Nuevo Futuro cumple 28 años en Aranda con 106 niños protegidos
La ONG sueña con poder contar en la Ribera con un centro de emancipación
Llevan trabajando en Aranda de Duero 28 años y en Burgos desde 1988, pero su labor no ha perdido un ápice de actualidad. Nuevo Futuro continúa protegiendo a los menores cuyos padres o tutores, por diferentes causas, no pueden atenderlos. Con tres centros abiertos, dos en Burgos y uno en Aranda, cuidan a un total de 18 jóvenes, pero si echamos la vista atrás, desde sus inicios, han atendido a 365, de los cuales 106 vivían en Aranda o la Ribera.
Según explica la gerente de Nuevo Futuro Burgos, María Muñoz Plaza, cada vivienda cuenta con 6 plazas. “Podemos atender desde bebés con cero años hasta niños con 18, pero la horquilla mayoritaria va de los 12 a los 18 años”.
Nuevo Futuro tiene un concierto de colaboración con la Junta de Castilla y León y, además, en Aranda, suma un convenio con el Ayuntamiento. Sin embargo, los medios no son suficientes y dependen de los socios y de la recaudación de actos beneficios que suelen organizar en Burgos. La prioridad es clara: ofrecer a estos menores un hogar en el que puedan crecer de forma saludable.
Los menores que llegan a sus viviendas-hogar son todo jóvenes con un expediente de protección abierto y generalmente tutelados por la administración, aunque también hay padres que solicitan la medida de forma temporal con la esperanza de poder subsanar las adversidades. “Llegan siempre derivados de la Gerencia Territorial de Servicios Sociales de Burgos, a través del departamento de Protección a la Infancia, con el que trabajamos de forma coordinada y continua”, explica.
La llegada no es fácil. Salir del entorno familiar, de tu casa, es siempre complicado. Llegan con miedo e incertidumbre porque no saben lo que van a encontrar. “A nosotros lo que nos diferencia de centros residenciales es que somos viviendas hogar, por lo que la estructura es lo más parecido a una familia y eso se nota desde el minuto uno”, afirma.
Con este objetivo, cuando el menor entra en la casa por primera vez encuentra una bienvenida colmada de afecto. “Hacemos siempre algo especial. Si conocemos sus gustos, le hacemos una comida rica y le entregamos una caja de bienvenida para que el paso sea lo menos traumático posible”, detalla sin olvidar uno de los momentos más especiales, cuando el menor conoce a sus compañeros, jóvenes como él con muchas cosas en común y con los que vivirá como “una familia normal”.
Según explica, solo se les cambia de colegio si es estrictamente necesario. “Aquí la prioridad es el bienestar del niño por lo que se mantiene todo lo que le vaya bien”, subraya con la mirada puesta en un proceso educativo que se expande a todos los aspectos de la vida. “Más allá de las necesidades básicas, sobre todo cubrimos a nivel emocional. Son niños que vienen de situaciones muy complejas y la reparación del daño es algo fundamental”.
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Al funcionar como una casa no hay horarios de cierre ni clausuras por vacaciones. “Los menores están atendidos las 24 horas de los 365 días, nunca están solos; para ello contamos con profesionales que trabajan a turnos pero sobre todo se esfuerzan cada día por hacerles sentir en familia”, sostiene a sabiendas de que se establecen lazos de afecto y cariño.
No hay un perfil de menor tutelado. “Hay situaciones completamente distintas: padres enfermos o que han fallecido y también menores que han podido estar en riesgo. Con estas familias se trabaja de forma paralela para intentar que el menor pueda volver cuanto antes”. En este sentido puntualiza: todos los menores tienen contacto con su familia de origen. La frecuencia depende de cada situación y se analiza detenidamente en coordinación muy directa con Protección de Infancia.
En el caso de que lleguen varios hermanos, “nunca se separan”, salvo que se considere que es mejor para ellos; “pero son casos muy excepcionales”. “Por lo general siempre están juntos”.
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La norma dicta que los menores pueden estar hasta dos años; pero hay excepciones. Si, por ejemplo, el menor llega con 15 años y a los 17 no se ha normalizado su situación familiar, se puede prorrogar la estancia porque es menor. “En los 21 años que llevo trabajando en Aranda la niña más pequeña que ha estado llegó con 18 meses, pero no es algo habitual”, detalla la educadora responsable de la Vivienda Hogar de Aranda, Gemma Carballo Álvarez.
Cuando estos menores cumplen 18 años abandonan la casa pero no quedan desprotegidos. La administración les ofrece la posibilidad de continuar dentro del sistema en los pisos de emancipación. El problema, explica Gemma, es que solo hay en Burgos por lo que los que están en Aranda muchas veces no se quieren ir a otra ciudad o no pueden acceder porque hay muy pocas plazas. “Sería maravilloso poder contar en Aranda con un piso de emancipación para dar respuesta a estos jóvenes”.
En sus viviendas no verán un cartel de Nuevo Futuro. “La privacidad es absolutamente prioritaria para su normalización e integración”, defiende. Y aunque cuentan con un concierto con la administración toda ayuda es bienvenida. “La gente puede colaborar como quiera. Pueden hacerse socios, da igual la cantidad, si es mensual o anual… o también pueden hacerse voluntarios para ayudarnos en el apoyo escolar o las actividades de ocio. Todo suma”, agradece la gerente de Nuevo Futuro Burgos, María Muñoz Plaza.