuitos.

Fuera de los yacimientos, el trabajo de los agentes en la vigilancia del patrimonio se centra en los edificios religiosos, especialmente las ermitas, que suelen estar alejadas de los núcleos urbanos y son un blanco más sencillos para los ladrones. En este caso, cuando se producen robos, son los agentes de la Unidad Orgánica de la Policía Judicial de la Comandancia se encargar de la investigación.

El teniente del Seprona recuerda la operación Jormazas, en la que se recuperaron dos altorrelieves pertenecientes al retablo del altar mayor de la ermita de la Virgen del Castillo de la localidad burgalesa de Las Hormazas, que fueron sustraídos en agosto de 1995. Es decir, casi 20 años después de su robo. Este es un dato a tener en cuenta y que pone de manifiesto que, como remarca Colinas, no dejan de investigarse estos casos.

En esta investigación, precisamente, fue una pista dada por un ciudadano la que hizo que se encontrara un anuncio antiguo en una página web de compraventa entre particulares en el que se vendía un relieve religioso de madera policromado que presentaba similitudes con el sustraído años atrás en Las Hormazas. En este sentido, dentro del trabajo de investigación de los agentes está el rastreo de las redes. Un ejemplo de ellos es la llamada ‘Operación Muserola’, que permitió la recuperación de 92 piezas celtibéricas de gran valor histórico.

Fue precisamente ese trabajo de revisión de noticias, reseñas y anuncios en medios especializados sobre comercio ilegal de antigüedades, así como el rastreo de publicaciones escritas y de páginas web del sector lo que les puso sobre la pista de la venta de estas piezas.

Tampoco hay que olvidar el caso de dos relieves visigodos del siglo VII sustraídos en la ermita de Quintanilla de las Viñas en 2004. Fue un investigador de arte neerlandés el que las localizó en el Reino Unido.