El Correo de Burgos

Torrepadre: inquieto pedacito de Castilla

Este pequeño enclave a la vera del Arlanza presume de una nutrida agenda de actividades lúdicas. Fundado por don Padre en el siglo X, sus escuelas fueron un ejemplo a comienzos del siglo XX

Plaza de Torrepadre engalanada durante las fiestas en honor de San Esteban, al que se consagra su iglesia.

Plaza de Torrepadre engalanada durante las fiestas en honor de San Esteban, al que se consagra su iglesia.ECB

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Desembarcar en Torrepadre, bien desde Villahoz por el camino que atraviesa el puente romano de Talamanca, bien desde Santa María del Campo tras cruzar el de Escuderos, que toma su nombre de la vecina pedanía, provoca siempre la ansiada calma. Supone, de hecho, recalar en un pedacito de Castilla que hace bandera de la sencillez inherente a estas tierras. Sus apenas 70 habitantes lo convierten en paradigma de la llamada España vaciada, cuya quietud se empeñan en romper los herederos de don Padre con una nutrida agenda de actividades que convierten este pequeño enclave, enlace entre el vasto páramo y el milenario Arlanza, en efervescente sede de citas culturales y deportivas.

Conviene, no obstante, remontarse a los orígenes. De ilustrar la historia de esta localidad al filo de la provincia de Palencia se encarga la red de redes. Su propia web explica que puede presumir de ser una villa de probada antigüedad, cuyo fundador ya mencionado, de nombre ahora singular, pero usado en la Alta Edad Media, aparece firmando como testigo un documento fechado el 1 de mayo del año 950, cuando ya había tomado forma el núcleo y la torre a las que bautizó.

«La presencia de don Padre entre el Arlanza y el Esgueva encaja perfectamente con la realidad del Condado de Castilla a principios del siglo X. Fundada la ciudad de Burgos en el año 884, el siguiente paso fue acercarse al río Arlanza y fortificarle para que en su retaguardia pudieran establecerse los repobladores con sus labranzas y ganados, iglesias, monasterios, molinos y poblados. Venían del norte en grupos que se asentaban en lugares elegidos. El Arlanza fue fortificado desde su nacimiento hasta Palenzuela con una cadena de torres que aguantaron el inevitable ataque de los musulmanes. Cada pueblo exigía una torre de vigilancia y los jefes solían dar su nombre al poblado, como el caso de esta localidad. Torrepadre se funda en la primera década del siglo X quedando adscrito al alfoz de Escuderos y luego a la Merindad del Cerrato», detalla el texto en el que esboza su pasado el municipio, al que pertenecen el caserío de Hontoria de Río Franco y la granja de Retortillo.

Transcurrió su historia desde entonces al compás de los tiempos, hasta destacar al arranque del siglo XX por el empeño de Gabino Nieto Casayús, emigrante a Cuba que deseó brindar a la infancia de su pueblo natal una educación de calidad con la que enriquecer de paso aquel entorno. Creó la fundación que financió con su fortuna la construcción del edificio que en 1905 albergaría las escuelas, hoy casa consistorial. Un patronato administró los fondos y veló por cumplir los deseos de Nieto, al adquirir abundante e innovador material didáctico que entregaban a los alumnos de forma gratuita o como préstamo y dotar de recursos humanos suficientes a las aulas, lo que benefició de manera notable a varias generaciones de escolares.

Edificio levantado en 1905 para albergar las escuelas, hoy Ayuntamiento.

Edificio levantado en 1905 para albergar las escuelas, hoy Ayuntamiento.ECB

El recuerdo de ese afán y sus frutos pervive en las calles del pueblo, dedicadas a aquello en gran medida. Y ha quedado impregnada esa inquietud por mejorar en el espíritu de sus habitantes. Porque Torrepadre (cuna también de Edu Vélez, futbolista de Primera con el Real Burgos) se mueve. De ello se encarga la asociación así llamada, responsable de eventos como la solidaria Subida al Ahijón, monte cercano, que en su recién celebrada decimoquinta edición volvió a superar el medio millar de participantes, o el Concurso de Microrrelatos enmarcado en el proyecto Vino Torrepadre, cita que acaba de lanzar su cuarta convocatoria. 

El certamen ya consolidado, pensado para mantener y divulgar las tradiciones de la zona, recibe centenares de textos cada año y en esta ocasión admite obras hasta el 28 de septiembre, un máximo de dos por persona y sin superar las cincuenta palabras (título no incluido). Además, tendrá que aparecer obligatoriamente la palabra ‘manojo’, como sinónimo de sarmiento. En la categoría de adultos, el premio asciende a 450 euros y 100, de los que la mitad se entregarán en forma de lote de libros, para los menores de 14 años.

Se incorporan estos eventos a un calendario que también propone un concurso de ollas ferroviarias allá por marzo e incluye las fiestas tradicionales de San Esteban, que a comienzos de agosto abarrotaban el municipio, con el Teleclub y la plaza (al pie de la iglesia consagrada al mismo santo) como epicentros de una celebración que sirve para presumir de raíces, enclavadas en firme en este mencionado pedacito de Castilla.

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