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Teresa, la limpiadora arandina, recupera su casa ‘okupada’. Así se la ha encontrado

Los inquilino-okupas han estado sin pagar 16 meses mientras ella se quedó sin empleo

Teresa descubre cómo ha quedado su casa tras 16 meses de inquilino-okupasLoreto Velázquez

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Aranda

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Ayer no era un día cualquiera en la vida de Teresa. Llegaba el momento de recuperar su casa después de 17 largos meses de espera, angustia e impotencia. Tras llegar a un acuerdo ante el juez, los inquilino-okupas cumplieron por fin su palabra y le devolvieron las llaves. El Correo de Burgos entró con ella. “La verdad es que estoy muy, muy nerviosa. Han sido meses muy duros en los que casi no podía pensar en otra cosa y no sé lo que me voy a encontrar”, explicaba instantes antes de meter la llave en la cerradura.

La pesadilla comenzó hace algo más de un año y medio cuando decidió alquilar la casa familiar en la que habían crecido sus hijos, en el portal número 1 de la calle Nuño Rasura, en pleno barrio de Santa Catalina. “Conocí a la mujer por Facebook, quedamos para que viera el piso y luego firmamos el contrato en el bar, ya no subí más. Al principio todo iba bien pero cuando mi hija se quiso independizar con su pareja les llamé para avisarles con tiempo de que necesitaba la casa, y ahí fue cuando me soltó la ‘bomba’. Me dijo: ‘He pensado que no me voy a ir del piso. No voy a encontrar nada ni mejor ni más barato así que no me voy’”, recuerda.

La denuncia fue inmediata pero la espera ha sido larga y desesperante. “Aquí no es la historia de una familia vulnerable que se mete en una casa propiedad de un banco o un fondo buitre de esos, esta es la casa que con muchísimo esfuerzo pagamos mi marido y yo. No somos ricos ni mucho menos. Yo trabajo de limpiadora en el hospital y para mí esto ha sido una auténtica desgracia en todos los sentidos”.

Nunca ha sabido con certeza cuántas personas han llegado a vivir. “Al principio se supone que eran dos pero luego me han dicho los vecinos que eran cinco. Yo no me podía acercar porque mi abogada me recomendó que no lo hiciera por si me denunciaban por acoso. Es como el mundo al revés”, lamenta.

Lo que sí sabe, porque lo ha visto con sus propios ojos, es que el cabeza de familia trabaja como repartidor en Aranda. “Me he hartado de decírselo al CEAS, no eran vulnerables, pero la burocracia va mucho más lenta”, reprocha consciente de que mientras el ocupa “sí tenía trabajo y vivía en su casa gratis”, ella se quedó sin empleo. “Yo he tenido que ajustar todo para no dejar de pagar la hipoteca porque a diferencia de los ocupas, aquí en la vida normal si no pagas te quitan la casa”.

Las paredes tienen un preocupante color negruzcoLoreto Velázquez

Entramos. Al principio parece que todo está razonablemente bien pero pronto empieza a ver cosas que deberían estar “y no están” y también daños preocupantes como lo que parece un serio problema de humedades en dos paredes de los dormitorios y en una esquina del salón. En la cocina echa en falta el microondas así como una cortina del pasillo y en la habitación de una de sus hijas, la silla del escritorio está completamente rota. En algunas paredes hay pequeños dibujitos de caras sonrientes que alguien ha hecho con rotulador. “¿Qué necesidad?”, pregunta.

En el recorrido Teresa ve además cosas que no son suyas como una mesa de comedor, un libro y un juego de mesa. “Es una sensación muy rara”, admite.

Antes de recuperar su vivienda una llamada de la comunidad de vecinos le alertó de que la familia ocupa había llamado por un problema de colapso en el baño que les impedía ducharse con normalidad. “Como la comunidad les dijo que tenían que llamar ellos yo creo que por eso se han ido antes, porque el juez les dio permiso hasta finales de este mes”, explica al recordar que el tribunal obligó a los ocupas a pagar al menos los últimos tres meses. “Algo es algo pero no hay derecho. Al final ahora entrarán supongo en otra”.

Pese a todo el perjuicio y la inversión que va a tener que realizar, Teresa está feliz. “Me he imaginado este día muchísimas veces. No es solo recuperar una cosa que es tuya, algo material, esta historia me ha quitado vida, me ha quitado alegría”.

Imagen del salónLoreto Velázquez

Si algo tiene claro es que no la alquilará de nuevo. “La vamos a arreglar para mi hija, porque aunque tras la ocupación ella se alquiló un piso, las cuentas tampoco le daban y tuvo que volver a casa con nosotros”.

Su vida además ha dado un giro y tras cuatro meses, sin empleo ni paro, le han llamado de nuevo del hospital donde trabajará como celadora. “Después de esta época tan oscura, empezamos a ver un poco la luz y tengo de nuevo esperanza y ganas", concluye.