«Los test de anticuerpos tienen poca utilidad los primeros días de coronavirus»
Muñoz Bellido cree que son una ayuda importante desde el séptimo día donde la PCR es menos fiable
El coronavirus ha sembrado muchas dudas en el ámbito epidemiológico. De hecho, no se descarta que bastantes casos de los meses de enero y febrero se enmascarasen en gripes hospitalizadas cuando aún no se hacían pruebas. Ahora, en plena contrarreloj por conocer el comportamiento del patógeno, se busca que ninguno se escape. En este punto, Juan Luis Muñoz Bellido, jefe de Servicio de Microbiología del Complejo Asistencial Universitario de Salamanca, aclara: «Los test más adecuados para el diagnóstico van variando a lo largo de la evolución de la enfermedad. En concreto, los test de anticuerpos tienen poca utilidad en los primeros días tras la aparición de los síntomas, ya que el organismo todavía no ha tenido tiempo de sintetizarlos en cantidades suficientes. Sin embargo, son una ayuda importante a partir de los 7-10 días de evolución de los síntomas, que además es la fase de la enfermedad en la que los test moleculares (PCR) empiezan a ser menos fiables».Eso sí, deja claro que las pruebas de anticuerpos son, desde hace años, «un recurso habitual» para el diagnóstico de infecciones víricas y «la técnica que se suele usar para el diagnóstico inicial» de patologías como las hepatitis B y C o el VIH. En el caso de la COVID-19, subraya que es fundamental diferenciar entre dos tipos que ahora mismo existen en el mercado. Por un lado, están los test rápidos, que tienen la ventaja de ser sencillos, al no requerir ninguna infraestructura de laboratorio, y rápidos, puesto que se leen en 15-30 minutos a partir de su realización. «Los resultados positivos suelen ser bastante fiables, pero puede haber falsos negativos», apostilla el también catedrático de Microbiología de la Universidad de Salamanca.Por otro, están las pruebas serológicas, que requieren equipamientos complejos y su interpretación debe realizarse por un especialista. Según indica, empezaron a estar disponibles para la detección de anticuerpos frente al coronavirus hace unas semanas, por esta razón, sus opciones para detectar algún tipo específico de inmunoglobulinas, como las IgM, son todavía limitadas. «En la actualidad, muchos protocolos recomiendan su uso, sobre todo, para solventar aquellos casos en los que los test rápidos planteen dudas, pero es previsible que, en breve, se conviertan en el recurso serológico principal para el diagnóstico de SARS-CoV-2».Insiste en que las pruebas de anticuerpos y las PCR son «completamente distintas» tanto desde el punto de vista técnico como de su utilidad clínica. «Los test de anticuerpos detectan la producción de inmunoglobulinas por parte del organismo, en respuesta a la infección. Son, por tanto, un indicador indirecto de que la persona ha tenido contacto con el virus, ya que no detecta específicamente al microorganismo sino nuestra reacción inmunológica frente a él. Las técnicas moleculares, en cambio, detectan secuencias genómicas específicas del virus, de modo que el riesgo de confusión con otro virus similar es extremadamente bajo. La detección de este genoma significa, como regla general, que hay virus en nuestros tejidos en ese momento», explica Muñoz Bellido. Por este motivo, insiste en que un positivo en PCR significa que en ese momento hay material genómico del virus en la zona de la que se ha obtenido la muestra. En general, agrega el jefe de Servicio de Microbiología del Complejo Asistencial Universitario de Salamanca, esto equivale a la presencia de virus viables, aunque, en ocasiones, en fases ya avanzadas de la infección, puede haber excepciones. En el caso de la serología, comenta que la presencia de anticuerpos indica que en algún momento ha habido un contacto infectante con el virus, si bien, por sí solo, no detecta infección activa, ya que la producción de anticuerpos puede durar meses o incluso años, una vez iniciada. «El tipo de anticuerpos, sobre todo IgM e IgG, puede dar una cierta referencia temporal sobre si el contacto infectante es más o menos reciente, pero, sobre todo en el caso de la IgM, con un margen de error considerable». Para los estudios poblacionales, en su opinión, es más correcto hacer estudios de anticuerpos y restringir las PCR a las personas sospechosas, a sus contactos si se confirma la enfermedad y a aquellas personas que, de acuerdo con el resultado de anticuerpos, quede la duda de que puedan ser portadoras asintomáticas. Por todo ello, insiste en que la PCR es una técnica «muy fiable» en los periodos iniciales de la enfermedad, que se podrían cifrar en la primera semana desde el inicio de los síntomas. A partir de ahí, añade, la fiabilidad baja porque la cantidad de virus presente en la nasofaringe es cada vez menor y, por tanto, pueden empezar a darse falsos negativos. La serología, por su parte, tarda más en positivizarse, ya que el organismo requiere un tiempo para diseñar los anticuerpos y producirlos en cantidad suficiente. Por tanto, a su parecer, es un recurso más útil en fases más avanzadas de la enfermedad, aproximadamente, de las dos semanas con síntomas. También dice que permite conocer el nivel de inmunidad que se ha generado contra el microorganismo, aunque «la eficacia de esta inmunidad es todavía pronto para poder valorarla adecuadamente».Antes de recuperar la antigua normalidad, considera que es prioritario conocer el estado inmunológico, sobre todo, de los grupos de mayor riesgo: sanitarios, servicios públicos…etc. Más tarde, según los resultados obtenidos y el nivel de protección conseguido en las personas portadoras de anticuerpos, habrá que plantear la posibilidad de extenderlo a sectores sociales más amplios. «Si se demuestra que los anticuerpos confieren un buen nivel de protección es interesante conocer el estado de la población, de cara a plantear en su día a qué personas proceder vacunar y a cuáles no es necesario. En cambio, si se demostrara, esperemos que no, que los anticuerpos no tienen una buena eficacia protectora no tendría mucho sentido conocer el estado inmunitario de la población porque no nos permitiría tratar de forma distinta a las personas con anticuerpos y a las que no los tienen», declara Muñoz Bellido. Preguntado por los criterios para avanzar en la desescalada, advierte que el principal es la prudencia. Y lo argumenta: «Los datos que van apareciendo sugieren que el nivel de inmunización en la población es relativamente bajo, en torno al 10% o incluso inferior. Por tanto, es imprescindible desescalar con mucha prudencia y seguir siendo muy estrictos con las medidas higiénicas: mascarilla, lavado de manos, distanciamiento social..., al menos, hasta que se disponga de vacuna y tratamientos eficaces».