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Historias de vida

“Como peluquera itinerante me he reincorporado al mundo laboral y soy dueña de mi tiempo”

Lorena Pérez trabaja de peluquera en 9 pueblos de la Ribera

Terminada la jornada laboral, Lorena Pérez posa junto a su cocheLoreto Velázquez

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Aranda

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Que los pueblos están muriendo poco a poco, casi nadie lo pone en duda, pero hay personas que siguen apostando por el medio rural, por esa España Vaciada que se revuelve contra el que parece su destino. Es el caso de Lorena Pérez García que tras ejercer de peluquera durante 23 años lo dejó para cuidar a sus hijos y ahora ha vuelto reconvertida en peluquera itinerante. “Voy de pueblo en pueblo y estoy feliz”, asegura.

Lorena es natural de Fuentenebro. “Estudié en Aranda en El Empecinado y luego trabajé en una peluquería también de Aranda durante 23 años, pero abrieron varias cadenas y cerró. La verdad es que me vino bien porque justo acababa de tener a mi segundo hijo y fue como la señal que necesitaba. Decidí parar y respirar. Tocaba disfrutar de mis hijos”.

Y así lo ha hecho durante 5 años hasta que hablando con su prima, que es peluquera itinerante, le mencionó esta posibilidad. “Yo tenía claro que no quería volver a lo de antes, a trabajar desde por la mañana hasta las 8 de la tarde, pero esta opción me gustó porque me permite organizarme”.

La oportunidad llegó cuando una peluquera itinerante de la Ribera cogió la baja. “Hablé con la Federación de Peluquería y decidí lanzarme”.

Desde hace tres meses peina, corta y tiñe en los pueblos de Berlangas, Anguix, la Cueva de Roa, San Martín de Rubiales, Caleruega, Fuentecén, Quintanarraya, Montejo de la Vega y desde el jueves, Fuentelcésped. “Estoy encantada”, afirma.

Lorena ha logrado lo que muy poca gente consigue: ser dueña de su tiempo. “Por lo general trabajo por las mañanas, de martes a viernes, y libro los fines de semana, que era algo impensable en mi anterior trabajo”, señala convencida de que “en este punto de la vida el dinero no es lo más importante”. “Mi prioridad es ver crecer a mis hijos, soy consciente de que este tiempo pasa muy rápido y no quiero perderme nada. Me encanta ir a sus partidos, celebrar sus goles y apoyarles cuando las cosas no salen como ellos esperan, y esto en una peluquería tradicional es sencillamente imposible”.

La periodicidad depende de cada pueblo y va en función de la demanda que haya. “En los pueblos más grandes como suele haber más movimiento voy cada 15 días, como es el caso de Caleruega o Berlangas; en el resto voy o cada tres semanas o una vez al mes”.

Por norma recibe a las clientas en el local que habilita o el Ayuntamiento o la Asociación de la Tercera Edad, pero a las personas muy mayores o con problemas de movilidad va a su casa. “Cuando voy a una casa la señora ya está con el pelo lavadito para poder trabajar”.

Hablamos de señoras pero en su peluquería no faltan los caballeros. “Son menos pero también vienen”, agradece.

Aunque ofrece un servicio a los pueblos y la asociación o ayuntamiento de turno le facilitan el acceso y se hacen cargo del pago de la luz y el agua, Lorena no tiene un sueldo asignado y los precios de los distintos servicios no los pone ella. “Me dan las tarifas desde la Federación”, asegura.

Pese a todo, no se queja y confía en la rentabilidad. “Es verdad que por ahora no tengo beneficios porque he tenido que invertir en todo el material: secadores, planchas, tintes, rulos, lacas, espumas… En total habré invertido mil euros largos, pero estoy segura de que los recuperaré y de que esto va a funcionar”.

Aunque la federación impone los precios, ella decide con qué productos trabaja. “Me gusta hablar con los comerciales y saber con qué trabajo”.

Ella lo tiene claro: el servicio itinerante de peluquería es un servicio fundamental para muchas personas de pueblos que muchas veces no tienen posibilidad de coger el coche. “Muchas veces no se valora pero tener la peluquería en la puerta de casa, sin tener que conducir, es un extra. Por eso yo animo a todos a venir, que se aprovechen de algo que sí hay”, sostiene con la mirada puesta en su pueblo, Fuentenebro. “Cuando estamos ahí en verano me encanta cuando viene el pescadero o el frutero con la furgoneta. Puede que sea un pelín más caro pero lo tienes a la puerta de casa. Desde luego sale mucho más económico que coger el coche e intentar aparcar en Aranda, que ahora está imposible con las obras”.

Lorena mira al futuro esperanzada. “A mí me encantan los pueblos, es verdad que cada vez hay menos gente y que se van quedando vacíos, pero todavía hay mucha gente que queremos vivir aquí en el mundo rural”, defiende.