El Correo de Burgos

El hundimiento de una bodega en Hontangas obliga a desalojar un edificio

El Ayuntamiento se ve obligado a cortar el agua en la zona

Imagen de la zona acordonada de Hontangas, tras el derrumbe de una bodega

Imagen de la zona acordonada de Hontangas, tras el derrumbe de una bodegaLoreto Velázquez

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Aranda

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Las bodegas subterráneas son el patrimonio más diferenciador de la Ribera del Duero pero también es un legado que trae de cabeza a los ayuntamientos y vecinos. Es el caso de Hontangas, donde hace unos días saltaron todas las alarmas con el hundimiento de una de sus bodegas.

Al encontrarse bajo una calle, el derrumbe afecta además a dos edificios colindantes, de los cuales uno de ellos fue desalojado ayer. “Las personas que vivían ahí, el cura y otras dos, se han mudado a otra casa”, explica el alcalde, José Antonio Fernández, sin olvidar las tuberías que pasan por esta zona. “Hemos tenido que cortar el agua y no se podrá recuperar hasta que arreglemos la calle”, advierte.

El siniestro se ubica a pocos metros de la plaza y de la Iglesia. “La bodega llevaba tiempo en mal estado y se iba hundiendo poco a poco, pero los propietarios no hicieron nada”, lamenta a sabiendas de que no es un caso único ni aislado. “Es un problemón para este pueblo y para todos”, afirma José Antonio Fernández.

Y es cierto. No es la primera vez que el derrumbe de una bodega subterránea pone en vilo a un pueblo de la comarca de la Ribera. Fuentespina vivió una situación similar en marzo de 2013 cuando una bodega de la calle Carraranda se hundió, provocando daños en cinco merenderos. Tres de ellos quedaron en un estado de ruina inminente.

En abril de 2016 le tocó el turno a Caleruega con el hundimiento de 15 bodegas y una amenaza de derrumbe que se extendió a la ladera de la Peña San Jorge, un entramado vinícola subterráneo que se remonta a los siglos XI, XII, XV y XVI.

Deterioro

Con el fin de evitar su deterioro y el peligro que implica, muchos pueblos como Fuentespina, Aranda de Duero, Caleruega, Gumiel de Mercado, Sotillo de la Ribera, Vadocondes o Castrillo de la Vega han encargado estudios sobre la realidad de sus entramados, que incluso incluyen planes de rehabilitación, pero la falta de ayudas limita cualquier acción de protección.

El abandono de bodegas y lagares también inquieta en otros municipios como Fresnillo de las Dueñas, donde los vecinos temen por la seguridad. En su caso, aunque el barrio de bodegas se encuentra alejado del pueblo, “cualquier día puede suceder una desgracia” porque es una zona muy transitada. “Es un peligro sobre todo para niños y animales”, advierte el vecino, Antonio García, preocupado porque “cada vez hay más bodegas y lagares con muros hundidos, sin puertas y con riesgo de aplastamiento”. En su opinión, el principal responsable es el Ayuntamiento que debería obligar a los propietarios a restaurar este patrimonio. “Hay zarceras con escasa protección y gran riesgo de caída”, insiste.

En el caso de Fresnillo de las Dueñas, el Catastro del Marqués de la Ensenada contabilizó el año 1751 un total de 75 bodegas y 47 lagares. A día de hoy quedan vestigios de unos 30 lagares, pero solo uno está en buenas condiciones. Respecto a las bodegas, en la actualidad quedan 60, de las cuales unas 40 están en buen estado.

Legado

Pero, ¿Cómo se puede proteger este legado histórico? Según explica el arquitecto, Alfredo Sanz, uno de los mayores expertos en bodegas subterráneas de la Ribera del Duero, “el panorama no es alentador y no es un reto fácil”. “Desde que en los años 60 cambió el modelo productivo y se pasó de la elaboración artesanal a las cooperativas, el abandono es el principal riesgo de las bodegas subterráneas, pero también es importante que se tengan muy en cuenta a la hora de construir o sustituir tuberías, porque al estar en el subsuelo, en muchos casos bajo cascos históricos de edificaciones y viviendas, todo está interrelacionado”, argumenta.

El arquitecto pone como ejemplo las tuberías y el pavimento. “En estos casos lo mejor es poner unas tuberías de protección doble, para evitar filtraciones, y apostar por un pavimento que transpire”.

Pese a que las ayudas son muy escasas y se limitan a los conjuntos declarados Bien de Interés Cultural, el experto aconseja “moverse” porque “de vez en cuando salen”.

Aunque “cuando las bodegas ya están muy mal”, muchos propietarios optan al final por rellenarlas “para evitar peligros”, el arquitecto insiste en la importancia de velar por este patrimonio que no solo da importancia del pasado vinícola de la zona, también pueden poner en peligro la estabilidad de las viviendas que sustentan. "Si no tenemos cuidado, el efecto dominó puede ser irreversible”, concluye.

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