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La carpa de los soñadores
María Jesús Jabato se cuela en el mundo del circo en su último poemario infantil, 'Zirkus', ilustrado por Laura Esteban. Ambas vuelven a su infancia para divertirse en compañía de sus moradores
A.S.R. / Burgos
María Jesús Jabato es generosa con el jabón cuando se trata de recuperar aquella limpia mirada infantil que bailaba de emoción cada vez que la llevaban al circo. Brillan esos ojos de nuevo para rescatar la magia de aquel mundo en el que todo era posible y que acapara toda la atención en Zirkus, el nuevo poemario infantil de la escritora burgalesa ilustrado, una vez más, por el fino pincel de Laura Esteban.
El espectáculo está garantizado en estas páginas en las que las palabras juegan con el funámbulo, se asombran con el más difícil todavía de un elefante, dos elefantes..., se sobrecogen con el lanzador de cuchillos que en una manzana / quería hacer diana / como aquel tal Tell, se divierten intentando dar solución a tres quisicosas, tiritan como el león con la carne de gallina y el ratoncillo ciego, cojo de una pata y manco, se deslumbran con las lentejuelas del domador, cuentan kilos con el forzudo, arden por culpa de un domador inconsciente, bailan el vals del Danubio Azul con un tutú de hojas de bambú o se mantienen en vilo hasta saber el final de la chica tan delgada con su boquita de fresa que entró en una caja.
Zirkus adentra a los más pequeños en, como decía la canción, aquel circo lleno de color que alegraba siempre el corazón. Aquel es el que vuela como el hombre bala en este volumen que ya se encuentra en las librerías.
¿Por qué un libro dedicado a este universo? «Y por qué no», responde Jabato. «El circo para las personas que son de mi edad, no para los niños de ahora, tiene mucha importancia porque hemos ido todos y hemos pasado momentos muy agradables. Quizás por eso», amplía la escritora, quien abre esta puerta al lector infantil de hoy, muy alejado de esta realidad, volcado en otras diversiones «más virtuales y modernas» y que apenas sabe quiénes son los payasos.
«Me gustaría que a través de esta visión del circo los niños aprendieran la cultura del esfuerzo, sobre todo ahora que están instalados en la contraria, quiero que cuando vean a un malabarista o a un payaso que se cae de una forma muy graciosa se den cuenta de que detrás de esos tropiezos que hacen reír hay otros de verdad, muchas horas de ensayo y mucho trabajo», expone la autora de Tan alto como la luna, que, además, espera que así se lo expliquen los adultos que compartan con ellos la lectura de los veintiocho poemas que dibujan este mundo que se convertía en maravilloso. Como un auténtico acontecimiento se contemplaba antaño la llegada de carromatos a la ciudad.
Reconoce Jabato que el circo que a ella le sobrecogía en su infancia no es el de ahora. «La imagen que tiene actualmente es más casposa, de pequeña yo lo veía con una lente más limpia, que es la que doy aquí», observa.
Esa mirada de las niñas que fueron es la que pasean María Jesús Jabato y Laura Esteban en Zirkus. Sin ella quizás la mujer barbuda no se enamoraría, el domador no se mesaría su bigote como el de Dalí, el león no tendría su romancillo ni tomaría jarabe de limón ni de anís ni la dieta del elefante no sería de fiesta.
Ambas creadoras mudarán esa mirada en su próximo volumen, ya en cocción, en el que tratarán el tema del divorcio y que requiere unas gafas más reflexivas, sin olvidar nunca la diversión, como ya han hecho en anteriores títulos: Yo, mi, me, conmigo, sobre los niños llavero; Domingo de pipiripingo, en torno al Alzheimer; o El silencio de Camilo, centrado en el autismo.
Pero ahora toca ponerse las lentes más pizpiretas porque Como una roja marea / llegó el circo, pase y vea.