El Correo de Burgos

Arte argentino y una vida de película en la nueva cantina de Cuzcurrita de Juarros

De la industria audiovisual desde Buenos Aires al Burgos rural. Gustavo Wallace se siente «como en casa» tras encontrar «eso que llaman magia» en la vieja Castilla

Gustavo Wallace, el nuevo cantinero de Cuzcurrita de Juarros.

Gustavo Wallace, el nuevo cantinero de Cuzcurrita de Juarros.ÓSCAR CORCUERA

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Tres semanas desde que abrió la cantina y parece que lleva media vida en el pueblo. Todo el mundo le saluda y se sabe los nombres de pila de cada vecino. Gustavo Wallace es feliz en Cuzcurrita de Juarros. No hace falta que lo diga, salta a la vista. Pero lo dice, y lo agradece, porque se siente «como en casa». Lo intuía cuando conoció este pequeño y coqueto pueblo de Burgos con una treintena de habitantes. Tanteó otros enclaves cercanos, pero fue aquí donde notó «eso que llaman magia».

62 años -no los aparenta- y más de cuatro décadas ligado al sector audiovisual, como cámara y realizador, en su Argentina natal. Gustavo viajó por primera vez a España en 2007. Por trabajo, sí, pero también «buscando la tierra de mi abuelo, que es de León». No tardó en enamorarse de la vieja Castilla y del norte peninsular. Había conectado con sus raíces, las mismas que comparte con todos aquellos compatriotas que cruzaron el charco a principios del siglo XX.

El nombre de Burgos también le resultaba familiar. No por parientes directos, sino gracias a su primera novia. Tenía él 17 años, ella 15. Y sus otrora suegros, oriundos de Guzmán, se dejaban caer a menudo por el Centro Burgalés de Buenos Aires. Allí pasó la pareja un montón de tardes y Gustavo sigue «muy ligado» a esa comunidad que le recibió con los brazos abiertos. Tanto que no duda en exponer con orgullo el escudo de la asociación sobre la barra.

El nuevo cantinero de Cuzcurrita es como su propia patria: «un crisol de razas». Quizá suene a tópico, pero sus raíces son las que son. Apellido escocés y antepasados españoles, italianos y vascofranceses. Su acento, inconfundiblemente argentino, denota rasgos castellanos. Además, le encanta la montaña y el frío. Sin duda, está donde tenía que estar.

El Centro Burgalés de Buenos Aires está muy presente en Cuzcurrita de Juarros.

El Centro Burgalés de Buenos Aires está muy presente en Cuzcurrita de Juarros.ÓSCAR CORCUERA

«Vengo con ganas de traer todo lo que tengo recorrido en la vida, que estuvo siempre muy ligado a encontrar la magia en los momentos. Cuando te dedicas a generar reportajes en el mundo audiovisual, cuando haces un documental o una puesta en escena, tratas de que suceda algo, que haya un fuego». Motivación no le falta. Ansiaba un cambio de aires después de dedicarse en cuerpo y alma a una industria «muy absorbente». Dicho y hecho, cruzó el charco con tan solo billete de ida a mediados de abril.

«Decidimos no poner tele porque queremos que las noticias sean nuestras, que generemos el día a día y lo que sucede a nuestro alrededor»

Por «acuerdo familiar» para brindar el mejor futuro posible a sus hijos -la pequeña, Koru (11 años), aún vive en Argentina-, Gustavo contactó con Proyecto Arraigo y la Sociedad para el Desarrollo de la Provincia de Burgos (Sodebur). Fue una buena amiga, instalada en Belorado, quien le habló de Repuebla. Desde el principio, le atendieron «maravillosamente» y le han facilitado «herramientas para poder instalarnos y tener medios para llevar esto adelante».

También le ha ayudado, y mucho, el alcalde pedáneo de Cuzcurrita, Juan Manuel Romo. «Enseguida conectamos», confiesa Gustavo mientras explica que el bar fue previamente reformado tras permanecer cerrado a cal y canto durante mucho tiempo. Ahora, el pueblo vuelve a contar con un punto de encuentro sumamente necesario para compartir alegrías, penas y lo que sea menester.

Para alegría, la de la final de la Eurocopa. La cantina de Cuzcurrita reabrió la víspera y Romo llevó un proyector para ver el partido. La Roja ganó a Inglaterra y todos lo celebraron. Por si fuera poco, Argentina se proclamaría horas después campeona de la Copa América. Al final, el encuentro arrancó más tarde de lo previsto por los disturbios en el Hard Rock Stadium de Miami. Y Gustavo, eufórico, se acostó a las 6 y media de la mañana. Menos mal que el lunes es día de descanso, aunque lo importante de aquella jornada fue que «los dos coronamos».

Lo primordial, apunta, será la «música en vivo». De hecho, ya ha recibido la visita de algún que otro artista burgalés con ganas de tocar la guitarra y cantarse unos temas

Después de ese domingo inolvidable, la pantalla se retiró. Y no hay otra, ni siquiera de menor tamaño. «Decidimos no poner tele porque queremos que pase otra cosa, que las noticias sean nuestras, que generemos el día a día y lo que sucede a nuestro alrededor». De eso se trata, de «crear un espacio de encuentro en el que estar juntos». Y si hay que sacar un sofá a la terraza por las noches, ahora que el verano lo permite, se saca y punto.

«La historia de mi vida siempre estuvo ligada al arte, a la fotografía, a mostrar qué es lo que sentimos». Con esta declaración de intenciones, Gustavo avanza alguna que otra idea para revitalizar la cantina. Lo primordial, apunta, será la «música en vivo». De hecho, ya ha recibido la visita de algún que otro artista burgalés con ganas de tocar la guitarra y cantarse unos temas. La vida, entre canciones, se disfruta el doble y permite estrechar lazos. Y hete aquí una verdad como un templo: «El mundo ha cambiado, hay nuevas tecnologías que nos permiten muchas cosas y a la vez nos sacan de muchas otras. Estamos conectados a través de una pantalla y no con quien tenemos enfrente». ¿Se entiende mejor ahora lo de prescindir de la televisión?

Después de dar un giro de 180 grados, ganar la licitación para explotar el negocio e instalarse junto a su hijo Danilo -cocinero, por cierto-, Gustavo tiene más claro que nunca que «el cambio trajo lo que tenía que traer». Por experiencia, sabe que «la industria audiovisual te lleva a adaptarte a cambios constantes». Y que cualquier rodaje es «un cúmulo de problemas que siempre se juntan y se potencian». No queda otra, por lo tanto, que «empezar el día con una tela en blanco, con un escenario vacío e ir resolviendo todo el tiempo».

Lo que más echa de menos de su Argentina querida es a Koru, desde luego, y a los amigos. Alguno ya ha venido a visitarle y se muere de ganas de celebrar más reencuentros en Cuzcurrita. Se emociona al hablar de ellos, sus seres queridos. Sobre todo de su madre, Carmen, cuyo nombre coincide con el de la patrona del pueblo. Dejó mucho atrás, por supuesto, pero Gustavo tiene todo un mundo por descubrir en su nuevo destino. «Esta es mi película», se dijo. Y el guion, que él mismo escribe sobre la marcha, augura grandes aventuras y escenarios por descubrir.

Material de primera para nuevos proyectos

Gustavo Wallace continúa ligado a la industria audiovisual. Mantiene vías de contacto abiertas y, además, ya vislumbra nuevos proyectos. Entre ellos, visibilizar el patrimonio que atesora el territorio que habita en colaboración con el Grupo de Acción Local de la Sierra de la Demanda (Agalsa). El objetivo, según precisa, sería «generar contenido documental de la zona» para potenciar el turismo. Y ya se ha puesto manos a la obra junto a Javier Ruiz, técnico de Empleo y Emprendimiento de la entidad, con el firme objetivo de vertebrar la propuesta.

Aún es pronto para avanzar más detalles. Sin embargo, Gustavo es consciente de que la comarca de Juarros, por sí sola, ofrece material de sobra. Por si fuera poco, los yacimientos de Atapuerca están a tiro de piedra y el Museo de la Evolución Humana (MEH) también da mucho juego. Se trata, en definitiva, de un enclave capaz de aportar grandes valores añadidos, aún por explotar, en el medio rural burgalés.

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