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Castrillo del Val: singularidad castellana con la leyenda del Cid siempre presente

Con el Monasterio de San Pedro Cardeña como emblema, su entorno invita a la aventura en cualquier época del año

Monasterio de San Pedro de Cardeña, donde reposaron los restos del Cid y doña Jimena hasta 1921.

Monasterio de San Pedro de Cardeña, donde reposaron los restos del Cid y doña Jimena hasta 1921.ÓSCAR CORCUERA

Burgos

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La historia de Castilla, desde sus orígenes hasta nuestros días, se escribe gracias a miles de pueblos que conservan la idiosincrasia cultural, social y patrimonial del propio territorio. Con Burgos en cabeza, geográfica y simbólicamente hablando, Castrillo del Val contribuye a engrandecer un vasto legado que comenzó a reconfigurarse a partir de la Reconquista. En su caso, la figura de Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador, está muy presente y no se olvida. De hecho, perdurará eternamente en la memoria colectiva tanto dentro como fuera del Monasterio de San Pedro de Cardeña. Santo y seña, sin duda, de una localidad situada a tiro de piedra de la capital.

Ya consolidada a finales del siglo IX, esta imponente abadía trapense constituye uno de los principales atractivos del Alfoz más allá de su belleza arquitectónica, que bebe del Románico, el Barroco y el Gótico con total naturalidad. Mártires sus monjes -y luego santos- por los musulmanes en el siglo IX, nos encontramos ante un inmueble de vital importancia para la leyenda del Campeador. No solo porque -según el Cantar de Mío Cid- decidiese dejar a doña Jimena y a sus hijas antes de partir hacia el destierro, sino también porque sus restos mortales, así como los de su querida esposa, permanecieron allí hasta su traslado, en 1921, a la Catedral de Burgos.

Vista aérea de Castrillo del Val.

Vista aérea de Castrillo del Val.ECB

También reposa en ese lugar, a escasos metros de la entrada principal, el legendario caballo del Cid: Babieca. Por otro lado, no se puede obviar la memoria histórica para recordar un oscuro episodio acontecido en el Monasterio. Hablamos de su forzosa reconversión, una vez acabada la Guerra Civil, en campo de concentración. Fue ahí donde cientos de represaliados, brigadistas internacionales en su mayoría, fueron objeto de estudio por parte del doctor Antonio Vallejo-Nájera, más conocido como el Mengele español, en su obsesivo y surrealista afán de estirpar lo que él mismo denominaba como «gen rojo».

Dejando atrás San Pedro de Cardeña, parada imprescindible en el Camino del Cid, nos adentramos en el núcleo urbano para conocer de cerca una acogedora localidad rodeada de un envidiable paisaje con multitud de rutas por hacer y disfrutar en buena compañía. En lo que a patrimonio se refiere, la iglesia de Santa Eugenia (patrona de Castrillo) preside el pueblo de manera majestuosa. Su sillería, perfectamente encajada, mantiene la estética castellana que impera en las viviendas de alrededor. Con una sola nave y tres cuerpos en su interior, alberga un sencillo pero espectacular retablo presidido por un Cristo crucificado -y expuesto en Las Edades del Hombre- al que sus fieles observan, con total devoción, coincidiendo con la dirección del sol naciente.

Iglesia de Santa Eugenia, patrona de Castrillo del Val.

Iglesia de Santa Eugenia, patrona de Castrillo del Val.ECB

En las afueras, concretamente en la falda del Alto Castrillejo y junto al cementerio municipal, se ubica la iglesia de San Juan Bautista. Otra joya desconocida de esta Castilla nuestra que se salvó del ostracismo gracias al empeño de sus vecinos. Y marco incomparable, por supuesto, para divisar un horizonte natural que invita a conocer enclaves de ensueño y muy cercanos como las cuevas del Carrascal o Carrera, la cascada de Olea o la comarca de Juarros.

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