Un pequeño ejército silencioso que conecta personas, actividades e ilusión
Un centenar de voluntarios colabora en programas de ocio con la Fundación Aviva para defender la inclusión y los derechos de las personas con discapacidad
Las instalaciones de la Fundación Aviva rebosaban emoción este lunes. La noticia de que habían sido propuestos como Medalla de Oro de Salamanca, la mayor distinción que ofrece la ciudad, acababa de llegar a su oídos y la ilusión era difícil de ocultar. Una recompensa que, los trabajadores, sabían a quien iba dirigida: a todas las personas protagonistas que forman parte de una entidad que busca de hacer a la capital del Tormes un lugar para todos.
Desde Aviva llevan casi 30 años trabajando en la inclusión de personas con discapacidad en programas de ocio, deporte y prestación de servicios, encaminados a la defensa de sus derechos, y la participación en la comunidad en igualdad de condiciones. Alrededor de 160 participantes, con todo tipo de discapacidades, forman parte de estas propuestas encaminadas a la convivencia de una ciudadanía plena, que camine en la misma dirección y con las mismas oportunidades.
Para lograrlo, uno de los pilares claves de la fundación son sus voluntarios. Un pequeño ejército silencioso, como ellos mismos lo denominan, formado por casi un centenar de personas que lucha porque proteger los derechos de todos deje de ser una utopía. “Todos los chicos que vienen no tienen amigos. El voluntariado juega un papel brutal en ese tejido asociativo, y la actividad es una excusa para generar relaciones interpersonales”, explica a la Agencia Ical la coordinadora del área de familias de Aviva, Beatriz Pérez.
“Lo importante es que la persona tenga una oportunidad para conocer a otras, para realizar algo que les gusta e ir tejiendo otro tipo de relaciones fuera de lo que es el entorno formal como puede ser el colegio o el centro ocupacional”, continúa. Por ello, desde Aviva defienden que, al igual que el resto de la sociedad, sus participantes no tienen que irse de vacaciones o pasar su tiempo de ocio con los mismos que trabajan, se forman o con sus propios familiares. “Habrá personas con las que sí conecten, pero de manera generalizada la vida no es así. Que se pueda elegir es muy importante”, detalla Pérez.
La Fundación Aviva cuenta también con la peculiaridad de que sus 18 trabajadores han sido, previamente, voluntarios. Algo que consideran como su “esencia”, destacando esta implicación que, reconocen, “engancha”. Así lo refleja la encargada de este área, Lindsay Herrero: “Recuerdo cómo empecé, de cómo me enganchó, porque en cualquier sitio que puedes hacer cosas similares no tienes ese cariño, ese apoyo, ese enganche con el corazón, de que es algo que lo sientes y tienes pertenencia”.
Corazones de diferentes formas, pero que siempre encajan
Los técnicos de Aviva reconocen no poder elegir ninguna historia que les haya marcado más que otra a lo largo de los años que llevan implicados con la asociación. “Nos pides algo imposible. Eso es difícil. Podemos elegir una cada día”, señalan, porque para ellos “lo importante son las personas”. Por ello, el responsable del área de vida independiente y mayores, José Luis Montes, decide que la mejor manera de representar lo que conlleva la asociación es explicando su logo: “Aviva no son unas siglas, es un logotipo formado por corazones de diferentes formas y que se lee igual de un lado a otro, porque nuestro proyecto es circular”, detalla.
De esta forma, Aviva nace de las necesidades de apoyo que plantean las familias o la persona con discapacidad, y desde allí trabajan “para que esas necesidades puedan ser cubiertas de la mejor manera y en igualdad de condiciones. “Por eso Aviva, ser igual de un lado que de otro. Y corazones porque cada uno tiene un corazón diferente, una forma de ser, una forma física, de pensar, de actuar o de comportarse. Y en Aviva encajamos todos, seamos como seamos”, concreta.
“Todos aceptamos a cada uno de nosotros como somos. Y eso es maravilloso, el poder ser sincero es una clave, que no es más que el corazón. Pero es bonito porque tenemos ilusión cada día de nuestra vida”, reconoce Beatriz Pérez. Y esta ilusión es lo que les mueve a crear conectores comunitarios, de personas, de actividades y aficiones para su último fin: crear realmente un valor a la persona.
“El propósito de Aviva es que las personas sean protagonistas de sus vidas”, prosigue otro de sus trabajadores sociales, Eugenio Sánchez, consciente de que la verdadera convivencia “es la participación conjunta de personas con y sin discapacidad en todos los ámbitos de la vida. En este proceso, cuentan con más de 160 participantes con todo tipo de discapacidades, algo que afrontan como un reto debido “a que no somos especialistas en las múltiples discapacidades, pero sí lo somos en dar oportunidades”, reconoce.
Actividades para encajar un proyecto de vida
Talleres de cocina o teatro, baloncesto, fútbol sala o batucadas. Proyectos de cara a la sociedad, como exposiciones fotográficas, artísticas realizadas por los propios participantes o uno de sus eventos más importantes, la Carrera de los 1000 pasos, que reúne anualmente a miles de salmantinos para dar visibilidad a las personas con discapacidad en uno de los eventos deportivos de referencia. O, simplemente, una quedada con amigos para ir al cine. Aviva ofrece más de una treintena de actividades para que cada persona decida dónde quiere encajar su proyecto de vida. No solo los participantes, también los voluntarios, para que encuentren una actividad que les llene dentro de sus intereses, donde, poco a poco, van tomando conciencia de la realidad y de lo que cada uno puede aportar.
Al igual que cuentan con edades muy variadas de participación, también lo hacen con el voluntariado. “Desde los 18 años, con gente que viene a estudiar, hasta personas que ya están jubiladas y lo necesitan o les apetece compartir su tiempo con los demás. Al final, la convivencia que se habla de las actividades es lo que hace también que se creen vínculos muy bonitos”, señala Lindsay Herrero.
Es el caso de Fonsi, quien este año, después de cinco, ha elegido el teatro y los deportes saludables para participara como voluntaria en Aviva. Tras jubilarse, decidió invertir su tiempo en los demás. “Para mí es importantísimo tener actividades enfocadas a gente que le puedas aportar, aunque sea un poquito, de tiempo, paciencia, compañía o respeto por lo que ellos hacen”, explica. Dedicada a la rama laboral de lo social, y después de trabajar con personas con dependencia y con tercera edad, Fonsi tenía claro que “no quería volcar toda la vida que tengo ahora mismo en algo de lo que he trabajado, pero sí en algo similar”. “Acerté de pleno”, señala contundente, orgullosa de la evolución de los participantes.
Más allá de la motivación personal de cada uno, el propósito, según detalla Sánchez, es el mismo: “La vocación ya la tenemos cuando empezamos a estudiar algo que implica relacionarte con tu semejante, intentar hacer este mundo un poco mejor. Es tan sencillo como eso, pero luego lo puedes llevar a la práctica. Es lo bonito. Bea siempre dice que hacer lo que te gusta es felicidad. Nuestro trabajo es pura felicidad”.