La Junta de Castilla y León descarta abrir una unidad de psiquiatría infantil en Aranda
El único servicio gratuito en la capital ribereña tiene una lista de espera de 16 jóvenes
Pese a las recomendaciones del Procurador del Común y de expertos en la materia que aconsejan lo contrario, Aranda de Duero no contará con una unidad propia de psiquiatría infantil. Según explica la Consejería de Sanidad de la Junta de Castilla y León, es una media inviable por la falta de especialistas médicos, un problema que advierten, afecta a todo el país. “Los menores seguirán siendo atendidos en Burgos”, zanjan.
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Pero lo cierto es que la realidad se impone. En Aranda y la Ribera cada vez hay más niños con problemas relacionados con la salud mental y la unidad de Burgos tiene una capacidad limitada. “Al final las citas se demoran demasiado”, lamenta la madre de un adolescente con problemas de salud mental que recibió medicación tras intentar quitarse la vida.
Según explica, junto al retraso de las citas hay otros problemas que también tiene que hacer frente, como perder horas de trabajo cada vez que tiene que ir a llevar a su hijo a Burgos, y pagar el coste de los traslados con una cuenta que no siempre está en números verdes.
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En Aranda la única alternativa de ser atendido de forma gratuita, siendo menor de edad, es el servicio de atención psicológica infanto- juvenil que la Asociación Salud Mental desarrolla desde hace dos años en la capital ribereña. El programa empezó de la mano de la Fundación Alcampo y aunque cuando finalizó el convenio corrió el riesgo de desaparecer, el Ayuntamiento de Aranda salió al rescate y se está haciendo cargo del coste. Sin embargo, el programa está al límite de su capacidad. Según explica la coordinadora, Blanca Cuesta, con 55 personas atendidas, 45 adolescentes y 10 niños, el cupo a día de hoy está cerrado. “No podemos coger a más personas”, lamenta consciente de que en estos momentos aguardan en lista de espera 16 jóvenes. “La demanda es brutal”, admite.
La atención es individualizada aunque también participan en sesiones grupales de unas 5 personas donde se tratan temas transversales como la autoestima, la tolerancia o cómo decir ‘no’ cuando la presión social dice ‘sí’. “La mayoría tiene problemas de ansiedad”, señala a sabiendas de que en algunos casos son tan graves que llegan a incapacitar.
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No hay un perfil único. En el aula que tiene asignada en el centro cívico, Blanca trata a niños y jóvenes con problemas muy diferentes: desde ansiedad más específica, ansiedad social, bajo rendimiento escolar, problemas de autoestima o con la alimentación, hasta miedos paralizantes, autolesiones e incluso pensamientos autolíticos. “La mayoría de veces los problemas suelen estar en casa, pero eso no significa en absoluto que los padres sean culpables”, puntualiza.
En los casos más graves los menores son remitidos a la Unidad de Psiquiatría de Burgos, “con la que estamos coordinados y tenemos buen trato”. A este respecto hay que recordar que salvo este modesto programa, Aranda de Duero y la Ribera no disponen de un servicio sanitario especializado en la salud mental de los menores. La única vía para acceder a un psiquiatra infantil es la unidad central de Burgos.
Siempre vuelven
A diferencia de las generaciones anteriores donde ir al psicólogo estaba estigmatizado socialmente, los jóvenes lo ven hoy como algo natural. “Aquí funciona muy bien el boca a boca y ellos mismos se lo recomiendan a amigos cuando ven que están mal. Al principio llegan con dudas pero luego siempre vuelven, porque al final encuentran un espacio donde se les escucha”, señala convencida de que este cambio de tendencia ahorrará muchos problemas en el futuro. “Los problemas de ansiedad social que aquí atajamos en adolescentes, si no se tratan, a los 20- 25 años se pueden agravar hasta el límite de no poder salir de casa, como tenemos algún caso”.
Blanca trabaja codo con codo con los colegios, institutos y familias. “Yo no sé cuál es la clave o la tecla para criar a los hijos, sanos, felices y con buenas notas. Creo que el problema es multifactorial: falta de referentes importantes, clases demasiado masificadas, móviles que ‘aíslan’ y padres que con trabajos precarios o no, trabajan muchas horas fuera de casa. Podemos pensar que si volviésemos a las generaciones de antes serviría, pero tampoco lo creo. La realidad ha cambiado y nos tenemos que ir adaptando”, señala mientras da un consejo. “Los padres muchas veces les colman de regalos cuando lo que de verdad quieren es pasar tiempo con ellos”, afirma.
La coordinadora insiste en la importancia de contar con un espacio acorde a las necesidades de estos chicos. “Ahora estamos en un aula que luego utiliza más gente y tenemos que llevar y recoger el material después de cada sesión. Lo ideal sería contar con todo el material fijo de forma permanente en el que ellos entiendan y sientan el lugar como suyo. Así podríamos decorar a su gusto, como ya me han propuesto, y podría haber carteles con mensajes que creo que son claves en su recuperación como sentir, vivir o felicidad”.
En cuanto al centro juvenil que ha puesto en marcha el Ayuntamiento de Aranda en la planta baja del albergue juvenil y que abre los viernes y sábados durante el curso escolar, se ha convertido en un punto de encuentro necesario. “Espero que se mantenga porque aquí hace mucha falta”, termina.