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«Me sorprende el trabajo que requiere un libro hasta llegar a la estantería»

Luz Gabás presenta mañana en Santiago Rodríguez su ópera prima, 'Palmeras en la nieve', inspirada en la historia de su padre y ambientada en la Guinea colonial

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Burgos

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A.S.R. / Burgos

Luz Gabás dejará a sus dos hijos pequeños en su casa del Valle de Benasque, cogerá el coche y conducirá más de dos horas hasta una estación de tren, se subirá al vagón y verá el paisaje pasar hasta Burgos. Aquí hace mañana el primer alto en un camino que le llevará después a Cáceres y Granada. No viaja con un equipaje ligero pues su primera novela, Palmeras en la nieve (Temas de Hoy), cuenta con más de setecientas páginas. Compartirá sus entresijos con el público en la librería Hijos de Santiago Rodríguez del Centro Comercial Camino de la Plata (19.30 horas).

«El contacto con los lectores es muy chulo. Parece que en la época que vivimos no hay tiempo para hablar de libros, pero los clubes de lectura funcionan que es una pasada», comenta la escritora que ya hace casi tres meses puso su cuentakilómetros a cero.

Desde el otro lado del teléfono, en su casa de la montaña oscense, cuenta que, en este periplo por toda la geografía española, hay otra cosa que le ha llamado la atención. En todos los sitios se encuentra con amigos, descendientes, vecinos de alguna de las 40.000 personas que en los años cincuenta y sesenta se fue a Guinea Ecuatorial, a lo que en aquellos años era la isla de Fernando Poo y hoy es Bioko. «Siempre alguno me enseña el carné de identidad porque nació allí y muchos hijos de coloniales, con los ojos brillantes, me dicen que les cuento su vida. Yo sabía que todo el que estuvo allí se trajo una narración permanente el resto de su vida y salpicó a todo su entorno, y ahí hay un caldo de gente que tiene ganas de hablar de esto», explica Luz Gabás (Monzón, Huesca, 1968).

Gente que como ella creció con las historias de un padre, amén de otros familiares y muchos de los vecinos del Pirineo oscense, que un día emigró hacia tierras africanas para trabajar como capataz en la plantación de cacao Sampaka, fundada por un oriundo de la zona en 1890 en la isla de Fernando Poo. «Hasta su muerte, cualquier conversación evocaba en mi padre un recuerdo de aquel paraíso verde tan diferente a sus montañas natales. En medio de la nieve, nos hablaba de cómo se tostaba el cacao más puro del mundo o cómo se abría un coco con el machete sin verter el líquido de su interior. Nos hablaba de las flores de los egombegombes, del plátano frito, del árbol del pan, del mosquito jen-jén, de la ardillas voladoras, de los baleles o bailes de los nativos, de las enormes arañas peludas, del calor sofocante, de la música de los tambores, de las relaciones con los africanos...».

Este pedazo importante de su biografía es la que inspira Palmeras en la nieve, la historia de dos hermanos, Kilian y Jacobo, que en 1953 parten de la dura montaña aragonesa hacia la exótica isla, donde les espera su padre. Allí trabajarán duro, conocerán los secretos del cacao, las diferencias y semejanzas culturales entre nativos y coloniales, el significado de la pasión, el odio... Cuando uno de ellos se enamora sus vidas se trastocarán y darán pie a un secreto que Clarence, hija y sobrina de los hermanos, se propone desmadejar y desentrañar en el año 2003.

«A mí me parecía un diamante en bruto y que podía trascender lo local. Me daba pena que se perdiese esta historia porque las generaciones que la vivieron ya tienen ochenta o más años o han fallecido, como mi padre. Mi primera intención fue recoger todos estos hechos, escribirlos de forma apetitosa para transmitirlos a mis hijos, a la gente más cercana», expone la autora a la que, finalmente, esa primera intención se le fue de las manos.

Empezó a moverla, a enviarla a una y otra editorial y, educadamente, todos declinaban su publicación. Pero un día sonó el teléfono. Era Raquel Gisbert, de la editorial Temas de Hoy. «El corazón me dio un vuelco. Justo entonces yo había firmado con una pequeña editorial de mi zona, de Lérida, y estaba ya feliz. Le advertí de ello, se sofocó, se puso en contacto con ellos y se portaron muy bien. Renunciaron a los derechos y a partir de ahí vivo en una permanente aventura. Me ha sorprendido todo el trabajo que hay detrás de un libro hasta que llega a la estantería, una maquinaria compleja y con muchas personas involucradas», relata.

Palmeras en la nieve está a punto de sacar la quinta edición y ya lleva más de 70.000 ejemplares vendidos. Unas cifras que no aparecían ni en el mejor de los sueños de Luz Gabás. «Esto no se espera. Cuando escribes, sueñas, bromeas en casa, pero ni eres consciente, ni sabes lo que implica».

La profesora universitaria que pidió una excedencia para dedicarse plenamente a la escritura no imaginaba que ficharía por una editorial con proyección nacional, que su historia se vendería como rosquillas ni que una productora comprara los derechos para llevarla a la gran pantalla antes incluso de que apareciera en el mercado.

Mientras anda de un lado a otro, hace encaje de bolillos para cuadrar la promoción con su vida familiar y atiende a sus lectores, las ideas para una nueva novela ya revolotean en su cabeza. No habrá segundas partes de esta primera obra, que considera muy cerrada. Le apetece cambiar de registro, embarcarse en una nueva aventura toda vez que ha cumplido, con creces, su deseo de ver negro sobre blanco la historia de las miles y miles de personas que se dejaron seducir por la España colonial y que se había quedado en las mesas camilla de cada casa.