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Tres sacerdotes para 24 pueblos de la Ribera. El difícil reto de la Iglesia en la España rural

El padre Michael lleva las iglesias de La Horra, Sotillo de la Ribera, Cabañes de Esgueva, Santibáñez y Gumiel de Mercado

El padre Michael viaja a su país una vez al año donde le esperan sus dos hermanos, Agustino y RafaelLoreto Velázquez

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Aranda

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El padre Michael es de origen africano. Tras ordenarse en la congregación del Espíritu Santo cambió su tierra natal, Nigeria, por la Ribera del Duero. Hoy junto a sus compañeros, los padres Bernabé Sebastián Kileu (de Tanzania) y Antonio Pedro Neves Mosso (de Portugal) llevan 24 pueblos de la comarca. “Bernabé coordina once, Antonio 8 y yo 6, pero en septiembre viene un sacerdote de Camerún y ayudará a Bernabé porque es el que más tiene”, afirma el padre Nsibiet Michael Ebiefung, conocido por padre Miguel.

Por ahora el reparto está fijado. Bernabé lleva las iglesias de Haza, Adrada de Haza, Fuentemolinos, Fuentecén, Valdezate, San Martín de Rubiales, Mambrilla de Castrejón, Cueva de Roa, Hoyales de Roa y Nava de Roa. Antonio por su parte coordina Roa, Pedrosa, Villaescusa, Berlangas, Boada y Quintana del Pidio, y Miguel se hace cargo de La Horra, Sotillo de la Ribera, Cabañes de Esgueva, Santibáñez, Gumiel de Mercado y la Iglesia de Ventosilla, en la festividad de San Andrés, patrón del campo. “Como ellos, estoy muy contento. Estoy feliz con la gente y con la Iglesia”, sostiene Michael.

Aunque el idioma fue un problema los primeros meses, tras 9 años en España ya lo maneja con fluidez. Su primera parada fue Aranda de Duero, donde estuvo en las iglesias de San José y San Pedro Regalado, en el polígono residencial, y después en Fresnillo de las Dueñas, pero desde hace dos años es el sacerdote de seis pueblos. “Ha sido un gran cambio pero me gusta la vida de pueblo, me gusta la cercanía con las personas y aquí es más fácil que en las ciudades donde todo va muy deprisa”.

El cambio de continente no fue sencillo. Tuvo que acostumbrarse a los cambios de temperatura de una Ribera del Duero muy fría en invierno y casi asfixiante en los días de pleno verano. “En mi país la temperatura apenas cambia a lo largo del año, está siempre entre 24 y 28°C”.

La comida fue otro reto. “Es muy diferente, pero como buen católico puedo comer de todo. Me encanta el lechazo asado, el vino tinto y clarete... Lo único que no puedo es la leche porque me sienta mal y el cangrejo, que no me gusta nada”, ríe.

“Algún día he llegado a comulgar solo”

Lo que más le ha costado aceptar es que la fe en España y en Europa poco tiene que ver ahora con la que dejó en su país. “Yo venía de un país de 230 millones de habitantes donde la Iglesia ocupa un papel muy importante en el día a día de los personas. La gente va a misa todos los días, las iglesias se llenan, hay monaguillos y son misas muy alegres, con muchos niños y mucha vida. Aquí, sin embargo, la realidad es otra, vienen muy pocas personas y casi todos son mayores. La gente joven solo viene cuando hay una comunión, un bautizo, una boda o un funeral. Es triste pero es así”.

En su opinión, tanto España como Europa e incluso Estados Unidos han cambiado en los últimos veinte años. “Se ha pasado de los abuelos que nunca faltaban a misa a iglesias vacías. Yo algún día incluso he llegado a comulgar solo”.

La solución no es fácil. “Entiendo que pasa en parte por otra manera de evangelizar, de comunicar; por una iglesia más abierta, más viva y cercana porque no se puede forzar a nadie, es una cuestión también de fe. Yo espero y rezo por ello porque la fe es algo muy importante para el ser humano”, señala convencido de que gran parte de este shock arreligioso se encuentra en los padres jóvenes. “En España más del 80% se declaran católicos pero hay pocos practicantes. Los abuelos y los padres iban siempre pero ahora con los padres jóvenes en cuanto el niño hace la comunión no vuelven y eso afecta irremediablemente al menor. No se ama lo que no se conoce y es una pena porque es una parte esencial en la vida a la que no deberíamos renunciar”.

El padre Michael lleva seis pueblos de la RiberaLoreto Velázquez

Déficit

Al igual que faltan fieles en la Iglesia, también hay un déficit muy preocupante de sacerdotes. “A día de hoy solo salen vocaciones en África”, advierte consciente de que por idioma España encajaría mejor con sacerdotes latinos, pero “tampoco hay”. “Estamos ante un cambio de ciclo y no sé muy bien hacia dónde vamos”, admite.

Con residencia en Roa donde convive con sus dos compañeros de congregación, en su día a día el coche es una herramienta indispensable. Los sábados celebra una única misa a las 18.00 horas y los domingos organiza cuatro: a las 10.30, 11.30, 12.30 y 13.30 horas. “El lugar va cambiando de un mes a otro, pero lo anunciamos siempre en el cartel de cada Iglesia”.

Además hay misa diaria en La Horra, el lunes en Santibáñez de Esgueva y el jueves en Cabañes de Esgueva. Los martes y miércoles atiende a los feligreses y extiende certificados en la vicaría de Roa, y los miércoles y viernes visita a las personas mayores que no pueden ir a misa pero quieren comulgar. Siempre tiene tiempo para los enfermos y los entierros.

El padre Michael pertenece a los Espiritanos, una congregación católica que supera los 3.000 sacerdotes y está presente en 77 países del mundo. En Europa tiene misión en España, Portugal, Francia, Italia, Alemania, Suiza, Holanda, Irlanda, Inglaterra, Bélgica, Croacia y Polonia.