Las 'pequeñas debilidades' de Karras
El creador de Los Gigantillos dejó oír su voz sin morderse la lengua en el homenaje a su larga trayectoria orquestado por el Festival de Títeres de Bilbao y La Tarasca
A.S.R. / Burgos
Un día antes temía que solo acudiera media docena de personas al homenaje y finalmente lo hicieron alrededor de treinta. No había políticos, tampoco mucha gente del teatro y tan solo un niño se acercó a ver a quien durante tanto tiempo fue su gran valedor. No importaban los números ni los galones. La de ayer era una tarde para las emociones, para los agradecimientos y para los recuerdos, también para las reivindicaciones, los lamentos y la guasa, mucha y buena. A pesar de los cuatro años que lleva fuera de los escenarios, José Luis Karraskedo demostró que no se le han olvidado las buenas artimañas para ganarse al público. Se lo llevó de calle. La de ayer, a juzgar por las risas y los aplausos, se convirtió en su mejor función. Precisamente, el reconocimiento a los más de cincuenta años de dedicación al mundo de los títeres reunía a los presentes. El Festival Internacional de Títeres de Bilbao le entregaba una placa por este logro y La Asociación Cultural de Teatro La Tarasca se sumaba al brindis con la presentación del libro La materia que late, una reflexión coral sobre la disciplina acompañada por las ilustraciones de las marionetas del Teatro de Títeres Los Gigantillos, fundado por Karraskedo.
Disparó primero Ángel Arnaiz, presidente de La Tarasca. Una simple bienvenida y la patata caliente pasaba a las manos de Juan Luis Sáez, director de publicaciones de la asociación.
Contó el nacimiento de la idea, agradeció su colaboración a Alberto Labarga, diseñador del libro, a Ignacio Javier de Miguel, corrector del mismo, y al Instituto Municipal de Cultura, por la ayuda económica. También a Luis Mena, el fotógrafo, que tomó la palabra. Explicó el placer y el arduo trabajo de inmortalizar a estos títeres. Y, y ese fue su error, recordó cuando siendo un niño acudía a ver el guiñol de Karraskedo. ¿Guiñol? Eso sí que no. En ese momento a José Luis le salió el Gigantín que lleva dentro y reprimió al fotógrafo por utilizar esa palabra y no la más española y castiza teatro de títeres.
Tras una rápida lección de lengua, y como si enfadado siguiera, le soltó al retratista un piropo: «De las piltrafillas de muñecos que teníamos has conseguido hacer unas auténticas obras de arte». Esta flor y un café sacó Mena de la refriega.
Lo que sacó del bolsillo Ángel Arnaiz fue un mensaje de Concha de la Casa. La directora del Festival de Títeres de Bilbao, ausente por estar en la Feria del Libro de Salamanca, habló de los sueños que Karraskedo ayudó a vivir a muchos niños, de su generosidad, de la sensibilidad que le llevó a conservar un patrimonio cultural tan valioso... y también de su mal genio (de ahí llamarlo Karras).
Se emocionó el titiritero. Pero lo justito. Le quedaban todavía muchas cosas que decir. Faltaba la puntilla a los políticos, a los que culpa de su ostracismo. También el recuerdo para sus colaboradores, para su mujer, para la Biblioteca Pública y el rincón dedicado a sus títeres... Faltaban también algunos tacos. Sus 'pequeñas debilidades' los llama él. Karraskedo, genio y figura.