PATRIMONIO CASTRENSE
Capitanía se cuadra ante el arte contemporáneo
El antiguo Palacio de las Cuatro Torres inicia un nuevo camino y abre sus puertas a la temática ajena al Ejército con una exposición que reúne la obra de diez pintores burgaleses hasta el 27 de mayo
A.S.R. / Burgos
Soplan nuevos aires en el Palacio de Capitanía. La que fuera sede de la sexta Región Militar abandona la rigidez de la disciplina castrense para adentrarse en la más bohemia que manda en el arte contemporáneo. Diez pintores burgaleses se encargan de colorear un noble edificio que todavía tiene al caqui como tono dominante. Fran Herreros, Ignacio del Río, Isacio de la Fuente, Marticorena, Pepe Carazo, María José Castaño, Milagros Casado, Amparo Castellanos, Cristino y Fabri protagonizan el nuevo camino en la oferta cultural de la ciudad que desea emprender el Ejército con este singular contenedor que se postula para albergar el Museo Militar, ahora en el Acuartelamiento Diego Porcelos.
A esta nueva apuesta se refirió el teniente coronel jefe de la Oficina de Comunicación, Joaquín Sainz Barranco, durante la bienvenida a artistas y público, con aplastante mayoría de uniformados, en la inauguración de esta muestra. Llamó la atención sobre el estreno de Capitanía en temáticas ajenas a las Fuerzas Armadas y resaltó la buena armonía entre el noble edificio y las obras de arte.
No se habían visto en otra los pintores que rompían la monotonía militar. 'Tierra trágame' pareció decir Fran Herreros cuando el teniente coronel les instó a explicar sus creaciones. Él fue el primero. Ha elegido cuatro pinturas que forman parte de la serie que ahora dedica a Monet, «uno de los mejores representantes del impresionismo», con cuadros que combinan las ninfeas figurativas del francés con la abstracción made in Herreros. Y con el color como gran protagonista. También en las cuatro piezas de Ignacio del Río, a quien pasó el testigo con presura. El Mediterráneo mece la propuesta del veterano artista que no pudo por menos de recordar los años de mili pasados en Palma de Mallorca.
Se pierden las obras de Fabri -que no pudo asistir por enfermedad-, Cristino, Fran Herreros e Ignacio del Río en el vestíbulo. A duras penas pueden sobresalir en el imponente recibidor. Solo logra sacar pecho el caballo de hierro de Cristino, que más adelante formará parte de una instalación con los jinetes del Apocalipsis, que pretende llevar a Berlín y a Madrid, y que en esta ocasión se deja escoltar por dos bocetos.
Nadie osó rechistar al teniente coronel, siempre acompañado por el presidente del Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León, José Luis Concepción, cuando guio a la comitiva por la escalera imperial hacia el Salón del Trono.
Allí están todos los demás. Isacio, que ayer no pisó la alfombra, llamó la atención con sus sombras amenazantes, la hambruna o la inflación, y las acuarelas de Marticorena se hicieron fuertes en el mano a mano que mantienen con las enormes cristaleras decorativas del inmueble.
Se formaron corrillos. El director del Sistema Atapuerca, Javier Vicente, y Cristino se dejaban llevar por el marco y recordaban sus años de mili. El uno la pasó en Zamora y el artista fue feliz en Zaragoza, de donde salió más rico de lo que entró pues se hartó a hacer retratos. Tantos que se aburrió y dejó de pintarlos. Más afortunado fue Fernando Arahuetes, ayer en posición de espectador, que apenas formó filas unas semanas.
Entre chascarrillo y chascarrillo, se pasaba rápido la colección de resinas acrílicas y pigmentos sobre tabla de un ausente Pepe Carazo y se detenían en la propuesta de María José Castaño, con la naturaleza en todo su esplendor. Quedaban todavía Milagros Casado y Amparo Castellanos, que, antes de empezar el acto, se apoyaban la una en la otra en un entorno en el que sentían desentonar. La primera, con una paleta oscura, se regodea en los paisajes figurativos. La segunda apuesta por la mujer en un lugar con poca tradición femenina. Enciende los focos sobre ella con permiso, claro, del retrato del Rey firmado por Luis Ortega y que el Ayuntamiento regaló al Ejército en los años ochenta que corona el trono que da nombre a la estancia.